En un mundo cada vez más acelerado y digitalizado, un análisis reciente destaca las excepcionales fortalezas mentales desarrolladas por quienes crecieron en las décadas de los sesenta y setenta. Estas capacidades, que la psicología moderna considera cada vez menos comunes, han sido elogiadas por su relevancia en el contexto actual.
Contrario a la idea de que el avance tecnológico intrínsecamente fortalece la resiliencia humana, los expertos sugieren que a menudo puede tener el efecto contrario. El entorno de vida más simple y, en muchos aspectos, más exigente de las generaciones de los 60 y 70, resultó ser un caldo de cultivo ideal para forjar un carácter robusto. La ausencia de pantallas omnipresentes y la escasez de distracciones incentivaron la asunción temprana de responsabilidades, cultivando así habilidades como la paciencia y la autonomía.
Nueve Pilares de Fortaleza Mental Forjados en la Experiencia
El estudio identifica nueve cualidades mentales distintivas en estas generaciones:
- Paciencia ante la Incertidumbre: En una era de comunicación lenta, la planificación y la constancia eran esenciales. Esto enseñó a aceptar la espera, manteniendo la serenidad frente a lo imprevisto, lo cual favorece una toma de decisiones más pausada y meditada.
- Regulación Emocional: La toma de decisiones se basaba en la lógica y el pragmatismo. Los expertos denominan a esta habilidad «regulación emocional», la capacidad de experimentar emociones intensas sin que estas dicten el comportamiento. Investigaciones de 2025 asocian el autocontrol infantil con mayor bienestar y menores niveles de ansiedad en la adolescencia.
- Contentamiento: Haber crecido con menos bienes materiales y expectativas de cambio constante fomentó la satisfacción con lo que se tiene. Este enfoque pragmático parece ser un escudo contra la envidia y la ansiedad que a menudo acompañan la búsqueda incesante de novedades.
- Locus de Control Interno: La creencia en la propia capacidad para influir en los resultados de la vida es notable. A diferencia de la tendencia actual a atribuir los acontecimientos a factores externos, estas generaciones confiaron en el esfuerzo y la disciplina como motores de sus logros.
- Tolerancia al Malestar: La vida cotidiana implicaba esperas, aburrimiento y la necesidad de reparar objetos. Esta exposición controlada al malestar forjó flexibilidad emocional y resiliencia a largo plazo.
- Resolución de Problemas Prácticos: Reparar electrodomésticos, usar mapas de carreteras o gestionar malentendidos sin comunicación instantánea desarrolló una confianza basada en la superación autónoma de dificultades.
- Posposición de la Gratificación: La habilidad de esperar por una recompensa fomenta el autocontrol, reduce la impulsividad y aumenta la satisfacción a largo plazo. Un metaanálisis de 2020 destaca que la autorregulación infantil predice mejores resultados académicos y de salud mental en la edad adulta.
- Concentración Sostenida: Antes de Internet, leer durante horas, escribir cartas o escuchar discos completos fortalecieron la capacidad de atención, en contraste con la fragmentación actual.
- Gestión Directa de Conflictos: Sin la posibilidad de recurrir a mensajes instantáneos o bloquear interlocutores, el diálogo cara a cara enseñó a interpretar el lenguaje corporal, escuchar activamente y expresarse con claridad.
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El Legado de una Educación Basada en la Experiencia
Si bien no se idealizan las décadas de los sesenta y setenta, reconociendo sus propias dificultades e injusticias, la forma en que estas generaciones afrontaron la vida sigue siendo motivo de admiración. La fortaleza mental que cultivaron no se basó en talentos innatos, sino en la práctica constante de hábitos sencillos y en la confrontación directa de retos cotidianos.
La principal lección que estas generaciones pueden transmitir es que el progreso tecnológico no garantiza necesariamente una mayor fortaleza personal. De hecho, puede debilitar cualidades esenciales como la paciencia o la autonomía. Sin embargo, estas capacidades no han desaparecido, sino que permanecen latentes. Pueden ser recuperadas a través de la voluntad, la disciplina y la decisión consciente de ralentizar el ritmo de vida. La resiliencia, concluye el análisis, no nace del confort, sino de la experiencia y la perseverancia ante las adversidades.
Fuente: Infobae