Ecuador reduce la desnutrición infantil, pero enfrenta rezagos en el desarrollo del lenguaje

Ecuador acaba de institucionalizar la Semana Andina de Lucha contra la Desnutrición Infantil (SAL-DI), una nueva fecha que busca visibilizar la importancia de la primera infancia. Pero mientras el país suma esfuerzos simbólicos y políticos para enfrentar la desnutrición crónica infantil (DCI), los datos revelan una realidad más compleja: los niños crecen hoy con menos desnutrición, sí, pero también con menos estímulos en el hogar y con rezagos crecientes en su desarrollo del lenguaje.

Desde 2018, Ecuador cuenta con un sistema de medición periódico y representativo que permite seguir la evolución de la primera infancia en múltiples dimensiones. Este proceso empezó con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) 2018 y continuó con las dos primeras rondas de la Encuesta Nacional de Desarrollo Infantil y Nutrición (ENDI) en 2023 y 2024.

La Ensanut y la ENDI incluyen información detallada sobre controles prenatales, vacunación, enfermedades frecuentes, diversidad alimentaria, acceso a servicios de cuidado, prácticas de disciplina, oportunidades de juego y aprendizaje y nivel de vocabulario de los niños. Esta mirada multidimensional permite entender su desarrollo temprano desde una perspectiva más amplia.

Ecuador es uno de los pocos países de la región que monitorea de manera sistemática no solo el estado físico del niño, sino también los estímulos que recibe en su hogar y cómo estos influyen en su desarrollo cognitivo y socioemocional. La inclusión del vocabulario como indicador del desarrollo infantil es especialmente relevante, pues revela brechas que no aparecen en los indicadores de salud tradicionales.

A partir de esta información, el estudio “Primera infancia en Ecuador: avances, brechas y oportunidades”, elaborado por Julieth Parra-Hincapié y Marta Rubio-Codina para el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), muestra avances importantes en salud y nutrición, pero también rezagos en dimensiones esenciales para el aprendizaje temprano.

Qué es la primera infancia y por qué es una etapa decisiva
La primera infancia es el período en el que se forman las bases del desarrollo cognitivo, emocional y físico. Durante estos años, el cerebro establece conexiones que influyen en el aprendizaje, la salud y la productividad futura. Este proceso es altamente sensible al entorno: la calidad del cuidado, las interacciones diarias, la nutrición y la seguridad del hogar son determinantes del bienestar presente y futuro del niño.

Según el Censo de 2022, el país tiene 1,3 millones de niños menores de 5 años, que representan el 7,6% de la población. De ellos, 518.000 viven en zonas rurales y 775.000 en zonas urbanas. Además, la infancia concentra niveles altos de vulnerabilidad económica: el 40,8% de los niños menores de 5 años vive en pobreza y el 19,2% en pobreza extrema, lo que condiciona su acceso a servicios básicos, alimentación adecuada y entornos seguros.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) proponen el Marco de Cuidado Sensible y Cariñoso, que identifica cinco elementos esenciales para el desarrollo infantil: buena salud, nutrición adecuada, protección y seguridad, atención responsiva y oportunidades de juego y aprendizaje. Estos componentes actúan de forma complementaria; por ejemplo, un niño puede tener un adecuado crecimiento físico, pero sin interacciones de calidad o materiales de juego su desarrollo cognitivo y lingüístico puede verse limitado.

Avances en la primera infancia: salud, nutrición y acceso a servicios
Entre 2018 y 2024, Ecuador registró progresos en varios componentes clave del desarrollo infantil temprano. Las mediciones de la Ensanut y de las dos primeras rondas de la ENDI muestran avances especialmente en cobertura de salud, prácticas de alimentación y acceso a servicios de cuidado y educación inicial.

En salud materno-infantil, el acceso al control prenatal aumentó de 83,3% a 88,6% en cinco años. Más madres recibieron al menos cinco controles recomendados, lo que mejora la detección temprana de riesgos durante el embarazo.

La cobertura de vacunación infantil también creció de forma significativa: la tercera dosis de neumococo pasó de 60,8% a 90%; la segunda dosis de rotavirus, de 71,4% a 93,8%; y la vacunación contra el sarampión se duplicó, de 38,1% a 76,8%. Estos incrementos amplían la protección frente a enfermedades respiratorias, diarreas severas y brotes epidémicos.

En nutrición, las mejoras se concentran en la alimentación complementaria y en la reducción de la desnutrición crónica infantil. La diversidad alimentaria en niños aumentó del 52,5% al 75%, reflejando una ingesta más variada en la etapa de mayor velocidad de crecimiento.

La anemia, que afecta a casi uno de cada tres niños, se redujo entre 2023 y 2024. La desnutrición crónica infantil también mostró un descenso: entre los menores de dos años pasó de 23,6% a 19,3%, y entre los menores de cinco años, de 21,6% a 17,5%.

El acceso a servicios educativos para la primera infancia también mejoró. La asistencia a cualquier modalidad: Centros de Desarrollo Infantil (CDI), programa Creciendo con Nuestros Hijos (CNH) o educación inicial del Ministerio de Educación, aumentó de 43,5% a 48% entre 2023 y 2024.

