Las festividades a menudo nos invitan a sentarnos frente a mesas rebosantes de platillos tradicionales. Si bien la preocupación por los deslices culinarios es común, los expertos aseguran que estos excesos puntuales no representan una amenaza duradera para nuestra salud digestiva. La clave está en mantener la perspectiva y disfrutar del momento.
El organismo, un campeón de la adaptación
Es natural que durante las épocas de celebración consumamos un poco más de lo habitual en periodos cortos. Sin embargo, nuestro cuerpo está maravillosamente diseñado para manejar estas ocasiones especiales sin consecuencias graves a largo plazo. La profesora visitante de Kinesiología, Nutrición y Salud, Bryn Beeder, explica que el sistema digestivo posee los mecanismos necesarios para procesar carbohidratos, proteínas y grasas, transformándolos en energía vital.

Cuando nos excedemos en la ingesta, el proceso digestivo tiende a ralentizarse. El tracto gastrointestinal requiere un tiempo adicional para descomponer el mayor volumen de comida, especialmente las proteínas y grasas, lo que resulta en una sensación de saciedad prolongada.
Esta digestión más pausada es la responsable de esas molestias transitorias tan comunes después de un banquete: sensación de llenura, acidez, dolor abdominal, náuseas, gases e hinchazón. Incluso la fatiga puede hacerse presente, ya que nuestro cuerpo destina la mayor parte de su energía a la digestión.
Es interesante notar que nuestro cuerpo ya se prepara antes de empezar a comer, aumentando la producción de saliva y ácido gástrico. Así, la energía concentrada en el sistema digestivo tras una comida abundante explica la sensación de cansancio generalizado.
Según Beeder, estos síntomas son efímeros y demuestran la increíble capacidad de adaptación de nuestro organismo, siempre y cuando la alimentación general se mantenga equilibrada el resto del año.
Trucos sencillos para un confort digestivo
Minimizar las molestias digestivas tras excesos es más fácil de lo que parece. Los especialistas recomiendan mantener una posición erguida después de comer, ya que recostarse puede agravar la acidez y el malestar estomacal.
Lo ideal es permanecer de pie o sentado por al menos dos o tres horas tras una comida copiosa. Una caminata ligera de 10 a 15 minutos también puede ser de gran ayuda, estimulando el movimiento natural del sistema digestivo y mejorando el flujo sanguíneo hacia el tracto gastrointestinal, lo cual facilita el avance de los alimentos hacia el intestino delgado.

Estos consejos, ofrecidos por Beeder, se centran en aliviar las molestias sin recurrir a medidas extremas. Es fundamental evitar la automedicación o los ayunos compensatorios, promoviendo una relación saludable con la comida. No hay una necesidad fisiológica real de «castigarse» o «compensar» por una sola noche de disfrute.
El banquete festivo: un placer que nutre el alma
Las preocupaciones después de una comida festiva a menudo vienen de la mano de la culpa alimentaria. Bryn Beeder aclara que un día de indulgencia no genera un aumento de peso permanente ni altera significativamente nuestra salud física. Sin embargo, la culpa recurrente sí puede afectar negativamente nuestra relación con la comida y con nuestro propio cuerpo. Es vital recordar que los alimentos no tienen una carga moral y que debemos huir del lenguaje que los tacha de “buenos” o “malos”.
En estas fechas, compartir la mesa va mucho más allá de la nutrición; cumple una función emocional insustituible. Los aromas y sabores de las recetas familiares nos transportan a recuerdos profundos, ya que el cerebro asocia estos estímulos con la memoria y las emociones. Comer en fiestas es nutrir lazos afectivos y crear memorias duraderas.

Según la especialista, el verdadero valor de las comidas festivas reside en el placer de compartir, la compañía y el sentimiento de pertenencia que fortalecen nuestras tradiciones. Al elegir alimentos que nos reconfortan y nos conectan con nuestra historia personal, alimentamos tanto el cuerpo como el espíritu.
Un exceso ocasional, en el contexto de las celebraciones, no pone en peligro nuestra salud a largo plazo. Por el contrario, suma valiosos momentos de alegría y recuerdos que trascienden lo puramente nutricional. Entender que un desliz puntual no compromete nuestro bienestar nos permite disfrutar plenamente de estos encuentros, priorizando la conexión humana, el bienestar colectivo y la construcción de memorias inolvidables junto a nuestros seres queridos.
Fuente: Infobae