El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, por fin ha roto su silencio y se ha pronunciado por primera vez sobre las elecciones venezolanas, después de mantener una conversación telefónica de media hora con su homólogo estadounidense, Joe Biden.
“Es normal que haya controversia. ¿Cómo se resuelve esta pelea? Presentando las actas. Si contienen dudas entre la oposición y la situación, la oposición presenta un recurso de apelación y espera el proceso en los tribunales. Y habrá una decisión, que tendremos que acatar. Estoy convencido de que es un proceso normal, tranquilo”, afirmó el mandatario brasileño, que condicionó el reconocimiento del resultado a la presentación de las actas. “Cuando se presenten las actas y se confirme que son verdaderas, todos tendremos la obligación de reconocer el resultado electoral de Venezuela”, añadió.
Había muchas expectativas sobre la declaración de Lula dentro y fuera del país. A diferencia de Argentina, Chile y Uruguay, Brasil ha optado desde el inicio por la prudencia. Y la postura de Lula (hoy) confirma la línea seguida por su Gobierno desde la celebración de los comicios en Venezuela. El Ministerio de Asuntos Exteriores ya había comunicado que Brasil esperaría la publicación de las actas electorales para que el resultado pueda ser confirmado. Al mismo tiempo, vetó a la embajadora de Brasil en Caracas, Glivânia Maria de Oliveira, a que asistiera al evento en el que Maduro se declaró ganador.
“Soy amigo del César, pero soy más amigo de la verdad. Estoy buscando la verdad”
La postura de Lula ha sido consensuada con Celso Amorim, su asesor en asuntos internacionales, que el lunes se reunió en Caracas con Maduro. Antes del encuentro, Amorim recurrió a una adaptación de las palabras del filósofo griego Aristóteles para definir el objetivo de su viaje: “Soy amigo del César, pero soy más amigo de la verdad. Estoy buscando la verdad”. Durante la reunión, el diplomático reforzó su pedido de transparencia en el conteo de votos. Ya a su vuelta a Brasil, señaló que “todavía es pronto” para que su país se posicione sobre el resultado de las elecciones. El asesor especial de Lula también reiteró que el Gobierno esperará las actas de las mesas electorales para expresar su posición oficial.
Mientras tanto, el Partido de los Trabajadores (PT), fundado por Lula en 1980, ha optado por dejar de lado la cautela del Ejecutivo, y, este martes por la mañana, reconoció la victoria de Maduro a través de un comunicado oficial.
“Es importante que el presidente Nicolás Maduro, ahora reelegido, continúe el diálogo con la oposición, para superar los graves problemas de Venezuela, causados en gran medida por sanciones ilegales”, puede leerse en la nota del PT, encabezado por la diputada Gleisi Hoffmann.
Esta discrepancia ideológica entre el Ejecutivo y el partido de Lula coincide con la profunda división en el seno de la izquierda brasileña sobre la cuestión venezolana. Por un lado, está el ala más ortodoxa, que sigue apoyando sin reservas a Maduro (y a Ortega en Nicaragua). En el lado opuesto, está el pragmatismo de un Gobierno que no tiene mayoría en el Congreso y enfrenta una fuerte oposición interna y una severa polarización en el campo político.
De la sintonía a una relación cada vez más distante
La realidad es que la relación entre Brasil y Venezuela se ha ido desgastando progresivamente en los últimos meses. Ya quedó atrás la época de total sintonía, que empezó tras la llegada de Lula al poder en 2003. En aquel entonces, Venezuela enfrentaba una grave crisis política que desembocó en un fallido intento de golpe de Estado contra Hugo Chávez. Los sectores empresariales brasileños promovían un cierre patronal contra el Gobierno chavista. Lula impulsó el ‘Grupo de Amigos de Venezuela’, integrado por Brasil, Estados Unidos, México, Chile, España y Portugal, con el objetivo de fomentar el diálogo entre el Gobierno y la oposición de Venezuela. La acción de este grupo contribuyó a reducir las tensiones entre Chávez y el entonces presidente de EE. UU., George W. Bush.
