La idea de Washington es contrarrestar a China con un polo tecnológico de avanzada mucho más cercano y que pueda abastecer tanto al mercado del país norteamericano como a cualquier otra demanda.
El futuro es ahora y pasa, al menos en los planes, por Brasil. A finales de octubre aterrizó en el gigante latinoamericano una amplia e importante delegación encabezada por el Departamento de Estado y el EXIM Bank, el organismo oficial de crédito del gobierno de los EEUU, junto a gigantes tecnológicos como Google, Nvidia, Meta y Cloudfare. El encuentro tuvo lugar en la prestigiosa Universidad Estatal de San Pablo (USP). La idea presentada al parterre de especialistas es crear en Brasil un polo tecnológico para desarrollar y producir semiconductores, más conocidos como chips, con tecnología avanzada para abastecer no sólo el mercado interno, sino también el mundial, comenzando por Estados Unidos. Los semiconductores son pequeños procesadores que se utilizan en la tecnología de los teléfonos móviles, la informática avanzada, los drones y los equipos militares. Se han convertido en el corazón palpitante del mundo moderno.
Durante la reunión, la delegación estadounidense trató temas como la transferencia de tecnología y la financiación de la producción local. Precisamente durante la pandemia que paralizó la producción y las exportaciones, Brasil, como el resto del mundo, se enfrentó a una escasez de chips que obligó a la industria a ralentizar su producción. En 2021, durante el gobierno de Bolsonaro, se liquidó la única fábrica de semiconductores de Brasil y del hemisferio sur, el Centro Nacional de Tecnología Electrónica Avanzada (CEITEC). La liquidación en el gobierno Lula fue posteriormente suspendida. Creado en 2008 en Porto Alegre, sur de Brasil, el CEITEC cuenta con 180 empleados de alta tecnología que se vieron reducidos a producir únicamente chips para el rastreo de ganado y los peajes de las autopistas. El centro fue liquidado debido a su gestión financiera. A pesar de haber recibido cerca de 600 millones de reales entre 2010 y 2018, unos 122 millones de dólares, acumuló una pérdida de 160 millones de reales (33 millones de dólares) en el mismo período. La propuesta que llega del exterior podría, por tanto, permitir a Brasil pasar página y mirar con más esperanza a un sector tan codiciado como el de los semiconductores a través de un proyecto internacional, liderado por los principales actores globales. Sólo el año pasado, el sector de los semiconductores movió 592.000 millones de dólares en todo el mundo.
El tema toca de cerca a Estados Unidos, que en su guerra, sobre todo comercial, con China busca nuevas alternativas, teniendo en cuenta también las amenazas geopolíticas recibidas de Pekín hacia su aliado Taiwán, baluarte mundial en este segmento específico de la producción. Y que Washington está interesado lo demuestra el hecho de que durante la visita de Lula a Joe Biden en Estados Unidos, el pasado febrero, la secretaria de Comercio norteamericana, Gina Raimondo, abordó personalmente el asunto con el presidente brasileño. En agosto de 2022, la administración Biden aprobó la llamada Ley CHIPS y Ciencia, un paquete de medidas por valor de 52.700 millones de dólares para revitalizar la industria de los semiconductores. Transcurrido un año, aún no se han entregado los fondos a los distintos gigantes del sector, que se han quejado por ello. “Empezaremos a dar fondos a finales de este año”, declaró Gina Raimondo en agosto, “estamos presionando a nuestro equipo para que vaya rápido, pero sobre todo para que haga las cosas bien”. El timing del viaje a Brasil hace presagiar, por tanto, que el paso de la teoría a la práctica será breve.
Y no es casualidad que la reunión se celebrara en la universidad pública más prestigiosa del país, la USP. El mundo de la investigación académica e industrial en Brasil es, de hecho, uno de los sectores más vibrantes para los chips en estos momentos. El Centro de Investigación Avanzada Wernher von Braun de Campinas, en el estado de San Pablo, por ejemplo, trabaja en el concepto de “fabless”, es decir, la producción de chips en espacios reducidos sin fábricas, en el sentido tradicional del término. Se trata de prototipos de minifábricas de chips en espacios de 40 m x 40 m que pueden producir semiconductores en cualquier lugar, ya sea en centros de investigación, parques tecnológicos o industrias.
