Carolina Jaramillo terminó sus funciones como portavoz del Palacio de Carondelet, un cargo que se creó en el actual Gobierno del presidente Daniel Noboa con el fin de comunicar oficialmente la posición y las acciones del Ejecutivo a la ciudadanía y a los medios de comunicación. Antes, con otros mandatarios, eran los secretarios de Comunicación los que cumplían ese rol.
Tras su renuncia, que se confirmó este martes, 18 de noviembre de 2025, el Gobierno no ha anunciado su reemplazo y tampoco ha informado si continuará existiendo este cargo.
Analistas políticos y expertos en comunicación evalúan el desempeño de Jaramillo, así como la pertinencia de esta figura.
Tatiana Larrea, consultora y analista política, contextualiza que la figura de una vocería se usa mucho en el Gobierno de los Estados Unidos y permite mantener una comunicación directa con los periodistas, hecho que se replicó en Ecuador, aunque con ciertas complejidades.
“A veces se malentiende ese rol, porque no es un cargo en el que se tenga que estar contando todo, ya que para eso están el presidente y los ministros. Debería manejarse para dar anuncios importantes”, considera la analista.
Larrea examina que, en Ecuador, las veces que un gobierno ha implementado la figura de un vocero presidencial no ha tenido éxito ya que, agrega, los mismos medios de comunicación tienen acceso directo a otros ministros del Gobierno o voceros no oficiales.
La especialista observa que el rol de Carolina Jaramillo se desarrolló en momentos complejos como el paro de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie), cuando no se podía llevar una comunicación fluida.
“No se les puede poner a hablar de todo, sobre todo, lo que vimos en estas semanas fue que el Gobierno optó por dejar de usar a la vocera para sus anuncios y hacerlo a través del presidente Daniel Noboa”, repasa.
Con estos argumentos, Tatiana Larrea considera que no es necesario mantener a alguien como portavoz de Carondelet, ya que esa vocería debería tener un rol muy claro sobre qué temas se van a hablar ante los medios de comunicación, algo que, repasa, no se ha visto.
“Es como una figura que no se entiende bien cómo funciona. Entonces, creo que si el vocero no tiene un rol definido es mejor no tenerlo y mantener una comunicación directa desde el presidente, a través de comunicados, entrevistas o una cadena nacional. Creo que la vocería del presidente siempre va a imponer”, puntualiza la experta.
Para David Banda, consultor político y de Gobierno, un portavoz del régimen es necesario, pero aclara que se debe ajustar el perfil de la persona que vaya a ejercer esta función.
“Un Gobierno que atraviesa reformas y conflictos necesita un portavoz profesional, con conocimiento técnico, pero también con mayor capacidad de escucha, manejo de crisis y relación inteligente con la prensa. Más que eliminar el cargo, lo saludable sería repensar el estilo y buscar a alguien que mantenga la firmeza del mensaje, pero que al mismo tiempo sea capaz de generar puentes y no solo resistir los golpes”, sostiene Banda.
Para el analista, Carolina Jaramillo tuvo “luces y sombras”, pues el cargo se creó, sobre todo, para ordenar la comunicación del Gobierno, centralizar el mensaje y darle un rostro técnico a decisiones complejas. En esa lógica, dice, sí cumplió parcialmente el objetivo: “Mantuvo disciplina en el discurso, defendió las medidas económicas y asumió costos políticos que otros ministros no quisieron asumir”.
“Desde el punto de vista de blindar al Gobierno, fue funcional”, destaca David Banda; sin embargo, evalúa que por el otro lado de la balanza, el estilo comunicacional de Jaramillo fue muy confrontativo con los medios y con ciertos actores sociales.
“En lugar de construir confianza, muchas veces se percibió como alguien que levantaba muros más que puentes. Un vocero puede y debe sostener la línea política del Gobierno, pero si el tono es demasiado defensivo o agresivo, termina cerrando espacios de diálogo y alimentando la polarización”, examina el experto.
Por su parte, para la experta en comunicación política, académica e investigadora Caroline Ávila Nieto, siempre se espera que un portavoz tenga una relación cordial con los medios de comunicación y tienda un puente para traducir la política pública en una conversación pública, sin embargo, precisa, Carolina Jaramillo no logró ninguno de estos objetivos, pues emitió anuncios que no necesariamente fueron noticia y no marcó agenda.
La docente también observa que “Jaramillo trató mal a algunos medios y periodistas, usando tonos, formas no adecuadas, acentos y sarcasmo”.
“Quien esté en ese cargo debe cuidar la relación con los medios y el valor de su palabra, que sea coherente. Es lamentable que siendo una profesional con una carrera las haya desgastado de esa manera”, lamenta.
Ávila agrega que un cambio en la vocería del Gobierno de Noboa era necesario, incluso, añade, fue tardío, pues le hizo daño a la campaña electoral para el referéndum y consulta popular; por lo tanto, el Ejecutivo debe analizar si es necesaria una renovación.
“Si su palabra no es creíble, la confianza en la información se pierde y, por lo tanto, su rol también. En este momento Jaramillo se había ganado esa fama de que tiene información incompleta, que no quiere responder a las preguntas que le hacían, pasando a ser parte del aparato propagandístico del Gobierno”, examina.
La experta sostiene que sería interesante si la secretaria de Comunicación de la Presidencia, Irene Vélez, o el nuevo ministro de Gobierno, Álvaro Rosero, quien es comunicador, asumen la vocería.
Algunos impases de Carolina Jaramillo con la prensa y actores políticos
Hizo alusión a los periodistas Martín Pallares y Roberto Aguilar tras un editorial en diario Expreso que criticaba su gestión. “La última vez que me mordió un perro me vacuné y aprendí que los animales traumados son peligrosos. Pobres perros, suelen quedarse aislados o con pocos iguales a ellos. Y no, no hablo de perros”, escribió en sus redes.
Tras este hecho, hubo un intercambio de palabras con el periodista Galo Arellano, quien la retó públicamente a que responda a sus preguntas en una rueda de prensa.
Durante su gestión se prohibió el ingreso al periodista Enrique Alcívar, por haber, supuestamente, violado los protocolos de la casa presidencial al grabar en uno de los pasillos de Carondelet.
Tuvo un conflicto en redes sociales con el alcalde de Cuenca, Cristian Zamora, por un presunto incumplimiento de una sentencia judicial ambiental en esa ciudad.
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