La sombra de una condena a pena de muerte se cierne sobre Daniel Sancho después de las nuevas declaraciones de la policía tailandesa sobre la muerte del cirujano colombiano Edwin Arrieta. Sancho, que se encuentra en prisión preventiva, confesó el crimen y ahora argumenta que la muerte de su acompañante fue accidental y su descuartizamiento un acto de desesperación.
La investigación oficial constata que Sancho cometió el asesinato en la habitación del hotel como medio para terminar con la relación que ambos mantenían. Asimismo, las pruebas forenses evidencian que el acusado había utilizado un cuchillo y una sierra que había comprado un día antes para despedazar el cuerpo del médico. Por lo tanto, la policía entiende que fue «un asesinato premeditado» y que actuó completamente solo. Existen imágenes de video de Sancho adquiriendo los enseres, además de productos de limpieza para intentar no dejar rastro.
Sin embargo, la versión de Sancho ha ido variando. Primero denunció la desaparición de su amigo; y, tras ser interrogado, acabó confesando el crimen. Sancho alega que la muerte de Arrieta fue accidental, consecuencia de un altercado que culminó con el cirujano golpeándose contra una bañera. Pero las pruebas no apoyan su declaración. La policía ha informado de un agujero en la vestimenta de Arrieta que coincide con una estocada con el cuchillo en el pecho izquierdo, contradiciendo el relato de Sancho.
A este escenario se suma la figura del mediático jefe policial Big Jok, quien no ha dudado en recomendar la pena máxima para el español: «Fue un asesinato planificado y, por lo general, se pide la pena de muerte para estos casos».
Podría pedir clemencia al rey
Por el momento, solamente ha sido al policía quien se ha pronunciado. La decisión final recaerá en el juicio que se prevé tenga lugar en septiembre. Pero Sancho aún tendría posibilidades de conmutar la pena de muerte por una pena de cárcel.
En el complejo entramado legal tailandés, un asesinato premeditado puede llevar al acusado directo al corredor de la muerte. Y aunque la ejecución pueda parecer un destino improbable para Daniel Sancho, es una posibilidad real en Tailandia.
En este sentido, si se dicta la pena capital, el condenado todavía podría pedir clemencia al rey Maha Vajiralongkorn, como lo hizo el español Artur Segarra en 2016. Segarra, originalmente condenado a muerte por el asesinato de un empresario, logró que su sentencia fuera conmutada a cadena perpetua tras pedir clemencia al rey.
Fuente: La Vanguardia