La migración se ha convertido en un tema crucial en las elecciones en Estados Unidos, Europa y otras regiones del mundo. Hay 281 millones de migrantes internacionales, que representa el 3,6 % de la población mundial.
El nivel de confrontación y las reacciones de violencia contra los migrantes nos deben preocupar, no solo porque son una clara violación de los derechos humanos, sino también por las enormes consecuencias socioeconómicas y de política internacional que conllevan.
La xenofobia es la manifestación más clara del odio y el racismo. La definición de xenofobia es el rechazo u odio al extranjero o al migrante, cuyas manifestaciones pueden ir desde el simple rechazo, pasando por diversos tipos de agresiones y, en algunos casos desembocan, inclusive en asesinatos.
Tristemente, el ser distinto racialmente, el tener un apellido de otro origen, el tener otra religión, puede provocar violencia en esta espiral de xenofobia.
La polarización por la migración exacerba los sentimientos y emociones que ponen a los migrantes como epicentro de todos los males que aquejan a las sociedades receptoras. Esas sociedades que estaban más que dispuestas a recibir a migrantes para desarrollarse y generar prosperidad, hoy cuestionan el ingreso de esos seres humanos que ayudaron a consolidar y mejorar sus economías y sociedades. Esas mismas sociedades que se beneficiaron de la mano de obra barata y del esfuerzo sin límites de migrantes de todos los confines del mundo, hoy están inducidas a expulsarlos, aislarlos y discriminarlos.
Los políticos más extremos piden no solo la eliminación de la migración, sino la deportación de refugiados, migrantes con documentos y hasta los que han adquirido la nacionalidad en esos países. Me impresiona que quieren cambiar la política de adquirir la nacionalidad por nacimiento en esos países.
No hay que olvidar que esa violencia contra los “otros” nos legó el holocausto de millones de judíos por su religión y otros millones por ser enemigos políticos o sencillamente diferentes y, por lo tanto, indeseables.
Las expresiones de miedo y fanatismo sorprenden. Inclusive hay candidatos que dicen que lo migrantes han cambiado el ADN de sus sociedades y que es necesario expulsar a millones de migrantes.
En un país como el Ecuador, que ha sido un país de refugio durante décadas, donde han migrado muchos por siglos, resulta inaceptable que etiqueten a nuestros compatriotas migrantes como “basura”, contaminantes genéticos, drogadictos y violadores.
No crean ingenuamente que por haber migrado, tener residencia y hasta ciudadanía en esos países, sus derechos están garantizados. Hay muchos políticos que están pidiendo la revocatoria a las nacionalizaciones y la deportación a sus países de origen. Lo sorprendente es que hay otros migrantes que los apoyen.
Todo esto debe ser contrarrestado con una política internacional inteligente, que busque los países aliados de donde provienen migrantes y se trabaje con los países receptores en políticas migratorias que permitan el respeto a los derechos humanos de los migrantes. (O)