En este ambiente de concordia, Brasil y Venezuela intensificaron sus intercambios comerciales. Datos del Gobierno brasileño revelan que las exportaciones brasileñas pasaron de 603 millones de dólares en 2003 a 5.100 millones de dólares en 2008, durante el segundo mandato de Lula. En 2013, bajo el mando de Dilma Rousseff, esta cantidad alcanzó los 6.000 millones de dólares, pero se desplomó en los años siguientes en medio de la nueva crisis económica en Venezuela, llegando a los 1.700 millones de dólares en 2022.
Sin embargo, las relaciones bilaterales también estuvieron ensombrecidas por sospechas de corrupción, como demuestra el caso de la refinería Abreu e Lima, en el Estado brasileño de Pernambuco, fruto de un acuerdo entre Petrobras y PDVSA, la petrolera estatal venezolana. Lanzado en 2005, el proyecto estuvo marcado por retrasos en la construcción y acusaciones de desvío de dinero público, y solo comenzó a operar en 2014. Además, la oposición brasileña siempre criticó los préstamos concedidos al país vecino a través del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES). En mayo de 2023, el Ministerio de Desarrollo, Industria, Comercio y Servicios estimaba que la deuda de Venezuela con el Gobierno brasileño sumaba 1.200 millones de dólares.
Los dos países empezaron a distanciarse tras el ‘impeachment’ de Rousseff en 2016, que llevó al poder a Michel Temer. El presidente venezolano calificó el proceso de golpe de Estado. Con la llegada al poder de Jair Bolsonaro, se produjo la ruptura total. En 2019, tras asumir el cargo, Bolsonaro dejó de reconocer a Maduro como presidente venezolano y aceptó a Juan Guaidó como presidente interino. Lula se propuso revertir esta situación diplomática en el inicio de su tercer mandato. En enero de 2023, tan solo 19 días después de asumir su cargo y pocos días después de los ataques contra la Plaza de los Tres Poderes de Brasilia, Lula reestableció la embajada brasileña en Caracas y declaró su apoyo el Gobierno de Maduro, que lleva 11 años en el poder.
Desde entonces, el mandatario brasileño se ha prodigado para sacar a Venezuela del aislamiento internacional y devolverle el protagonismo político y regional perdido en los últimos años. En mayo de 2023, Maduro visitó Brasilia para la cumbre de líderes sudamericanos, algo que no ocurría desde 2015. El líder venezolano mantuvo un encuentro bilateral con Lula y posaron juntos ante las cámaras. En un ademán de cordialidad, el mandatario brasileño le preguntó: “¿Cuántos años pasaste escuchando a la gente decir que Maduro era un mal hombre?”. El líder venezolano respondió: “Muchos años”. Aquel día, Lula habló de momento “histórico” y reconoció que “peleó mucho” con Gobiernos que no reconocían a Maduro como presidente de Venezuela. También destacó que su Gobierno buscaría la “plena integración” entre ambos países.
Lula también afirmó que había prejuicios contra el país vecino y que Brasil fue criticado por ser amigo de Venezuela. Pero su declaración más polémica y más criticada por la oposición fue: “Creo que a Venezuela le corresponde mostrar su narrativa, para que efectivamente pueda hacer que la gente cambie de opinión. (…) Necesita construir su narrativa, y creo que, en base a todo lo que hablamos, su narrativa será mejor que el discurso que han construido contra Usted”.
En octubre del año pasado, Lula y Maduro volvieron a hablar, esta vez por teléfono, sobre varios asuntos, incluidas las elecciones de este año. Lula también abordó las negociaciones entre Venezuela y Estados Unidos para suspender las sanciones económicas impuestas por Washington, que según el Gobierno brasileño “afectan a la economía y a la población civil” de Venezuela.
En diciembre, hubo otra conversación telefónica entre ambos líderes en un momento marcado por la fuerte tensión entre Venezuela y Guyana por la disputa territorial del Esequibo, una región rica en petróleo y oro que está siendo reclamada por el Gobierno de Maduro. Lula expresó su preocupación por la crisis, hizo un “llamamiento al diálogo” y se postuló como mediador entre ambos países en la disputa, una propuesta que agradó Maduro, según el Gobierno brasileño.
