La organización humanitaria Médicos Sin Fronteras (MSF) ha lanzado una dura advertencia sobre la severa escasez de electricidad que azota diversas regiones de Ucrania, en medio del conflicto que se aproxima a su cuarto año. Según informes recientes, en muchas de estas áreas, el acceso a la luz se limita a unas escasas seis u ocho horas diarias, una situación que agrava la crisis humanitaria.
Los informes de MSF señalan que las fuerzas rusas continúan atacando de forma sistemática la infraestructura energética ucraniana. Como consecuencia directa de estos bombardeos, se estima que más de un millón de ciudadanos enfrentan cortes de suministro eléctrico. Esta falta de energía no solo afecta la iluminación, sino que también tiene un impacto devastador en el acceso a la calefacción y al suministro de agua potable, vitales en cualquier circunstancia, y especialmente preocupante ante las bajas temperaturas.
“En un momento en el que las temperaturas comienzan a descender por debajo de cero”, ha manifestado la ONG en un comunicado oficial, “muchas viviendas apenas cuentan con tres y cuatro horas de electricidad por la noche y otras tres o cuatro horas durante el día. Esto obliga a la población a adaptar sus patrones de trabajo y sueño para cuidar de sus hogares y familias”. Esta precariedad afecta directamente la calidad de vida y la seguridad de miles de personas.
Enrique García, coordinador de MSF en el este de Ucrania, ha sido enfático al detallar el impacto directo de los ataques contra la infraestructura energética en poblaciones vulnerables, incluyendo a los desplazados, pacientes y el propio sistema de salud. García compartió una experiencia desgarradora vivida en Dnipró:
“En Dnipró he visitado un refugio en donde viven más de 200 personas desplazadas que han huido del frente de guerra. (…) Justo cuando llegó nuestro equipo médico, se fue la luz. Todos los pasillos estaban oscuros, las habitaciones frías y sin forma de calentar la comida”.
“Esta es la vida cotidiana de los residentes del refugio y de muchas personas que siguen viviendo cerca de los combates”, explicó García. Agregó que los desplazados, antes de verse forzados a abandonar sus hogares, “intentaban cocinar fuera de sus bloques de apartamentos durante las breves pausas entre los bombardeos”, una estrategia de supervivencia en condiciones extremas.
El coordinador reiteró que “los ataques rusos afectan directamente a nuestros pacientes, pero también a todo el sistema sanitario en general”. La limitada disponibilidad de electricidad, con solo tres o cuatro horas diurnas y otras tantas nocturnas, representa un obstáculo insuperable para la atención médica.
García subrayó las graves consecuencias para la práctica médica: los cirujanos “a veces tienen que interrumpir las operaciones” debido a la falta de suministro eléctrico. Además, las subidas de tensión inherentes a los cortes y restauraciones impredecibles del servicio “pueden dañar los equipos esenciales”, poniendo en riesgo la vida de los pacientes y la operatividad de las instalaciones médicas.
Fuente: Infobae