Este martes, el exfutbolista inglés David Beckham fue oficialmente nombrado Caballero de la Orden del Imperio Británico por el rey Carlos III, durante una ceremonia celebrada en el histórico Palacio de Windsor. El reconocimiento se otorga “por sus servicios al fútbol y a la sociedad británica”, consolidando así la figura de Beckham no solo como ícono deportivo, sino también como referente de compromiso social y orgullo nacional.
El nombramiento, que había sido anticipado tras su inclusión en la lista de honores navideños del monarca en diciembre pasado, permitirá al exjugador añadir el título de “Sir” a su nombre, uniéndose a una prestigiosa lista de leyendas del fútbol británico.
Visiblemente emocionado, Beckham expresó su gratitud y orgullo por el reconocimiento:
“No podría estar más orgulloso. La gente sabe lo patriótico que soy, amo a mi país. Siempre hablé de lo importante que es la monarquía para mi familia. Tengo la suerte de haber viajado por el mundo y la gente solo quiere hablar conmigo sobre nuestra monarquía. Me pone muy orgulloso.”
Actualmente, Beckham es propietario del Inter Miami, club de la MLS, y mantiene una estrecha relación con el fútbol internacional y con figuras como Lionel Messi, a quien recientemente felicitó por su renovación con el conjunto estadounidense.
El exjugador del Manchester United, Real Madrid, LA Galaxy y la Selección Inglesa también ha mostrado en reiteradas ocasiones su admiración por la Casa Real. El año pasado se describió como un “enorme realista” y fue designado embajador de la Fundación del Rey, organización sin fines de lucro dedicada a la educación y al desarrollo sostenible, fundada por el entonces Príncipe de Gales en 1990.
Con esta distinción, Sir David Beckham se suma a una lista de honor que incluye a leyendas como Sir Bobby Charlton, Sir Alex Ferguson, Sir Kenny Dalglish, Sir Matt Busby, Sir Stanley Matthews, Sir Bobby Robson y su excompañero de la selección, Sir Gareth Southgate.
El fútbol inglés celebra así a uno de sus grandes embajadores, un deportista que trascendió el campo de juego para convertirse en símbolo de elegancia, compromiso y orgullo británico.