FOMO vs ROMO: ¿Te agobia o te alivia desconectarte?

En la era digital, la noche avanza, las luces se apagan, pero nuestros dedos no descansan. Seguir deslizando, darle un «me gusta» más, o leer ese último mensaje se ha vuelto un ciclo casi interminable. Sumado a esto, la constante necesidad de estar al tanto de noticias, novedades y opiniones, incluso sobre temas que de pronto adquieren una importancia desmesurada, nos mantiene en vilo.

Esta actividad nocturna deja de ser un placer para transformarse en una extraña compulsión: la imperiosa necesidad de estar enterado de todo, de participar en cada conversación virtual. El malestar se asoma, la angustia de sentir que «si pasa algo y no me entero…» nos domina.

La Raíz del Fenómeno: FOMO

Este sentimiento contemporáneo tiene nombre propio y hasta un acrónimo: FOMO, que en inglés significa «fear of missing out», o lo que es lo mismo, el miedo a quedarse fuera. Lo que podría sonar a broma, es una realidad palpable en nuestra sociedad.

Recordemos la escena de aquella señora en la televisión antigua, pendiente de una señal estática por temor a perderse una noticia. Hoy, esa imagen se materializa en un torrente de información digital, a menudo vacía de contenido verdaderamente significativo.

El fenómeno conocido como ROMO, o alivio de perderse experiencias digitales, se vincula con una sensación de bienestar y menor dependencia de la validación social, según observaciones clínicas y estudios recientes (Freepik)

En la práctica clínica, trastornos del sueño y estados de hipervigilancia constante son cada vez más comunes. La ansiedad, el insomnio y el malestar anímico que genera esta búsqueda incesante se retroalimentan, especialmente cuando buscamos información sobre salud, bienestar o los últimos dispositivos tecnológicos, creando una paradoja donde la búsqueda misma agrava el problema.

El Espejo Social: Influencers y la Mirada Ajena

El FOMO va más allá de la simple curiosidad; es la preocupación latente de que otros, especialmente los influencers, vivan experiencias valiosas de las que nosotros estamos ausentes. Sus vidas parecen extraordinarias, impulsándonos a mantenernos conectados permanentemente para no «quedar atrás». Es, en esencia, una versión moderna del antiguo temor a ser excluido del grupo.

Esta «tribu» digital muta constantemente, y la necesidad de estar atento a sus señales nos mantiene en un estado de alerta perpetua. Como si un «gran hermano» nos observara, pero en este caso, son los demás quienes ejercen esa vigilancia.

«El infierno son los otros»,
Jean-Paul Sartre

La mirada ajena se convierte en una unidad subjetiva que nos cuestiona, impulsándonos a una conducta repetitiva de autoinfligirnos «trauma» al buscar más y más, sintiéndonos siempre al margen de lo que hacen los demás. Este círculo vicioso se traduce en más tiempo de pantalla, mayor ansiedad, síntomas depresivos y peor calidad de sueño, afectando especialmente a jóvenes y adolescentes.

La adicción a la información y la presión social de los influencers agravan los trastornos de sueño y el malestar emocional  (Imagen Ilustrativa Infobae)

En adultos, el miedo se centra en noticias clave, movimientos económicos o laborales. El trasfondo emocional es el mismo: la convicción de que el mundo seguirá avanzando sin nosotros si nos desconectamos un instante, empujándonos a una carrera sin fin en nuestra jaula virtual.

Argentina, por ejemplo, se ha convertido en un «laboratorio» de hiperconectividad, con ciudadanos pasando horas frente a pantallas y redes sociales. Lo que antes era un signo de modernidad, hoy muchos lo describen como un agotamiento crónico.

Ayuno Digital y el Surgimiento del ROMO

Ante este escenario, los protocolos de ayuno digital ganan terreno. El FOMO, irónicamente, ha impulsado la difusión de conceptos como el «ayuno de dopamina» o el «ayuno digital», de la mano de tendencias como el ayuno intermitente.

El FOMO representa un factor de riesgo clínico, mientras que el ROMO actúa como un factor protector para la salud mental (Imagen ilustrativa Infobae)

Ahora emerge un nuevo fenómeno: ROMO, que significa «Relief of Missing Out». En lugar de miedo, hablamos de alivio por perderse cosas. Pasar del miedo al alivio es una declaración de principios, un camino hacia la abstinencia de comportamientos adictivos y la liberación del estado de alerta constante.

Decidir no responder a una polémica, no entrar en discusiones inútiles en comentarios o incluso ignorar un agravio en redes sociales, se vive no como apatía, sino como alivio. Es reconocer lo imposible y tóxico de querer estar en todo lugar al mismo tiempo. Es darle un respiro a nuestro «aparato digestivo digital».

