A casi dos horas de Quito se encuentra la cascada de Peguche, un santuario natural que para las comunidades indígenas es un río rejuvenecedor con poderes ancestrales para sanar.
Entre el sábado 1 y domingo 2 de noviembre, 2.500 turistas llegaron hasta esta zona para aprovechar una caminata de entre 8 y 15 minutos y contemplar la magia de la cascada, saliendo empapados de agua natural.
Esta cascada, que es un afluente del río Jatanyacu, es uno de los destinos más concurridos por cientos de conductores que no dudaron en descender de sus vehículos, pagar un precio de $0,50 y vivir una experiencia inigualable por sus senderos.
El camino empedrado, la basta vegetación, los árboles gigantes, el aire puro, el sonido del agua y la zona de camping, junto al murmullo de los niños y el silbido de los pájaros, marcaron una jornada impresionante, donde la alegría y las risas regresaron.
Liseth Guanoluiza, moradora de Sangolquí, volvió a Peguche a los ocho años y se impactó por su belleza y el buen estado de sus instalaciones.
“Las instalaciones están en perfecto estado. Han adquirido más atracciones que antes. Todo está muy bonito. Uno se distrae totalmente del estrés, del tráfico, es un ambiente completamente diferente”, apuntó Guanoluiza.
Dos puentes colgantes, a los pies de la cascada, permitieron a los turistas capturar esa foto inolvidable. Otros, más arriesgados, se acercaron hasta la pequeña llovizna que parecía inofensiva, pero más de uno terminó completamente mojado.
Luego, la cita era en la zona de camping. Diego López, ciudadano ibarreño pero residente en Santa Elena, había llegado desde la Península con toda su familia.
“Venimos a visitar a mi mami y estamos disfrutando de todo el camino. La carretera está en excelentes condiciones y aprovechamos para apreciar la naturaleza”, mencionó el ecuatoriano.
Diego se mostró impresionado por la respuesta de la gente para ayudar a Imbabura. Resaltó la amabilidad de las personas que atienden en restaurantes, locales e ingresos a los principales atractivos turísticos, lo que, según él, hace de Imbabura un paraíso.
La Cascada de Peguche guarda leyendas curiosas. La más atractiva es la de una paila de bronce escondida en una cueva dentro de la cascada.
La misma está cubierta por un tesoro y custodiada por dos perros negros. El diablo está sentado junto a la paila, con un plato de arena en sus manos.
Quien desee el tesoro deberá llevarse también el plato de arena y botar un grano día tras día. Cuando esta se acabe, el diablo podrá tomar el alma de la persona. (I)