Juan Hernández, licenciado en Ciencias en Tecnología de la Información de 22 años, se despierta temprano en su habitación de Santa Rosa (Filipinas). Aunque solo trabaje seis horas al día, inicia su turno de madrugada debido a la diferencia horaria con sus clientes. Armado con un café, se sienta en su escritorio y comienza a hablar con potenciales compradores por todo el mundo para venderles ofertas exclusivas ofrecidas por la mujer que le dio el trabajo. Profesional experimentado, fue contratado porque demostró habilidades fundamentales para este puesto: decir picardías con autenticidad y vender vídeos calientes.
Hernández es uno más de un enorme ejército de chateadores profesionales empleados por modelos en OnlyFans para suplantar su identidad y vender contenido extra. El sistema va así: en Onlyfans se puede acceder a contenido exclusivo y a menudo pornográfico que modelos, anónimos y estrellas del cine para adultos ponen a disposición a cambio de una cifra mensual de media puede partir de los 10 euros mensuales y alcanzar unos 30. Pero las mayores ganancias están en otro lugar: en los chats personalizados con los suscriptores. Ahí está el verdadero potencial de lucro y donde se ofrece contenido especial, muchas veces personalizado, y que se paga aparte y por cifras muchísimo mayores que esos diez euros.
A veces las estrellas reciben también generosas propinas de fan agradecidos que disfrutan de su contenido. Pero a medida que los y las modelos de OnlyFans acumulan cientos de miles de seguidores pierden la capacidad de comunicarse con todos. Ahí entran los chateadores: trabajadores especializados que establecen conversaciones haciéndose pasar por las estrellas de la función y conseguir que así facturen más dinero. Estos cobran una tasa horaria más una comisión sobre cada contenido vendido, que puede llegar hasta el 15%.
Estos profesionales son entrenados como actores. “En las primeras semanas, un gestor vigila tu pantalla para evaluar tu inglés, tu velocidad y tu naturalidad a la hora de hablar”, explica Hernández. A los recién contratados les envían guiones que predicen conversaciones, guías de personalidad de cada modelo y un pequeño diccionario explicando los fetiches de sus subscriptores. Para él, lo principal es saber “entrar en el personaje”. “Hay que saber retratar a la modelo, hablar como ella, saber de sus orígenes”, explica. “A veces te vuelves loco con tantas personalidades”, confiesa Hernández, que trabaja actualmente como chateador de tres modelos.
El filipino lleva un año en este puesto. Le llegó como recomendación por parte de su cuñada y le resultó extraño al principio. “Pensé que podría ser ilegal, pero después me di cuenta de que era como mi empleo anterior”. Era gestor de redes sociales. Hoy se dedica a hablar con fans, en su gran mayoría hombres, para establecer vínculos con ellos e intentar venderles una foto desnuda que no ha visto la luz anteriormente o un vídeo exclusivo en el que la modelo se masturba en el sofá. Cualquier tipo de contenido que haga sentir a ese seguidor privilegiado y especial y, por tanto, esté dispuesto a pagar de forma generosa. Hernández confiesa que “parte del trabajo de hablar con hombres excitados sexualmente” es recibir constantemente fotos de sus penes. “Se han convertido en un elemento común en mi vida”. Hernández tiene novia y se dedica a lo mismo que él.
Los chateadores entrevistados asumen de diferentes maneras el conflicto que les supone hacerse pasar por otra persona para ganarse la vida. Hernández se sentía mal al principio: “Tanto yo como la modelo estamos mintiendo”, reflexiona. Aunque admite no sentir culpabilidad desde hace un tiempo. Para Ronald Soriano, también filipino y chateador profesional, el dilema toma otras consideraciones. “Si piensas que soy otra persona, sí, estoy mintiendo. Pero nosotros aprendemos a convertirnos en la modelo, adoptamos su forma de hablar, su forma de ser, su historia. Nos transformamos en una extensión de ellas”. Marlon De La Cruz, también chateador desde Filipinas, es práctico: “Solo estoy tecleando y satisfaciendo a los suscriptores, pero sí, tal vez me puedas llamar estafador”, afirma. Los términos de servicio de OnlyFans son muy flexibles en este sentido y dejan claro que existe la posibilidad de utilizar terceros para ayudar en la gestión de la cuenta. Eso sí, destaca que el responsable legal es el dueño de la misma.
De los y las modelos de Onlyfans contactadas por ICON, ninguno aceptó hablar sobre la posibilidad de la utilización de chateadores. Supondría, tal vez, admitir el fin de cierta magia entre el ídolo sexual y su admirador. Una modelo con casi 39.000 likes en su contenido argumentó para su silencio que “los artículos que revelan nuestros secretos comerciales no nos benefician”.
El porno como modo de vida
OnlyFans no fue proyectado específicamente para el porno, pero su estructura acabó por encajar de forma tan extraordinaria con las necesidades de este mercado (enseñar lo que en las redes tradicionales no se puede enseñar) que acabó definiendo la plataforma. Su popularidad explotó definitivamente durante la pandemia, cuando la suspensión de los rodajes de la industria del porno coincidió con el encierro de millones de personas que recurrieron a la pornografía ante la imposibilidad de tener encuentros sexuales (PornHub aprovechó la circunstancia para hacer su plataforma temporalmente gratuita y captar nuevos suscriptores). Los profesionales del porno (y también del sexo) encontraron en OnlyFans una manera de obtener ingresos de manera fácil y desde su propia casa.
