El Misterio de Thomas Parr: ¿152 Años o un Mito de Longevidad?

En el crudo otoño de 1635, la vibrante Londres fue el escenario de la llegada de Thomas Parr, un hombre cuya edad desafiaba toda lógica. Acompañado por el prestigioso conde de Arundel, Parr, originario de la remota Winnington en Shropshire, era conocido por haber superado la asombrosa cifra de 150 años. La corte del rey Carlos I, intrigada por este prodigio de la longevidad, anhelaba conocerlo. Sin embargo, el presunto «supercentenario» falleció apenas unas semanas después de su arribo, dejando tras de sí un legado como figura emblemática de la longevidad extrema y del rico folclore inglés.

Nacido, según los registros, en el lejano año de 1483, Parr dedicó toda su existencia a la vida en el campo. Los relatos de la época, recogidos por publicaciones como Public Domain Review, indican que continuó trabajando hasta bien entrado el que sería su segundo siglo de vida. Un detalle que resalta es su vida sentimental: se dice que contrajo matrimonio por primera vez a los 80 años y, sorprendentemente, por segunda vez a la edad de 122 años. Su participación activa en la vida comunitaria de su aldea era también parte de su legendaria existencia.

Al momento de su llegada a la capital, Parr presentaba un aspecto que reflejaba su avanzada edad: estaba ciego, su piel era un mapa de arrugas profundas y apenas le quedaba un diente. El agotador viaje y el abrupto cambio de entorno se sumaron al inevitable deterioro de su salud, culminando en su muerte poco después. Fue sepultado con honores en la histórica Abadía de Westminster, un lugar reservado para las figuras más notables de Inglaterra.

El mito de la longevidad de Thomas Parr fue utilizado para promocionar las famosas 'Parr’s Life Pills' en el Reino Unido (Wikimedia)

La historia de Thomas Parr ha perdurado a través de los siglos, alimentada por relatos literarios, impactantes pinturas y meticulosas crónicas de la época. El renombrado poeta John Taylor se encargó de inmortalizar su vida en versos, mientras que el célebre médico William Harvey realizó la autopsia. Harvey, en sus hallazgos, sugirió que la notable salud de Parr se mantenía gracias al aire puro de Shropshire y una dieta frugal. No obstante, el drástico cambio en su ambiente y alimentación al llegar a Londres, según su análisis, habría sido el factor desencadenante de su fatal desenlace.

La Longevidad: Un Fenómeno Social y un Mercado Lucrativo

El extraordinario caso de Thomas Parr no solo despertó la curiosidad, sino que también impulsó intensos debates sobre los límites de la vida humana. Mientras muchos de sus contemporáneos aceptaban sin reparos la edad atribuida a Parr, otros, como el erudito historiador Thomas Fuller, expresaron sus serias dudas sobre la veracidad de semejante hazaña. En aquella época, la falta de registros civiles exhaustivos dificultaba enormemente la verificación de tales relatos. La fe en las longevas figuras bíblicas servía a menudo como justificación para creer en la posibilidad de alcanzar edades tan avanzadas.

Ya en el siglo XIX, la figura de Parr se convirtió en un lucrativo reclamo comercial. El astuto empresario Herbert Ingram, quien previamente había colaborado con fabricantes de píldoras medicinales, lanzó su propia línea de productos bajo el nombre de “Parr’s Life Pills”. Estas pastillas se promocionaban audazmente como el secreto de la vida eterna, utilizando la legendaria historia de Parr como principal argumento para persuadir a los consumidores. La publicidad de estas píldoras invadió los periódicos del Reino Unido y de otras naciones, prometiendo salud inquebrantable y una longevidad sin precedentes.

Cabaña del Viejo Parr en Winnington, Shropshire (Wikimedia)

Según la detallada investigación de The Public Domain Review, la estrategia publicitaria de Ingram fue exhaustiva. Se incluyó la difusión masiva de panfletos y supuestas biografías, en las que se afirmaba categóricamente que Parr había sido el inventor de la fórmula milagrosa y que la había legado a sus descendientes. Este remedio, promocionado como infalible, logró vender miles de cajas semanalmente, demostrando el poder de la sugestión y el marketing.

Con el fin de consolidar su reputación y distanciarse de la imagen de mero vendedor de remedios, Ingram fundó el prestigioso Illustrated London News. Sin embargo, su intento por mantener una imagen de respetabilidad no impidió que surgieran voces críticas y escépticas.

Publicaciones satíricas como Punch no tardaron en ridiculizar las promesas grandilocuentes de las píldoras. Escritores y periodistas de la época se dedicaron a cuestionar la veracidad de los testimonios que respaldaban el producto. Entre las críticas más importantes, el influyente pensador Frederick Engels lanzó una advertencia sobre los peligros que estos remedios representaban para las clases trabajadoras, argumentando que fomentaban una peligrosa dependencia de curas sin fundamento y retrasaban la búsqueda de atención médica profesional y rigurosa.

William Harvey, quien realizó la autopsia a Thomas Parr (Wikimedia)

Hacia finales del siglo XIX, el peso de las investigaciones históricas y médicas rigurosas comenzó a desacreditar la popular historia de las píldoras y la supuesta edad de Thomas Parr. El meticuloso antiquario William J. Thoms se dedicó a examinar exhaustivamente los registros existentes y llegó a la contundente conclusión de que no existía evidencia suficiente para demostrar que Parr hubiera alcanzado los 152 años. Thoms argumentó firmemente que la historia se sustentaba en rumores y exageraciones, mientras que los estudios científicos de la época se inclinaban de manera inequívoca hacia la incredulidad ante este tipo de relatos extraordinarios.

La figura de Thomas Parr ha trascendido el tiempo, sirviendo como un fascinante ejemplo de cómo un mito puede cautivar tanto la imaginación colectiva como dar lugar a un mercado poco regulado. El rotundo éxito de las “Parr’s Life Pills” marcó el inicio de una prolífica industria de remedios milagrosos, cuyo atractivo, lamentablemente, persiste hasta nuestros días. Este caso histórico resalta la vulnerabilidad humana ante promesas sin respaldo científico y la facilidad con la que los mitos pueden transformarse en oportunidades de negocio, tal como han analizado rigurosamente fuentes históricas y estudios académicos posteriores.

Fuente: Infobae

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