Este fenómeno, agravado por la deforestación y las descargas de la hidroeléctrica Manduriacu, ha hecho que la navegación se convierta en una tarea cada vez más ardua, especialmente para las embarcaciones menores que dependen de la marea alta para realizar sus travesías.
Históricamente, el río Esmeraldas fue un importante vía de transporte para el comercio del cacao y el banano, llegando barcos hasta la capital esmeraldeña. Sin embargo, el relleno de un brazo del río para la construcción de viviendas ha exacerbado los problemas de inundación y sedimentación, según Betto Estupiñán, consultor en gestión de riesgo.
La propuesta de dragado del río, sugirida por la exalcaldesa Lucía Sosa y el concejal José Maffare, busca mitigar estos problemas. El proyecto, que abarcaría unos 33 kilómetros desde la parroquia Viche, también incluiría al río Teaone, afectado por desbordamientos recientes que han dejado a miles sin hogar.
Maura Oviedo de la Cámara de Pesquería de Esmeraldas menciona que «las embarcaciones pequeñas enfrentan serias dificultades para moverse en la dársena del puerto pesquero artesanal y en el delta del río». La Autoridad Portuaria de Esmeraldas (APE) ha iniciado un ambicioso proyecto de extracción de sedimentos, con la meta de extraer más de 800.000 metros cúbicos desde julio pasado, utilizando dragas y embarcaciones especializadas.
El impacto en el puerto marítimo ha sido significativo, reduciendo el tránsito de buques y la movilidad de carga. En 2023, el puerto solo atendió 46 naves, manejando 117.165 toneladas de carga, una cifra que refleja la disminución de la actividad portuaria.
En las desembocaduras del río, como en La Tola, las embarcaciones se quedan varadas, obligando a los lancheros a empujarlas manualmente para continuar su viaje. Este escenario no solo muestra la lucha diaria de los habitantes de la región, sino también la urgencia de intervenciones que vayan más allá del dragado, hacia una gestión sostenible del territorio y sus recursos naturales.
(DLH)