A finales de 2023, la plataforma tenía 3.2 millones de creadores y casi 300 millones de suscriptores. Muchos apuntan que si los profesionales del sexo la encontraron atractiva se debe a la alta comisión que reciben (el 80% de los ingresos) frente al 75% que paga PornHub (aunque este aún depende de productoras para llenar de contenido su site, mientras que en OnlyFans los propios modelos suben directamente sus vídeos y fotografías). La estructura de OnlyFans fue aplaudida por muchos profesionales del porno por haber eliminado la figura del intermediario y hacer más libres y autónomas a las estrellas del porno, que eran responsables de su propio contenido. Eso sí, también ha recibido críticas por resultar invasiva y controladora y terminar con los horarios y límites entre vida laboral y personal de sus estrellas.
«Él creía que estaba en una relación con la modelo. Le enviaba dinero para comprar vestidos, y apoyaba que siguiera publicando fotos. No sé si siguen juntos.», dijo Sonya Popescu.
OnlyFans se hizo especialmente popular durante la pandemia.
Soriano comparte esa experiencia de aprendizaje con muchos otros usuarios de la plataforma. En una investigación de la Universidad de California publicada en enero de este año, un 91% de los participantes relataron haber aprendido alguna práctica sexual nueva con el uso de OnlyFans. Soriano ha aprendido, con su trabajo, todo tipo de detalles sobre formas y tamaños de plugs anales y las preferencias y prácticas de los hombres en el BDSM.
Muchos suscriptores buscan, sencillamente, compañía. “Hay algunos fans que quieren hablar de la vida, te dan los buenos días y te preguntan si has comido”, añade Soriano. Para Sonya Popescu, chateadora rumana de 31 años, mujeres y hombres tienen sus propias ventajas a la hora de suplantar la personalidad de una estrella de OnlyFans: “Como mujer siento que mi interpretación es más natural, mi discurso es más parecido a lo que podría decir la modelo. Pero creo que los hombres saben lo que a ellos mismos les gustaría escuchar de boca de una mujer”. En la agencia para la que trabajaba, su equipo (formado por hombres y mujeres) acabó enamorando a un suscriptor. “Él creía que tenía una relación con la modelo. Le enviaba dinero para comprar vestidos y la animaba a que que siguiera publicando fotos. No sé si siguen juntos”, bromea.
La presencia filipina
El enorme número de filipinos entre chateadores profesionales se debe a un conjunto de factores. El país, de cultura conservadora y aún recuperándose de la crisis provocada por el expresidente Rodrigo Duterte y su controvertida guerra contra las drogas, prohíbe que sus ciudadanos produzcan contenido para la plataforma por asociarlo a la prostitución. Pero la regulación del empleo de chateador permanece en un limbo. Y, en esta zona de grises, resulta prospera: la diferencia horaria entre el país y el mayor mercado de OnlyFans, Estados Unidos, permite que los que gestionan los chats trabajen durante el día mientras sus consumidores están en la madrugada (el horario más bullicioso para el consumo de porno). Además, la posibilidad de facturar en dólares permite ingresos mayores que los ofrecidos en peso filipino. Juan Hernández, por ejemplo, eligió el trabajo porque está mejor pagado que su antiguo puesto (era desarrollador web). “En un mes me compré un MacBook nuevo y ahora estoy ahorrando para invertir”, explica.
Los ingresos cambiaron la vida de De La Cruz, de 21 años. El filipino dejó sus estudios universitarios por no poder costeárselos pero, tras empezar a trabajar como chateador en OnlyFans, reformó la casa de su familia y se dio lujos como una PlayStation. “Es mucho dinero y muy fácil”, explica. Según De La Cruz, la modelo a la que suplantaba facturaba entre 1.000 a 3.000 dólares por turno. “Trabajas desde casa o en una cafetería y puedes llegar a 500 dólares en tu mejor día” (el sueldo mínimo en Filipinas es cerca 10 dólares diarios). El joven abandonó hace poco su puesto. “Ya tengo experiencia y siento que hay otras agencias que me pueden pagar mejor”. Él opina que la habilidad que más se valora en este empleo es generar un vínculo con el fan: “Una vez un suscriptor me contó que su abuela había muerto. Le dije: Oh my God babe, how are you feeling? (”Dios mío, mi amor, ¿cómo te sientes?) y me dio 200 dólares en propina para la modelo”.
La plataforma que permitió más autonomía a profesionales del sexo cada día se convierte más en una impulsadora de negocios en pleno derecho. Lo que empezó con modelos contratando a gente para ayudarlas con sus conversaciones privadas ha permitido el surgimiento de enormes agencias con cientos de trabajadores dedicados a crear el máximo posible de interacciones entre modelos y admiradores y sacarles rendimiento económico. ¿Sería esto parte de un presunto proxenetismo digital? Popescu reconoce que estas empresas están en una zona moralmente gris, pero no hay proxenetismo: “Hay agencias peores y mejores, pero las modelos pueden cambiar fácilmente”. ¿Y la mentira? A Hernández no le importa mucho: se siente bien con su trabajo y no hace daño a nadie. En ese instante, se disculpa porque tiene que cortar la entrevista: “Perdóname, tengo un montón de tíos cachondos esperando a que les hable”.