Hay una escena de la película de Ratatouille que describe a la perfección lo que viví el miércoles 16 de octubre cuando me enteré de la muerte de Liam Payne. Coincide con la parte en la que el crítico de comida, Anton Ego, prueba un bocado y se traslada a su infancia. Bueno, me sucedió eso. Por un momento dejé de tener 27 años y volví a tener 15: estaba en segundo año del secundario y me había vuelto fanática de One Direction.
¿Lo primero que pensé? “Es una fake news”; “No puede ser”; “No hay chances”; “No puedo creerlo”. Todavía me acuerdo de la hora: las 18.06. Lo sé porque saqué una captura de pantalla de la noticia. Shockeada, corrí a encender la televisión. “¿Qué te pasa?”, me preguntó mi hermana. Sin poder hilar una frase, atiné a mostrarle el celular: “Se murió Liam”, le dije, incrédula.
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