Formar una familia es, para muchas personas, un anhelo que atraviesa sus vidas. En algunos casos, la elección apunta a criar a un solo hijo, por el deseo consciente de centrar recursos, atención y amor en una persona. No obstante, esta realidad también puede ser el resultado de circunstancias imprevistas o de desafíos personales que pueden incluir problemas de salud, dificultades económicas o decisiones relacionadas con la carrera y el estilo de vida, entre otros factores.
Según Alice Goisis, profesora asociada de demografía y subdirectora de investigación del Centro de Estudios Longitudinales de University College London, ser hijo único ha sido objeto de estereotipos y malentendidos a lo largo de la historia.
De acuerdo a lo repasado por la experta en un artículo institucional, el psicólogo Stanley G. Hall, hace más de un siglo, calificó audazmente el ser hijo único como una “enfermedad en sí misma”. Aunque sus opiniones han sido ampliamente cuestionadas, el estigma persiste.
Goisis realizo una investigación y sugirió algo sorprendente: contrario a la creencia popular, los hijos únicos no difieren en carácter y sociabilidad de aquellos que tienen hermanos. De hecho, en pruebas cognitivas, estos niños mostraron resultados similares a aquellos que crecen con un hermano. Pero, ¿qué impulsa estas similitudes y diferencias?
“Si es padre de un hijo único, es posible que le haya preocupado cómo crecer sin hermanos puede afectar las habilidades sociales de su hijo. Pero las investigaciones han descubierto que los hijos únicos no son diferentes de sus compañeros que tienen hermanos en lo que respecta al carácter y la sociabilidad”, postuló Goisis.
Y sumó: “Mi propia investigación con colegas encontró que al observar el desempeño de los niños en las pruebas cognitivas, los hijos únicos tienden a ser similares a los niños que crecen con un hermano. Queríamos descubrir si las diferencias o similitudes de los niños con niños con hermanos y hermanas podrían tener más que ver con las características de sus padres que con si tienen hermanos o no”.
“Solo el desarrollo cognitivo de los niños a los 11 años se ve más afectado por factores como la relación de sus padres y el estatus socioeconómico de su familia que por el hecho de si tienen hermanos y hermanas —amplió Goisis—. Los recursos financieros y emocionales que hay en el hogar en general podrían importar más para determinar los resultados de la vida de los niños que con cuántos niños necesitan compartir estos recursos”.
Tras difundir sus hallazgos, Goisis considera que los hijos únicos “son comparables en términos de personalidad, relación con sus padres, logros, motivaciones y adaptación personal” respecto de niños que tienen hermanos.
Para llegar a estas conclusiones, Goisis se basó en datos de estudios de cohortes británicos que rastrearon a más de 58 mil niños nacidos en diferentes décadas, desde 1946 hasta 2001. Estos datos ofrecen una visión detallada de la vida de estos chicos, incluyendo la educación de los padres, la clase social y, por supuesto, la estructura familiar.
Al analizar los resultados de pruebas cognitivas realizadas a los participantes a los 10 u 11 años, se encontró que los hijos únicos, no sólo se comparaban favorablemente con aquellos de familias con dos hijos, sino que a menudo superaban a aquellos con dos o más hermanos. Sin embargo, esta “ventaja” del hijo único parece haber disminuido con el tiempo, siendo menos pronunciada en el grupo nacido en 2001, según Goisis.
Entonces, ¿qué nos dice todo esto sobre la narrativa de ser hijo único? “Tener o no hermanos no tiene un gran impacto, o al menos tiene un impacto menor en comparación con otras características familiares. Es hora de alejarse de la perspectiva de que los niños únicos son un grupo único que comparte rasgos particulares. Este cambio en nuestro enfoque sobre cómo vemos y estudiamos a los niños únicos no sólo aumentará nuestra comprensión sino que también ayudará a desacreditar los estereotipos que aún persisten en la sociedad en general”, destacó la autora.
Infobae analizó esta perspectiva junto a la psicóloga y escritora Beatriz Goldberg, especialista en relaciones de pareja, familiares y de crianza. “El hijo único a menudo tiene una mala reputación. Se tiende a pensar en él como un individuo narcisista y caprichoso al que se le consiente en todo. Es común escuchar comentarios como ‘pareces hijo único’ o ‘es que es el único’, cuando alguien muestra un comportamiento egoísta o hace un berrinche. Sin embargo, esta percepción ha evolucionado, por suerte”, introdujo la especialista.
Y ahondó: “El hijo único puede desarrollar habilidades de liderazgo y tener una gran destreza en diversas áreas. Es fundamental estimularlo, enseñarle a compartir y guiarlo para que elija su propio camino sin presiones excesivas. Aunque no tenga hermanos con quienes compartir su día a día, tiene la oportunidad de hacer muchos amigos y ser sociable”.
Para Goldberg, en algunos casos, “el hijo único enfrenta una presión distinta, ya que sobre él recaen las expectativas y demandas afectivas de sus padres. No es como en una familia numerosa donde cada hijo puede tener un rol diferente; en el caso del hijo único, se espera que cumpla con todo. En cambio, cuando hay hermanos, siempre hay compañía”.
“Es cierto que el hijo único puede sentirse más solo, y por eso es esencial que tenga compañía, ya sea de primos o amigos. Es importante que no pase todo el tiempo frente a una pantalla y que se le ofrezcan actividades variadas. Muchas parejas optan por tener un solo hijo, ya sea por decisión personal o por circunstancias de la vida. Es crucial entender y adaptarse a las necesidades del niño, ofreciéndole estímulos y oportunidades para interactuar con otros”, sugirió la psicóloga.
