Por amenazas de otros reos, hace quince días, había pasado al pabellón 3, donde la madrugada del martes anterior se dio una masacre que lo dejó entre las 17 víctimas mortales contadas hasta este miércoles 13.
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Ese día, unos cuarenta reclusos de las alas 1 y 4, que serían miembros de Los Duendes, se tomaron el ala 3 del pabellón 3. Se fueron en contra de 32 privados de la libertad con el uso de pistolas, cuchillos y explosivos, según Fiscalía.
En medio de los incidentes, al menos quince personas quedaron heridas. Entre estos afectados hubo quienes se hicieron pasar por muertos, pero los atacantes se percataron de que algunos aún tenían vida, entre esos Jorge. Los atacantes volvieron y lo remataron con un arma blanca, dijo su suegra.
“Nunca esperamos esto. Le dieron 20 puñaladas. Hay personas descuartizadas, que les dieron para destrozar la cabeza, el cuerpo”, narró la familiar con base en lo dialogado y compartido con allegados de reos.
Desde la mañana del martes, familiares de Jorge, así como de otros reos, peregrinaron entre la cárcel, dos hospitales públicos y la morgue para conocer la identidad de los reos fallecidos y heridos en la riña.
El miércoles anterior, una familiar de otro reo asesinado les dio la alerta a la madre y suegra de Jorge sobre su presencia entre los cuerpos que ingresaron a la morgue. Le compartieron una foto y lo confirmaron.
La suegra de Jorge narró que “cosas de la vida” lo llevaron a la cárcel, específicamente un robo, y no estaba involucrado en delitos graves, como crímenes ni tráfico de droga.
Ella reveló que los reos ya habían sido amenazados anteriormente por otro grupo de reos de otras alas. “Él estuvo en otro pabellón, en el 5. Tuvo que dejar ese pabellón botado, porque de allá los botaron por amenazas. Hay bandas ahí metidas. Siguen las mafias”, dijo.
En su última llamada, cerca de la medianoche del lunes anterior, él se mantenía cercano a la búsqueda de la palabra de Dios y además requería un depósito de dinero para pagarles a otros reclusos por seguridad. Solía pagar distintos montos por semana, entre $ 50 y $ 80.
“Justamente a todos los del pabellón los mataron porque no tenían armas, no tenían cómo defenderse. Eran personas que no tenían cómo defenderse. Pagaban a personas para que los cuiden y no les hagan nada”, expuso y relató que los grupos delictivos persisten en busca de poder, a pesar de la presencia policial y militar.
El reo Jorge aspiraba a salir en libertad para trabajar por sacar adelante a un hijo de 4 años que justamente nació en la época cuando él cayó preso.
“Hay que purgar en la Penitenciaría; si no, nunca va a acabar esto”, relató la suegra de Jorge.
En la morgue, otro familiar acompañó a su expareja, que tuvo a dos hijos, de 31 y 32 años, entre las víctimas. En medio de los trámites, la mujer se desvaneció y el hombre asistió para reanimarla. Uno de sus hijos estaba por recuperar la libertad y esperaba una audiencia para su futura excarcelación. Y el otro tenía diez años de prisión.
Un abogado que acudió a la morgue se enteró allí por policías de que su representado, de 43 años, quien cumple una pena de dos años por tráfico de droga, constaba como herido en el hospital Monte Sinaí.
Él lamentó que no hay una fluidez en la información que se comparte con allegados para que no estén deambulando de un sitio a otro, y en prisión siguen mezclados todos los reos a pesar de los delitos cometidos. “No hay una clasificación correcta de presos; todos están entreverados. Incluso hay gente cristiana que no tiene nada que ver en problemas; van contra ellos, los más vulnerables”, lamentó. (I)
Fuente: El Universo