Los rezagos que se mantienen
A pesar de los avances registrados en salud y nutrición, la información recopilada entre 2018 y 2024 evidencia retrocesos en dimensiones fundamentales del desarrollo infantil. Uno de los retrocesos más marcados aparece en el acceso a materiales de lectura y juego. La disponibilidad de libros infantiles, un insumo básico para el desarrollo del lenguaje y la interacción temprana disminuyó desde 2018.

En ese año, la mitad de los niños menores de cinco años tenía al menos un libro infantil en su hogar. Para 2024 esa proporción cayó por debajo del 44%. La presencia de tres o más libros se redujo aún más, pasando de 27% a menos de 17% en el mismo período. La variedad de juguetes disponibles (que favorece la exploración, la creatividad y la resolución de problemas) se estancó.

Las actividades de interacción entre cuidadores y niños también se redujeron en los últimos cinco años. Acciones cotidianas como leer, contar historias o realizar paseos fuera del hogar registraron caídas entre 2018 y 2024. La proporción de niños que realiza al menos cuatro actividades de juego con un adulto descendió de 67,8% a 59,9%.

Si bien actividades como cantar o jugar con objetos cotidianos aumentaron, el patrón general muestra una disminución en las interacciones estructuradas y centradas en el lenguaje, que son las que tienen efectos más directos sobre el desarrollo cognitivo temprano.

El deterioro en la salud mental del cuidador principal constituye otro elemento crítico. La sintomatología depresiva en madres y cuidadores aumentó, pasando de 5,2% en 2018 a 19,3% en 2024. Este incremento, coincide con tendencias regionales posteriores a la pandemia, afecta la capacidad de proveer interacciones sensibles y tiene efectos directos tanto en el bienestar emocional del niño como en su capacidad para adquirir lenguaje y regular sus emociones.

Otro retroceso relevante se observa en la asistencia oportuna a controles posnatales. Aunque la atención prenatal mejoró, la atención luego del parto disminuyó, con menos del 6% de madres y recién nacidos que acceden a un control en la primera semana, lo que limita la detección temprana de complicaciones posparto.

La prevalencia de enfermedades frecuentes en la primera infancia también muestra señales de retroceso. Los episodios de diarrea e infecciones respiratorias agudas (IRA) aumentaron respecto a 2018, con un pico en 2023 y solo un descenso parcial en 2024. La proporción de niños que recibe atención médica por estas enfermedades no mejoró y en algunos casos disminuyó.

Finalmente, el desarrollo del lenguaje (una de las dimensiones más sensibles del desarrollo infantil) muestra estancamiento y brechas que se amplifican con la edad. Aunque los niños más pequeños no presentan diferencias importantes en las primeras etapas, a partir de los 23 meses se observa una separación.

En el grupo de 31 a 42 meses, el promedio de palabras producidas apenas ha variado entre mediciones. Los puntajes son más bajos entre los niños con menos oportunidades de estimulación. Para los niños de 43 meses, las evaluaciones de vocabulario receptivo muestran diferencias crecientes y un puntaje promedio inferior al observado en cohortes previas.

Hogares pobres vs. hogares ricos: la brecha en la primera infancia se amplía
El estudio del BID muestra que, aunque Ecuador ha logrado avances importantes en salud y nutrición, las desigualdades entre los niños de hogares pobres y ricos se amplían. Las brechas aparecen en casi todos los indicadores analizados. En salud, los niños de los quintiles más pobres reciben menos controles prenatales, tienen menor acceso a atención posnatal y enfrentan una mayor prevalencia de enfermedades respiratorias y diarreicas.

La desnutrición crónica infantil se ha reducido en promedio, pero continúa concentrándose en los hogares con menos recursos. Lo mismo ocurre con la anemia, que afecta a uno de cada tres niños y golpea con más fuerza a los quintiles más pobres. A pesar de los avances, la posibilidad de recibir una dieta diversa y adecuada sigue siendo menor entre los niños de bajos ingresos.

Las desigualdades son aún más marcadas en el entorno de aprendizaje. Los hogares con menos recursos cuentan con menos libros, menos variedad de juguetes y menos actividades de juego e interacción, elementos esenciales para el desarrollo cognitivo y socioemocional. La participación del padre ha aumentado en todos los grupos, pero la distancia entre quintiles continúa siendo grande.

Estas diferencias en oportunidades se reflejan directamente en el desarrollo del lenguaje. A los 43 meses, un niño del quintil más alto comprende un 30% más palabras que un niño del quintil más bajo, lo que evidencia un rezago que se consolida justo antes del ingreso a la educación formal.

Los avances en la primera infancia no han logrado traducirse en igualdad de oportunidades. Las condiciones de pobreza tienen mucha incidencia en determinar la salud, los estímulos y el desarrollo temprano de cientos de miles de niños. El desafío pendiente es garantizar que todos los niños (independientemente del hogar donde nacen) tengan las mismas oportunidades para desarrollarse plenamente desde el inicio.
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