Por su parte, la licenciada en Psicología de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) Josefina Saiz Finzi (MN 2038) sostuvo en diálogo con Infobae: “El hijo único concentra las fantasías, deseos y temores que los padres proyectan de acuerdo a sus historias logros y frustraciones. Cuidar su desarrollo psíquico, emocional y cognitivo, reconociéndolo en su individualidad y capacidades propias, es fundamental. Ese hijo único no es cuidador de sus padres ni debe satisfacerlos por ocupar ese lugar; no se debe tratar de una sobreexigencia para desarrollar su subjetividad”.
“En cada hijo, ya sea único o no, se transfieren las experiencias vividas de los padres, así como el deseo de ser diferentes a sus propios progenitores. Tal vez esto se base en cómo fueron criados, siguiendo un modelo transgeneracional tanto consciente como inconsciente. Es posible pensar que la decisión de tener un solo hijo surja de múltiples motivaciones en los padres, partiendo del deseo de ver al hijo como una continuidad en la familia”, explicó Saiz Finzi.
Y resaltó que conocer la historia de vida de los padres “es esencial para el hijo, especialmente si es único. Es que hoy en día, se reflexiona sobre si el hijo único ocupa un lugar especial, asociado a la felicidad y al logro. O, si su concepción fue difícil, podría ocupar el lugar de un hermano que no está presente o que se enfermó. Lo más importante para fortalecer sus sentimientos de confianza y seguridad es saber que fue deseado y pensado antes de nacer. La relación con los padres se fortalece con amor, sin idealizar al niño ni sobrecompensarlo por ser el único”.
A su turno, Claudia Amburgo (MN 51787) médica psicoanalista, especialista en niños y adolescentes de APA, le dijo a Infobae que, en general, ya sea en el caso del hijo único o en familias con varios hijos, los niños dependen emocionalmente de sus padres y de su entorno. Losconflictos no resueltos de los padres pueden manifestarse en sus hijos y, a menudo, saltan generaciones: lo que no se dice en una generación, aparece en la siguiente”.
“Es importante entender las razones por las que cada familia decide tener el número de hijos que tiene. En Europa, por ejemplo, debido al alto costo de vida, muchas personas optan por no tener hijos o tener solo uno. A nivel global, la tendencia de tener más de dos hijos está disminuyendo. Sin embargo, los hijos únicos suelen tener mucha confianza en sí mismos”, reflexionó Amburgo.
Y añadió: “Es un mito pensar que los hijos únicos son caprichosos o malcriados. Aunque un hijo único puede sentirse especial por ser el que convirtió a sus padres en progenitores, es crucial que los padres no lo idealicen en exceso. Es fundamental establecer límites claros entre padres e hijos. Los padres no son amigos o hermanos de sus hijos. A veces, para enseñar a compartir, puede ser útil introducir una mascota en el hogar. Sin embargo, la educación y el comportamiento del niño dependen en gran medida de cómo actúen los padres”.
Según Amburgo, “hay niños con hermanos que pasan horas aislados jugando con videojuegos o computadoras, sin interactuar con sus hermanos. Puede haber celos entre ellos, pero un hijo único también puede sentir envidia de sus amigos que tienen hermanos. Es esencial entender que cada situación tiene sus pros y contras y que todos enfrentamos limitaciones en la vida”.
Otro profesional consultado por Infobae fue el psicólogo Alexis Alderete (MP 85367), quien afirmó que “cada familia es única, y la combinación de estos factores puede variar ampliamente de una situación a otra. En el pasado, las familias más grandes eran comunes y se valoraban en muchas culturas. Esto se debía en parte a necesidades económicas, donde más hijos significaba una mayor mano de obra para colaborar en las actividades de la familia; cada hijo tenía responsabilidades desde temprana edad, por ejemplo, para trabajar en la agricultura o en el sustento de la familia”.
“Sin embargo —dijo Alderete—, en las últimas décadas, las familias pequeñas se han vuelto más aceptadas debido a cambios sociales y económicos. Actualmente, la decisión de tener un solo hijo se basa en preferencias personales y circunstancias individuales. Además, es importante valorar que también se ha puesto más énfasis en la calidad de la crianza en lugar de la cantidad de hijos. Los padres modernos tienden a enfocarse en proporcionar una crianza más enriquecedora y atenta a las necesidades emocionales y cognitivas de sus hijos”.
Finalmente, la licenciada en psicología Nora Koremblit de Vinacur,miembro de APA y especialista en niños y adolescentes, reflexionó: “Tener un solo hijo puede deberse a diferentes factores, ya sea por decisiones personales o por motivos de salud. Esto hace que la mirada puesta sobre este hijo único no sea la misma. Si los motivos fueran por dificultad de tener más niños, es probable que la expectativa sobre este único hijo sea mucho más grande. Quizás tenga que reunir todas las condiciones de hijo frente a estos padres que también son únicos”.
“Se comprende que, a menudo, los hermanos pueden recibir distintas exigencias según el lugar que ocupen en la familia. En el caso de un hijo único, los errores y aciertos de las funciones parentales recaerán exclusivamente sobre él. Por ello, es esencial acompañarlo, sostenerlo y ayudarlo en su socialización para garantizar un desarrollo adecuado. Es crucial facilitar la socialización sin concederle todas las gratificaciones posibles, evitando convertirlo en un pequeño déspota. De lo contrario, podría surgir una marcada diferencia entre cómo es tratado en casa y sus expectativas al enfrentarse al mundo exterior, como la escuela, clubes o interacciones con sus pares”, cerró Koremblit de Vinacur.
Fuente: Infobae