Las personas que trabajan en el turno noche o en horarios extraños y comen a horas irregulares son más propensas a engordar y a padecer diabetes, probablemente debido a unos patrones alimentarios que no coinciden con la luz natural del día y con las horas en que la gente suele comer.
Pero, ¿es posible evitar los efectos nocivos de comer a esas horas “inusuales” a pesar de no ser biológicamente preferible? Un nuevo estudio de la Facultad de Medicina Perelman de la Universidad de Pensilvania dice que sí y aclara cómo sabe el cuerpo cuándo debe comer. El estudio, publicado en Science, explica cómo los investigadores descubrieron una conexión entre el reloj interno del hígado y los centros de alimentación del cerebro.
La investigación del equipo demostró que el hígado envía señales al cerebro a través del nervio vago, lo que permite al cerebro saber si se está comiendo a una hora que sigue el ritmo circadiano del cuerpo. Estas señales pueden verse alteradas por trabajar a horas inusuales. El cerebro se sobrecompensa y come en exceso a horas intempestivas.
“Comemos normalmente en momentos en que estamos despiertos y alerta, y este circuito proporciona retroalimentación desde el hígado al reloj central del cerebro que mantiene el sistema funcionando sin problemas”, dijo el autor principal del estudio, Mitchell Lazar, MD, PhD, director del Instituto de Diabetes, Obesidad y Metabolismo de Penn Medicine, y Profesor Ware de Diabetes y Enfermedades Metabólicas. “Esta retroalimentación se produce a través de una conexión nerviosa del hígado al cerebro”.
“Estos hallazgos abren la puerta a futuras terapias dirigidas a vías neuronales específicas para ayudar a quienes sufren trastornos metabólicos causados por horarios irregulares. Las investigaciones futuras deberán centrarse en qué tipo de señales químicas envía el hígado al nervio vago, para ayudarnos a comprender cómo afecta el hígado al cerebro y al organismo a través de esta comunicación”.
El estudio fue financiado por los Institutos Nacionales de Diabetes, Enfermedades Digestivas y Metabolismo, la Fundación JPB y el Instituto de Investigación Médica de Cox.
Fuente: La Nación