Una diferencia de 23,4 puntos es lo que hasta ahora se obtiene entre el sí y el no sobre la interrogante D de la instalación de una asamblea constituyente, la que se traduce en elaborar una nueva constitución.
Hasta las 16:30 de este 17 de noviembre de 2025, el no se aventaja en esta pregunta con el 61,7 % frente al sí con el 38,3 % a nivel nacional. Solo quedaban pendientes 450 actas, de acuerdo con la página web del Consejo Nacional Electoral (CNE).
Para la analista política y docente de la UDLA Sofía Guerrero, la diferencia de más de 23 puntos revela un rechazo estructural al proyecto de reforma constitucional impulsado por el Ejecutivo.
“Este resultado expresa que la ciudadanía no percibe condiciones de estabilidad, legitimidad ni madurez institucional para iniciar un proceso constituyente”, dice.
Y en términos politológicos, Guerrero señala que un margen tan amplio indica la presencia de un voto de contención, donde el electorado evita modificar el marco institucional en contextos de alta incertidumbre: “La propuesta gubernamental no logró construir consenso ni credibilidad, y el electorado optó por la opción menos disruptiva.
En tanto que para la politóloga Madeleine Molina, esta distancia de puntos responde a la defensa de los derechos ganados en “luchas históricas” que fueron plasmados en la Constitución del 2008.
“La narrativa del Gobierno actual, de que la inseguridad que vivimos es el resultado del garantismo que tenemos gracias a la Constitución de Montecristi, no caló en todos los ciudadanos”, sostiene.
Además, Molina enumera otra forma de pensar de los electores que prefirieron el no:
Los que están plenamente convencidos de que la Constitución del 2008 sigue siendo la mejor.
Los que no están convencidos de la Constitución del 2008, pero no creen que una nueva sea necesaria porque se pueden hacer reformas o enmiendas.
Los que votaron por el rechazo al gobierno de Noboa y al sistema de partidos, porque llamar a una asamblea constituyente implicaba nuevas elecciones y otra ideológica constitucional.
Guerrero afirma que los votantes, en esta pregunta de la constituyente, evaluaron costos, riesgos y beneficios incluso bajo información incompleta.
“En este caso, la ciudadanía consideró que abrir un nuevo proceso constituyente generaría más costos que beneficios inmediatos, especialmente en materia de seguridad, economía y gobernabilidad. Y lejos de ser un voto impulsivo, parece responder a un aprendizaje histórico: Ecuador ha vivido múltiples procesos constituyentes y conoce sus efectos políticos y económicos. La población optó por la estabilidad institucional”, opina Guerrero.
Molina, en cambio, piensa que los ecuatorianos sí pensaron por sus derechos y en el no deseo de que fueran modificados, es decir, una regresión de los ya ganados.
“Pero más allá de eso, el voto por el no fue una gran respuesta al descontento y a la desconexión que tiene el Gobierno con los padecimientos de la ciudadanía, con esto queda comprobado que el marketing político no puede reemplazar una eficiente gestión y los resultados que deben darse del mismo”, asegura.
Y añade que la población quiere presencia, permanencia y protección, ver sus necesidades cubiertas y no “narrativas pasajeras”.
Pregunta de constituyente no es de voto en plancha, fue selectivo
Esta pregunta es la que más margen en diferencia de puntos tiene en comparación con las otras tres interrogantes del referéndum y consulta popular.
Guerrero cree que en esta pregunta el voto fue más reflexivo y selectivo. “Esto sugiere que los ecuatorianos distinguieron entre reformas menores y una transformación total del orden constitucional. En ciencias políticas, esto se interpreta como un voto diferenciado, donde el elector discrimina entre niveles de impacto y no se guía únicamente por alineamientos partidarios”, explica.
Y este comentario lo apoya Molina, quien señala que hubo un desencanto en decidir en polaridad. “Los que votaron por el sí es porque apoyan a la gestión de Noboa sin cuestionamientos, pero los que votaron por el no se vieron muy influenciados por todo el debate que apareció en redes sociales, que no solo era por parte de los activistas o figuras de la Revolución Ciudadana, sino de los mismos movimientos sociales, indígenas, trabajadores, estudiantes universitarios”, añade.
Y otro factor, de la poca confianza en esta pregunta, según Molina, es el poco tiempo para la campaña electoral y de qué manera lo hacían.
“Los spots hechos con inteligencia artificial mostrando una tortuguita llorando por una posible base militar en Galápagos es una pieza para analizar. Presentan animación de símbolos e íconos representativos del Ecuador. Aquí hubo un triunfo de la ciudadanía que frenó posibles abusos”, expresa Molina.
Cansancio electoral
Que la ciudadanía esté cansada de ser convocada a una elección fue otra de las razones para que ganara el no, de acuerdo con Guerrero y Molina.
“Refleja un agotamiento electoral. La participación continuada en procesos electorales frecuentes tiende a reducir la disposición ciudadana a involucrarse en decisiones complejas”, menciona Guerrero.
La también especialista en comunicación estratégica afirma que los ecuatorianos experimentan saturación política, económica y emocional, y desarrolla un rechazo creciente a mecanismos plebiscitarios “utilizados para resolver disputas de élite”.
Síntesis que sustenta Molina. Dice que el desgaste es evidente porque los procesos y consultas no dan los resultados esperados. “Una posible constituyente implicaba elegir asambleístas constituyentes y ya era demasiado para un país que está luchando por salir adelante”, resalta. (I)