En la época victoriana del Reino Unido, un tiempo donde las oportunidades educativas para las mujeres eran escasas, especialmente en el campo científico, una figura brillante desafió las convenciones. Se trata de Ada Lovelace, una mujer cuya vida, marcada por la ausencia paterna y las precauciones maternas, la catapultaría a la historia como la primera programadora del mundo.
Nacida hace 210 años en Londres, Augusta Ada Byron, nombre de pila de Lovelace, era la única hija reconocida del célebre poeta Lord Byron y de Anne Isabella Milbanke, una mujer de alcurnia con una profunda afición por las matemáticas, algo poco común para la época.
La relación entre sus padres fue fugaz; Lord Byron abandonó a su familia poco después del nacimiento de Ada y nunca más regresó a Inglaterra. Byron fallecería en Grecia cuando Ada apenas tenía ocho años, sin haber vuelto a verla.

La madre de Ada, Anne Milbanke, vivía atormentada por el temor de que su hija heredara la «locura poética» de su padre. Para evitarlo, diseñó para Ada una educación radicalmente diferente a la de otras jóvenes de su estatus. La matemática, la lógica y las ciencias se convirtieron en los pilares fundamentales de su formación, disciplinas que su madre creía capaces de alejar cualquier inclinación artística o romántica.
La salud de Ada, que fue delicada desde niña, influyó en su aprendizaje. Durante una convalecencia por sarampión a los 14 años, que la mantuvo postrada durante casi un año, se sumergió de lleno en el estudio de los temas que más la apasionaban. Ya desde dos años antes, exploraba los principios de la ingeniería y la anatomía aviar, con la ambición de diseñar una máquina voladora a vapor, proyecto que más tarde plasmaría en su obra Flyology.
Para potenciar el desarrollo intelectual de su hija, Anne Milbanke recurrió a tutores de renombre como William Frend y, especialmente, a Mary Somerville, una reconocida matemática y astrónoma escocesa que se transformó en una valiosa mentora y amiga para Ada.

Fue precisamente Mary Somerville quien, en 1833, presentó a Ada con Charles Babbage, un matemático e inventor que marcaría un antes y un después en su vida. Babbage ya era una figura destacada en el ámbito científico por su ambiciosa «Máquina Diferencial». Fascinado por la agudeza y la rapidez de aprendizaje de Ada, la apodó «La Encantadora de los Números», forjando una profunda amistad y una fructífera colaboración intelectual que perduraría hasta el final de sus días.
En 1835, Ada contrajo matrimonio con William King, quien pronto heredaría el título de Conde de Lovelace, convirtiéndola en condesa. Juntos, tendrían tres hijos: Byron, Anne Isabella y Ralph Gordon. A pesar de las rígidas expectativas sociales victorianas y las responsabilidades de la maternidad, Ada nunca abandonó su pasión por la ciencia. En 1839, retomó sus estudios de matemática con intensidad, bajo la tutela de Augustus De Morgan, quien llegó a afirmar que la capacidad de Ada la situaba como una «investigadora matemática de primer nivel mundial».
Alrededor de 1842, Ada se encontraba a punto de alcanzar la cúspide de su carrera. Charles Babbage había perfeccionado su diseño anterior, creando la Máquina Analítica, considerada el antecedente teórico de las computadoras modernas.

Un ingeniero italiano, Luigi Menabrea, escribió un artículo en francés detallando el invento de Babbage tras una conferencia. Babbage le encargó a Ada la traducción de dicho artículo al inglés. Sin embargo, Ada fue mucho más allá: no solo tradujo el texto, sino que añadió siete extensas notas explicativas (identificadas de la «A» a la «G») que triplicaban la extensión del documento original y profundizaban en el funcionamiento de la máquina.
La trascendental «Nota G» se convirtió en el hito que definió la carrera de Ada y su legado. En ella, Lovelace describió meticulosamente un método para que la Máquina Analítica pudiera calcular los Números de Bernoulli. Este procedimiento paso a paso es reconocido hoy como el primer algoritmo de programación informática publicado en la historia.
Aunque la Máquina Analítica nunca llegó a construirse en vida de Ada, la corrección teórica de su algoritmo fue confirmada posteriormente. Este hallazgo consolidó el reconocimiento de Lovelace como una figura inspiradora. La traducción y sus notas demostraron su capacidad para concebir las matemáticas más allá de la mera aritmética, combinando riguroso conocimiento científico con intuición e imaginación, lo que ella misma denominaba «ciencia poética», un eco de la creatividad de su padre.

Ada trascendió la idea de Babbage de una simple calculadora. Postuló que si la máquina podía operar con números, estos podían representar otros símbolos, como letras o notas musicales, permitiendo procesar información más allá de lo puramente numérico. Como ella misma escribió en su «Nota G»: «Supongamos que las relaciones fundamentales entre los sonidos fueran susceptibles de tales expresiones y adaptaciones: la máquina podría componer piezas musicales todo lo largas y complejas que quisiera». Con esta visión, Ada Lovelace sentó las bases de la informática moderna, vislumbrando el salto de una calculadora a una computadora de propósito general. Advirtió, además, que estas máquinas no «originarían» nada por sí mismas, sino que su «inteligencia» estaría al servicio de las instrucciones humanas, una reflexión de profunda relevancia en la actual era de la Inteligencia Artificial.
Sin embargo, la vida de Ada tomó un rumbo trágico. Hacia finales de la década de 1840, desarrolló una adicción a las apuestas en carreras de caballos, buscando junto a amigos matemáticos crear un sistema para predecir ganadores. Este intento fracasó estrepitosamente, sumiéndola en deudas millonarias para la época.

El deterioro de su salud, agravado por un cáncer de útero, la llevó a sufrir intensos dolores en sus últimos meses. Ada Lovelace falleció el 27 de noviembre de 1856, a los 36 años, la misma edad en la que murió su padre. En un giro emotivo, pidió ser enterrada junto a Lord Byron, el padre al que apenas conoció, en la iglesia de Santa María Magdalena de Hucknall, como un intento final de cerrar esa distancia que su madre intentó imponer.
Durante casi un siglo, el trabajo de Ada permaneció en el olvido. No fue hasta la década de 1950, con el avance de la investigación en matemáticas y computación, que su legado científico fue redescubierto y valorado por su monumental influencia. Su desarrollo del primer algoritmo y su visión sobre el potencial de las máquinas para procesar información la consagraron como la primera programadora del mundo y una visionaria de la era digital.
El reconocimiento póstumo culminó con la denominación del lenguaje de programación «Ada» por parte del Departamento de Defensa de Estados Unidos en 1980. Además, se celebra el Día de Ada Lovelace cada segundo martes de octubre, una jornada dedicada a visibilizar la contribución de las mujeres en la ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas.
La férrea formación en matemática y ciencias impulsada por su madre, combinada con su excepcional imaginación, heredada en parte de su padre, transformaron a Ada Lovelace en una revolucionaria del conocimiento, cuya obra sentó las bases para la revolución tecnológica que vivimos hoy.
Fuente: Infobae