Sin embargo, a lo largo de los últimos meses se produjo un cierto enfriamiento. El cambio de rumbo quedó evidente el pasado 1 de marzo, cuando Lula y Maduro se reencontraron en la VIII Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), en San Vicente y las Granadinas. El mandatario brasileño intentó por la vía diplomática que Venezuela cumpliera el Acuerdo de Barbados, que en octubre de 2023 estableció que se celebrasen elecciones transparentes
Preocupación por inhabilitación a opositores
Lula estaba preocupado después de que la líder de la oposición en Venezuela, María Corina Machado, viera su candidatura a la Presidencia bloqueada por la Corte Suprema. Además, en febrero la activista Rocío San Miguel fue arrestada considerada “terrorista” y “traidora a la patria” por el Gobierno de Maduro. Las tensiones con la Guyana también adquirieron otra dimensión: asesores de Lula alertaron que Brasil no apoyaría ninguna “aventura” de Maduro para intentar anexar el territorio del Esequibo. Al mismo tiempo, el Gobierno brasileño reforzó su presencia militar en la frontera.
A finales de marzo, Lula volvió a pronunciarse sobre las elecciones venezolanas durante la visita a Brasil del presidente de Francia, Emmanuel Macron, y condenó el veto a la candidatura de la principal opositora de Maduro, la profesora Corina Yoris. “Es grave que la candidata no haya podido ser registrada. No fue prohibida por la justicia. Me parece que fue al lugar e intentó utilizar la computadora local y no pudo entrar. El dato concreto es que allí no hay una explicación jurídica, política, se prohíbe a un adversario ser candidato. Quiero que las elecciones se hagan como las que hacemos aquí en Brasil, con la participación de todos. Quien quiere participar, participa; el que pierde, llora, el que gana, ríe; y así la democracia sigue”, afirmó Lula en Brasilia.
Tras el boicot a la candidatura de otro candidato de la oposición, Manuel Rosales, Venezuela empezó a ser visto como un vecino incómodo para Lula. El distanciamiento entre los dos líderes se amplificó el 17 de julio, después de que Maduro advirtió que el país podría enfrentar un “baño de sangre” y una “guerra civil” si la oposición ganaba las elecciones. Lula reconoció que estaba “asustado” por esta declaración y señaló que el presidente venezolano debía aprender que, cuando se pierde una elección, hay que respetar el resultado y “marcharse”. “Ya le he dicho dos veces a Maduro, y Maduro lo sabe, que la única posibilidad de que Venezuela vuelva a la normalidad es tener un proceso electoral que sea respetado por todo el mundo”, aseguró Lula.
La respuesta del líder venezolano aclaró que con sus palabras, altamente cuestionadas a nivel mundial, no se había referido a que estuviera amenazando con un “baño de sangre”, e insinuó que lo que había querido decir es que este vendría de la mano de la oposición y respondió tajante: “El que se asustó, que se tome una manzanilla”.
Al día siguiente, Maduro pasó al contraataque y afirmó que las elecciones brasileñas no son auditadas, reproduciendo el argumento usado por Bolsonaro para atacar el sistema de voto electrónico de Brasil. Enseguida, el Gobierno de Brasil habló de “provocación irrespetuosa” y destacó que Maduro no aportó pruebas. Por su parte, la presidenta del Tribunal Superior Electoral (TSE), Cármen Lúcia, defendió que “las urnas y las elecciones brasileñas son auditadas desde el inicio del proceso hasta su final”. Acto seguido, el TSE, que en el año pasado inhabilitó políticamente a Bolsonaro, decidió dar marcha atrás y no enviar observadores para monitorear las elecciones venezolanas, entre cuestionamientos de transparencia en los comicios tras la inhabilitación a otros observadores internacionales.
Ahora queda por ver cómo evoluciona la situación política en Venezuela y cómo se posicionará el país más grande de América Latina frente al nuevo escenario. Por lo pronto, el Centro Carter, una de las pocas organizaciones independientes autorizadas para monitorear la votación en Venezuela, ha pospuesto la publicación del anunciado informe electoral y ha retirado a sus empleados del país, en medio de una ola de violentas protestas. El Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil, por su parte, ha emitido una alerta de seguridad para los ciudadanos brasileños que viven en Venezuela, una señal de que existe una real preocupación de que la situación pueda escalar.
Fuente: France 24