Manabí ha sido una de las provincias del Ecuador que ha interesado a los políticos ecuatorianos, y esto es porque representa un voto duro para aquellos líderes o quienes han convencido al corazón de este sector del país. Para varios estudiosos, el voto manabita depende de varias aristas, entre ellas el ser un voto caudillista.
A diferencia de Guayas, Pichincha y Azuay, Manabí es la única provincia, de las cuatro con mayor número de electores, que mantiene más del 50 % de sus votos a favor del candidato que respalda el exmandatario Rafael Correa.
El 37,92 % de los votos de Guayas en la primera vuelta de 2021 fueron para Correa; en cambio, en Pichincha fueron el 26,43 % y en Azuay, el 26,12 %. No así en Manabí, el Consejo Nacional Electoral registró un 50,24 % de votos a favor de la candidata del correísmo.
Solo en 2013, Guayas (63,2 %), Pichincha (58 %), Azuay (62,3 %) y Manabí (62,8 %) registran un apoyo al exjefe de Estado por sobre el 50%. Luego, tienden a la baja; solo en Manabí, Correa mantiene un apoyo sobre el 50 % de los votos.
Para Líder Vélez, abogado, consultor, presidente de la Liga Deportiva Cantonal de Manta y director financiero de la Cámara de Comercio de Manta, el voto manabita es un proceso cíclico, ya que “entre la década de los 80 y los 90, nosotros teníamos una tendencia socialcristiana apabulladora; luego aparece en escena el roldosismo y luego empezó el prianismo o el noboísmo; y desde 2007 en adelante comienza a surgir una tendencia al correísmo”. Con esto concuerda el analista político Julio Villacreses. Para él, “es un voto histórico que no es nada nuevo; antes, la primera fuerza fue el Partido Roldosista Ecuatoriano y antes de este lo fue el velasquismo, como lo fue en su momento el Partido Liberal”.
Esta característica se debe, según el criterio del politólogo Wilmer Suárez, a que en el país no existe una institucionalización de partidos políticos, sino que los electores se identifican con liderazgos personalistas. Además, agrega que “esto no es solo una característica de Manabí, sino de todo el país”.
No obstante, Villacreses manifiesta que, debido al centralismo, Manabí fue una provincia totalmente olvidada, ya que solo se les daba importancia a tres ciudades: Quito (Pichincha), Guayaquil (Guayas) y Cuenca (Azuay).
Lo que también se reflejaba en la estructura de los gabinetes de gobierno. Pero durante el gobierno de Rafael Correa, la provincia recibió obras emblemáticas, como la construcción de carreteras, el puente entre Bahía y San Vicente, viviendas asequibles y allí se levantó la Asamblea Constituyente en Montecristi. Esas obras, que antes no tenía Manabí, hicieron que su gente por gratitud apoyara al correísmo, afirma el analista político Villacreses.
Esto hace que Manabí repunte y sea un actor importante en la política nacional a partir de la Revolución Ciudadana, enfatiza la analista política Irene Vélez. De esta forma “lo puso en el mismo juego de los grandes actores que eran de las ciudades de Quito y Guayaquil; por ahí también sonaba Azuay, pero Manabí estaba relegada de la conversación pública”.
Sin embargo, para Suárez, el voto va más allá de las obras, es un tema que está relacionado con características de liderazgo, ya que en “algún momento, esos líderes han encarnado a esos pueblos y también lo representa desde lo simbólico”, es así como Rafael Correa, durante su mandato, utilizó en su discurso a Eloy Alfaro.
A eso se suma que el exmandatario “capitalizó un discurso divisionista, de acuerdo con lo que quiere escuchar el manabita y lo ha posesionado de manera estelar”, expresa Vélez. Y ejemplifica que lo sigue haciendo de la manera como es posesionada Luisa González: “Hace muchísimos años, décadas o siglos, no teníamos una candidata finalista o con opciones presidenciales, que se diga o no que es manabita totalmente, es algo discutible, porque uno no es de donde dice la cédula, sino de donde ha estado viviendo”.
También se suma un “voto legado”, añade Suárez, por el cual, González en la primera vuelta obtuvo el 50,24 %, pero este sector puede ser recuperado por Daniel Noboa, hijo del expresidenciable Álvaro Noboa, dice Villacreses. Esto, porque Noboa, desde 1998 hasta los comicios de 2006, tuvo un voto duro en Manabí, fue el bastión del también empresario, manifiesta Irene Vélez. Con ella concuerda Pablo Ospina, experto en ciencias políticas, catedrático e investigador de la Universidad Andina Simón Bolívar.
Para el docente, Daniel Noboa podría recuperar los votos de su padre, no solo en esta provincia, ya que el portaje de votos a favor del correísmo está bajando, incluyendo Manabí.
En 2013, “el 62,8 % de los 82.4281 votos, en primera vuelta, fueron para Rafael Correa; en el siguiente año, con Lenín Moreno, bajó al 54 %. En 2017, con Andrés Arauz, descendió al 52,22 %. Este año, al 50,24 %. Para el abogado Vélez, este decrecimiento se debe a que “la ausencia del líder es como en una pareja”. “Usted puede estar casado con un Brad Pitt, pero si lo tiene siete años afuera y lo ve una vez al mes o al año, es difícil que la misma intensidad de cariño se mantenga”.
Ospina cree que este último descenso también se debe a que Noboa recuperó votos (19,09 %). “En las zonas donde ahora está el correísmo, antes eran bastiones de Álvaro Noboa” y añade que ahora, su hijo, Daniel Noboa, podría erosionar esa base social en la Costa. Dificultades de la RC en la segunda vuelta
Para el catedrático Ospina, el correísmo tendrá ciertas dificultades para convencer al electorado de que Daniel Noboa es igual que su padre, Álvaro Noboa, porque no se ha visto su conexión y no es tan fácil hacerla. En segunda vuelta es fundamental el voto de rechazo, y el empresario tiene mucho voto de rechazo, pero la asociación entre padre e hijo no es inmediata, sostiene, “ya que está recostado sobre el hombro de su madre, más que sobre el pasado de su padre”.
En cambio, sí hay dependencia de González con Correa y lo ha evidenciado durante toda la campaña, por lo que, para Ospina, “la campaña de segunda vuelta es más cuesta arriba para el correísmo que para Noboa”.
Fuente: Expreso
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