La propuesta de EE.UU. para Brasil se integra en toda la región. La semana pasada, en la Cumbre de APEP, (The Americas Partnership for Economic Prosperity), un programa estadounidense de cooperación con las Américas, del que Brasil no forma parte, los países participantes debatieron sobre semiconductores y energías limpias, entre otros temas. “Tenemos la intención de hacer de las Américas la sede de las cadenas de valor y suministro regionales más competitivas, inclusivas, sostenibles y resilientes del mundo”, afirmaron en una declaración conjunta. Por supuesto, Brasil tendrá que lidiar con la alta competitividad de México, que además de ser el octavo fabricante mundial de electrónica también produce chips (exportó 720 millones de dólares en semiconductores en 2021). Pero la demanda mundial es tan gigantesca que realmente hay lugar para todos.
El proyecto presentado en la USP es, por tanto, una excelente oportunidad para Brasil, por varias razones. En primer lugar, se crearán nuevos puestos de trabajo, pero sobre todo se profesionalizarán determinados sectores ocupacionales. El resultado podría ser un nuevo estímulo para el mundo laboral, que históricamente adolece de falta de especialización en Brasil. Además, el alcance internacional del proyecto y la presencia de socios tecnológicos globales pueden evitar una mala gestión local. De hecho, según la prensa brasileña, el gobierno no ha tenido hasta ahora una estrategia clara en materia de semiconductores. Recientemente, la Secretaría de Desarrollo Tecnológico e Innovación consiguió obtener del Congreso la prórroga del Programa de Apoyo al Desarrollo Tecnológico de la Industria de Semiconductores (PADIS) hasta 2026. Con este programa, el Planalto espera obtener hasta el equivalente de dos millones de dólares anuales en desgravaciones fiscales para el sector. El problema es que los paneles fotovoltaicos también se han incluido en el PADIS, perdiéndose así el objetivo principal del programa.
Por lo tanto, la propuesta estadounidense también tiene el potencial de forzar al mundo de la política a un debate de mayor envergadura, el de un plan estructurado y a largo plazo para la industrialización del país. Por último, Brasil podrá desafiar la hegemonía depredadora de China, que el viernes pasado inauguró en Cuba el Parque Industrial China-América Latina (CLIP), un polo de ciencia y tecnología en el que participan 53 empresas chinas, pero sobre cuyos objetivos no se han divulgado detalles. Xi Jinping, durante la visita de Lula a Pekín el pasado abril, había propuesto acuerdos con Brasil en el sector de los semiconductores, pero si el gigante latinoamericano acepta la financiación estadounidense, según el Chips Act, no podrá hacer nada con China en el frente tecnológico durante 10 años. “Los beneficiarios del Chips Act”, dijo Gina Raimondo en su presentación, “tendrán que firmar un acuerdo que limite su capacidad de ampliar la capacidad de fabricación de semiconductores en países extranjeros que consideremos sensibles durante un periodo de 10 años después de recibir el dinero”. La Secretaria de Comercio estadounidense, aunque no nombró en ningún momento a China, añadió también que los beneficiarios “no podrán participar en actividades conjuntas de investigación o concesión de licencias tecnológicas con una entidad extranjera de un país sensible que impliquen tecnologías o productos sensibles”.
Cabe recordar que Brasil está experimentando una ola de innovación tecnológica en algunos sectores que promete dar importantes resultados. El pasado viernes, el presidente del Banco Central de Brasil, Roberto Campos Neto, afirmó que la autoridad monetaria introducirá la inteligencia artificial (IA) en el sistema financiero del país de aquí a 2025. “El objetivo”, dijo, “es utilizar la IA para que el proceso financiero sea mejor para las personas”. Esta sería la etapa final de un proceso de innovación en el sistema financiero brasileño, que comenzó con el Pix, un sistema de transacciones instantáneas, y continuó con la banca abierta, es decir la integración de datos entre bancos, y la internacionalización de la moneda, a saber, nuevas regulaciones para facilitar las transacciones internacionales. El Drex, es decir la creación de una moneda nacional, el real totalmente digital, es el último proyecto junto con la introducción de la inteligencia artificial en la que está trabajando el Banco Central. Y que el impulso tecnológico en Brasil sea favorable lo demuestra también la percepción de los ciudadanos de a pie. Un reciente estudio de Getty Images, uno de los gigantes mundiales de la fotografía, realizado en 25 países y sobre una muestra de más de 7.000 encuestados revela que los brasileños son los más interesados en la Inteligencia Artificial. Cuatro de cada seis de ellos creen que la IA tendrá un impacto positivo en sus vidas.
Fuente: Infobae