Conseguir un empleo ya era una gran noticia para la quiteña Elizabeth, de 25 años. Ella tiene una maestría en Marketing.
Se enteró de una vacante de analista de Comunicación Interna en noviembre de 2023. En ese proceso no fue la única contratada, también logró un puesto su compañero para el área de Marketing.
Elizabeth firmó un contrato emergente y para su compañero fue uno indefinido, el cual le daba mayor garantía de permanencia. Y el sueldo no era igual.
“Yo estaba en Comunicación Interna y él en Comunicación Digital. El esfuerzo era igual. Y el trabajo de él era más sencillo, porque trabajaba con la computadora y yo lo hacía con el público. También con los de producción. Era el mismo trabajo solo que con particulares diferencias, lo de él era muy automatizado”, cuenta la joven.
Elizabeth se decepcionó cuando supo que su compañero ganaba $ 500 más que ella. “Yo hacía un montón de cosas y por eso era mi indignación. Aparte de que tenía más funciones, trabajaba con el CEO de la empresa, hacía comunicados corporativos, me pagaban menos y mi contrato era otro. Yo sé que la culpa no era de él, sino más bien de mi jefa, quien sabía que hacíamos lo mismo, pero no era el mismo sueldo”, expresa.
Y no fue el único caso, Elizabeth tenía un amigo en esa empresa enfocada en el área alimentaria, el cual también sentía inconformidad. “Ganaba lo mismo que otra persona que recién llegó. Él tenía cuatro años y nunca lo reconocieron. Esta empresa se maneja por una política internacional de sueldos, la cual decía que debía haber igualdad, pero en la vida real no era así”, señala la mujer.
Diario El Uiverso