La presencia de mercurio en el atún claro ha encendido las alarmas en los últimos tiempos. Este metal pesado, un contaminante natural cuya concentración se ve agravada por la actividad industrial, tiende a acumularse en los organismos marinos de mayor tamaño y longevidad. El atún claro, dada su posición privilegiada en la cadena alimentaria oceánica, es uno de estos peces que, a lo largo de su vida, puede absorber cantidades significativas de mercurio.
El metilmercurio, la forma más común de este elemento en el pescado, representa un riesgo para el sistema nervioso, afectando de manera particular a los fetos en desarrollo, bebés y mujeres embarazadas. Las entidades sanitarias a nivel mundial han emitido advertencias sobre la exposición prolongada a altas dosis de este metal, alertando sobre posibles problemas en el desarrollo cognitivo y alteraciones neurológicas.
La nutricionista de renombre, Blanca García, subraya la importancia de ser un consumidor informado al adquirir productos enlatados. Es fundamental distinguir entre las distintas variedades de atún y ser conscientes de la carga de mercurio que cada una puede portar. Expertos en alimentación y organizaciones de consumidores señalan que el consumo desmedido de especies con altos niveles de mercurio podría desembocar en serios problemas de salud pública.
Claves para elegir atún de forma segura
Los especialistas en salud y nutrición coinciden en la relevancia de revisar detenidamente la información nutricional de las etiquetas. Datos como el tipo de atún, la región de pesca y las fechas de envasado y consumo preferente son cruciales. Las autoridades sanitarias recomiendan evitar aquellos envases que presenten ambigüedad o no especifiquen claramente la especie de atún utilizada. Frecuentemente, se mezclan diferentes tipos bajo la denominación genérica de “atún claro”, dificultando la identificación de los niveles de mercurio. Por ello, optar por marcas que garanticen el origen y la especie es una estrategia fundamental para garantizar la seguridad alimentaria.
Otra recomendación valiosa para minimizar la exposición al mercurio es diversificar el consumo de productos marinos. Incluir en la dieta especies de menor tamaño como sardinas, anchoas o caballa, o bien pescados blancos, permite disfrutar de los beneficios nutricionales del mar sin incrementar significativamente el riesgo de ingesta de contaminantes. Las directrices de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y las agencias sanitarias nacionales sugieren que las mujeres embarazadas y los niños limiten el consumo de atún claro a una porción semanal, mientras que para la población general se aconseja una ingesta moderada y prudente.
La visión de los expertos en nutrición
Profesionales de la nutrición, como la mencionada Blanca García, insisten en el impacto negativo que el consumo de pescado contaminado con mercurio puede tener en la salud. Hacen un llamado a la responsabilidad de los productores para informar de manera transparente y a los consumidores para que puedan seleccionar el producto adecuado con confianza en el punto de venta. Los nutricionistas promueven un enfoque equilibrado que valore los aportes del pescado –fuente indispensable de proteínas y ácidos grasos esenciales– al tiempo que se previenen los riesgos asociados a la acumulación de metales pesados.

La orientación general de los especialistas se centra en potenciar la educación alimentaria, destacando las diferencias entre especies y la importancia de priorizar aquellas con una menor concentración de mercurio. Como bien apunta Blanca García, la clave reside en “fijarse bien” al momento de la compra, lo que implica investigar sobre las distintas denominaciones comerciales y las prácticas de la industria pesquera.
Fuente: Infobae