Las ultramaratones, desafíos que van más allá de los 160 kilómetros, son escenarios donde la resistencia humana se pone a prueba hasta su máxima expresión. No se trata solo de mover las piernas incansablemente; es una batalla que se libra en los planos físico y mental.
Mientras la gran mayoría de los deportistas alcanza su techo ante el agotamiento extremo, un grupo selecto de atletas parece desafiar la lógica, manteniendo el paso cuando los músculos claman por descanso y la concentración se disipa. Pero, ¿cuál es el secreto detrás de estos «superhombres» y «supermujeres» de la pista?
Un análisis profundo revela que la capacidad para las distancias extremas es el resultado de una compleja interconexión entre predisposiciones biológicas innatas, adaptaciones fisiológicas logradas a través del entrenamiento y una férrea disciplina forjada a lo largo de años de dedicación.
La Base Molecular de la Resistencia
A nivel microscópico, la clave de la resistencia se encuentra en la arquitectura celular. El biólogo evolutivo, Scott Travers, explica que la eficiencia es el factor primordial. Los corredores de élite poseen una mayor proporción de fibras musculares de contracción lenta, idóneas para mantener esfuerzos prolongados en lugar de generar potencia explosiva.

Además, sus músculos están enriquecidos con mitocondrias, las verdaderas centrales energéticas de la célula. Esta abundancia determina no solo cuánto tiempo pueden sostener un esfuerzo, sino también la eficacia con la que lo hacen. La fisiología de estos atletas favorece notablemente la quema de grasa como fuente de energía, evitando así los temidos bajones súbitos que merman al deportista promedio.
La ciencia ha identificado la influencia hereditaria en esta maquinaria biológica. Una investigación publicada en Biology of Sport destaca la importancia del gen PGC-1α, crucial para potenciar la producción de mitocondrias y el desarrollo de fibras musculares de contracción lenta. Ciertas variantes de este gen son más comunes entre los atletas de resistencia, sugiriendo una adaptación genética que favorece el entrenamiento.

Otros genes entran en juego en procesos vitales como la eficiencia en el uso de grasas, la densidad de los vasos sanguíneos en el tejido muscular y la respuesta cardíaca ante el estrés prolongado. Si bien el impacto individual de cada gen es modesto, su combinación puede inclinar la balanza hacia una durabilidad excepcional.
Circulación y Oxigenación: Claves Cardiovasculares
La capacidad de transportar y utilizar el oxígeno es tan vital como la fuerza muscular. Un estudio en el que participó Travers investigó un gen clave para la regulación de la presión arterial y el flujo sanguíneo: el gen de la enzima convertidora de angiotensina (ECA o ACE). Su conocido polimorfismo I/D juega un papel en cómo circula la sangre durante el ejercicio intenso.
Se ha observado que una de sus variantes se asocia con un rendimiento de resistencia superior, posiblemente por optimizar la vasodilatación y, consecuentemente, el suministro de sangre oxigenada a los músculos. Sin embargo, es importante recalcar que sus efectos son sutiles y no definen por sí solos el éxito atlético.

Los avances en genética confirman una idea fundamental: la resistencia extrema no responde a un único «gen maestro», sino a la suma de múltiples contribuciones genéticas que, en conjunto, marcan la diferencia entre un corredor promedio y un atleta capaz de hazañas extraordinarias.
El Arte de Controlar el Sufrimiento
En las ultramaratones, la gestión del dolor y la respuesta del cuerpo a la inflamación pueden ser incluso más determinantes que la pura potencia física. Una investigación publicada en Frontiers in Physiology revela que, si bien la percepción del dolor, la recuperación muscular y la inflamación varían entre individuos, en los ultramaratonistas se observan patrones distintivos.
Algunos corredores experimentan un menor daño muscular ante esfuerzos similares, otros metabolizan las sustancias inflamatorias con mayor celeridad, y algunos manifiestan una menor sensibilidad a las señales de dolor. Estas diferencias, a menudo con raíces genéticas, influyen en la respuesta inmunitaria y los mecanismos de reparación del cuerpo.

La economía de carrera añade otra capa de complejidad. Según un estudio analizado por Travers, la energía que un corredor consume está influenciada por factores como la longitud de las extremidades, la rigidez de los tendones y el control neuromuscular.
Más Allá del ADN: El Papel del Entrenamiento y la Mente
A pesar de la influencia genética, la predisposición no es suficiente para cruzar la meta de una ultramaratón. El experto subraya que el entrenamiento es un transformador más potente que cualquier gen. Años de acumular kilómetros, progresivamente, permiten que el organismo automatice ritmos, optimice la gestión energética y se adapte a un estrés sostenido.
La mente juega un papel igualmente crucial. La habilidad para gestionar el ritmo, mantenerse motivado, regular emociones y tolerar la repetición del malestar moldea profundamente la experiencia del ultramaratonista. Estos rasgos se cultivan a través de la experiencia, el entorno y la propia historia de vida.
En conclusión, Scott Travers afirma que la genética establece el punto de partida, pero no el destino final. La verdadera resistencia se edifica con incontables horas de esfuerzo, una disciplina inquebrantable que trasciende el cansancio y una relación particular con el sufrimiento. Es en esta simbiosis entre biología y voluntad donde reside la capacidad de superar los límites humanos convencionales.
Fuente: Infobae