El cuerpo y la mente anhelan espacios de ausencia, silencios, momentos que respeten nuestros ciclos biológicos. Estudios controlados confirman que reducir o suspender el uso de plataformas digitales por un tiempo genera mejoras medibles en el estado de ánimo, la ansiedad, la calidad del sueño, e incluso la autoestima.

Relevamientos internacionales y estudios meta analíticos muestran que la sobreexposición digital contribuye al cansancio emocional y a una disminución en la percepción de bienestar y satisfacción personal 
(Imagen Ilustrativa Infobae)

Periodistas y escritores como Kyle Chayka ya se preguntan si hemos llegado al aburrimiento de «postear», sugiriendo que «esto ya no es divertido». El declive paulatino y sostenido del uso de redes sociales desde 2022, según el Financial Times, refuerza esta idea.

La generación Z (nacidos entre 1997 y 2012) lidera este movimiento, no por postear menos, sino por elegir no postear, por salir de las redes y redescubrir formas de interacción más directas, sin sentir que la vida se les escapa.

Paradójicamente, mientras las generaciones más jóvenes se alejan de las redes, otras generaciones mayores las adoptan con mayor intensidad. Este fenómeno social refleja un replanteamiento profundo de la identidad, el bienestar y la felicidad.

El Espacio Digital y el Resurgir de lo Humano

Un estudio meta-analítico reciente confirma que el uso de redes sociales impacta negativamente cuando se trata de la comunicación genuina con seres humanos reales. Las redes, diseñadas para fomentar la interacción, han mutado, dejando poco espacio a lo verdaderamente humano.

El FOMO, o miedo a quedarse afuera, impulsa la hiperconectividad y la ansiedad en la era digital  (Freepik)

El término «enshittification», popularizado por Cory Doctorow, describe la decadencia de las plataformas, donde el contenido generado por bots de IA y la manipulación masiva dejan un espacio cada vez menor para la interacción humana auténtica. Salir de este espacio devenido tóxico se convierte, entonces, en una elección consciente.

La Adicción: Una Forma de Esclavitud

Estamos ante un cambio de paradigma: no se trata de borrar nuestras cuentas y mudarnos a una cabaña sin wifi, sino de dejar de ser esclavos de la tecnología. La etimología de «adicto» nos recuerda que significa esclavitud.

Encontrar formas más sanas de navegar esta era digital, donde factores básicos como la alimentación, el ejercicio y el sueño tienen un impacto crucial, es fundamental. Evaluar tiempos, grado de compromiso y tipo de actividad en la vida digital guarda paralelismos interesantes con estos modelos de vida saludable.

Así como el FOMO surge cuando la «dieta digital» se vuelve exclusiva y la autovaloración depende de un consumo constante, el ROMO aparece como una sensación de alivio al no estar permanentemente saturado.

Al igual que conocemos nuestros ritmos y alimentos convenientes según nuestra edad y estado general, el uso saludable de las redes será aquel que genere bienestar, no esclavitud, urgencia o malestar.

Los periodos de abstinencia digital ayudan a combatir la ansiedad, depresión y trastornos del sueño l(Imagen Ilustrativa Infobae)

Estrategias para un Uso Saludable

El ayuno y la abstinencia digital pueden devolvernos una saludable sensación de autocontrol. Quizás, en lugar de buscar nuevas prácticas en línea, debamos aplicar aquellas que nos sientan bien.

Para personas con cuadros de ansiedad, depresión o trastornos del sueño, el ROMO puede ser parte de un protocolo terapéutico. No es un mandato moral, sino un aporte clínico valioso.

No todo lo nuevo es intrínsecamente malo, ni todo lo antiguo debe ser descartado. Redescubrir maneras de interactuar sin respuestas inmediatas o notificaciones permanentes ayuda a romper la sensación de urgencia.

La amistad existía antes de los grupos de WhatsApp; aburrirse no era una patología; perderse algo no equivalía a desaparecer.

Recontextualizar prácticas del pasado puede ser un avance, similar al interés por modelos de salud y longevidad alejados del consumo constante de estímulos. Tolerar el silencio ajeno y, sobre todo, permitirse el propio, puede ser tan eficaz como un retiro espiritual.

En términos clínicos, el FOMO es un factor de riesgo, y el ROMO, un factor protector. En términos humanos, FOMO es vivir persiguiendo la vida de los otros; ROMO es empezar a habitar la propia. Es abandonar la sensación de correr detrás de algo inalcanzable y comprender que la vida implica perderse muchas cosas, y eso está bien.

* El doctor Enrique De Rosa Alabaster se especializa en temas de salud mental. Es médico psiquiatra, neurólogo, sexólogo y médico legista.

Fuente: Infobae

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