Ecuador enfrenta una doble crisis en su sector lácteo. Por un lado, las paralizaciones registradas principalmente en Imbabura desde finales de septiembre de 2025 han provocado pérdidas millonarias y la destrucción de miles de litros de leche que no pueden llegar a los centros de acopio. Por otro, la eliminación del subsidio al diésel ha disparado los costos de producción en un sector ya golpeado por la pobreza rural, donde más del 60% de los productores viven bajo la línea de pobreza.
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Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), la industria láctea ecuatoriana registró ventas totales por USD 273 millones en 2023, con Pichincha liderando con USD 87,6 millones, seguida de Guayas con USD 80,7 millones. Sin embargo, estas cifras contrastan brutalmente con la realidad de los pequeños y medianos productores, quienes denuncian que menos del 10% de ese valor se queda en el campo, mientras luchan por sobrevivir con márgenes de apenas 6 a 8 centavos por litro de leche (Gráfico 1).
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La Encuesta de Superficie y Producción Agropecuaria Continua (ESPAC) de 2024 reporta una producción nacional diaria de 5,3 millones de litros, de los cuales 4,1 millones provienen de la Sierra, la región más afectada por las protestas actuales. Las pérdidas de casi 2 millones de litros en apenas diez días representan más de un tercio de la producción diaria nacional, un golpe devastador para aproximadamente 3.000 pequeños y medianos productores formales de un total de 12.000 registrados en las provincias más afectadas.
El impacto real de las paralizaciones
Las cifras oficiales hablan de pérdidas cercanas a los 2 millones de litros de leche y un impacto económico de USD 660.000 según el Centro de la Industria Láctea (CIL). Sin embargo, Francis Abad, Coordinador Nacional de “Fe por la Leche”, organización que representa a pequeños y medianos productores, cuestiona estas cifras y ofrece una perspectiva diferente de la realidad en el campo.
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“Considero que es una cifra muy alta y desproporcional, ya que en Imbabura se estaban dando salvoconductos para pasar, los productores tenían permiso y la leche entraba y salía sin novedad. En el resto de provincias no ha habido paralización a la circulación de productos agropecuarios”, señaló Abad en entrevista para GESTIÓN. El dirigente reconoce que la situación en Imbabura es crítica, pero asegura que en Chimborazo, Tungurahua, Cotopaxi, Pichincha y Cayambe la leche ha seguido circulando con relativa normalidad.
Lo que es innegable es la urgencia del problema. Los productores que logran almacenar leche solo pueden hacerlo por dos días si cuentan con tanques de refrigeración adecuados. “Si la leche pasa de 4 grados de refrigeración, empieza a descomponerse y ya no la reciben en ninguna parte”, explica Abad.
Pasado ese punto crítico, los productores enfrentan tres alternativas igualmente dolorosas: intentar hacer quesos o yogures (perdiendo su mercado habitual), donar la producción, o en el peor de los casos, usar la leche como abono para los pastos, una pérdida total que representa días o semanas de trabajo.
La economía de centavos: la precaria rentabilidad del sector lácteo
Detrás de las cifras millonarias de la industria láctea se esconde una realidad dramática: los pequeños y medianos productores sobreviven con márgenes de apenas centavos. Según Francis Abad, el costo de producción de un litro de leche oscila entre 34 y 38 centavos para el pequeño y mediano productor. La ley establece un precio mínimo de sustentación de 52 centavos, pero la realidad es que actualmente les pagan entre 42 y 44 centavos por litro.
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“Son centavos lo que se gana. Uno trata de ganar en la cantidad. Si tiene 100 litros y está ganando 6 centavos por litro, son USD 6 diarios. Si tiene que botar la producción de un día, se comió toda la ganancia del mes”, ejemplifica Abad. Esta matemática implacable explica por qué las paralizaciones, aunque sean parciales, resultan devastadoras para los productores.
Los datos del INEC revelan que mientras la industria generó ventas por USD 273 millones en 2023, la pobreza rural en Ecuador alcanza el 41,7%, casi tres veces la pobreza urbana (15,7%). La pobreza extrema en el campo es del 25,1%, siete veces superior a la urbana (3,5%). Estos números reflejan una distribución profundamente desigual de la riqueza generada por la cadena láctea (Gráfico 2).
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“El mercado lácteo mueve miles de millones de dólares, sin embargo, la pregunta es: ¿cuánto de esto se queda en el campo? Ni el 10%. Toda la utilidad se la llevan los intermediarios y los pasteurizadores, mientras a nosotros nos tiran el hueso”, denuncia Abad. Esta concentración de ganancias en los eslabones de procesamiento y comercialización deja a los productores sin capacidad de inversión ni de resistencia ante crisis como la actual.
La falta de relevo generacional es otra señal alarmante. “En el campo todos pasamos de 50 años, no hay relevo generacional. No hay jóvenes porque ven la pobreza de sus padres y el maltrato, y nadie quiere quedarse”, advierte el coordinador de Fe por la Leche. Esta realidad amenaza la sostenibilidad a largo plazo de la producción láctea nacional.
El golpe del diésel: cuando los costos suben y los precios se quedan
La eliminación del subsidio al diésel representa un golpe adicional a un sector ya debilitado. Francis Abad calcula que el impacto podría alcanzar el 20% de incremento en los costos si no se toman medidas. Sin embargo, el problema no es solo el diésel que consumen directamente los productores, sino el efecto en cascada sobre toda la cadena de costos.
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“Nos rebota por todos lados”, explica Abad. “Primero, los tractores. Pagamos entre USD 15 y USD 20 la hora de tractor, ahora ya nos quieren subir a USD 25 y USD 28, el transporte de la leche, que antes costaba 3 centavos por litro y ahora subirá. Tercero, todos los insumos: el balanceado empezó en USD 14 y ha alcanzado los USD 25, y seguirá subiendo”.
La propuesta de los productores es clara: subsidiar los tractores que trabajan en alquiler en el campo y las camionetas o camiones que transportan productos agropecuarios, similar al subsidio que se mantiene para el transporte urbano.
El problema se agrava porque mientras todos los costos suben, el precio pagado al productor se mantiene congelado desde 2012 en los 42 centavos, o apenas llega a 44 centavos en el mejor de los casos. “Todo el mundo sube, todas las cosas suben, pero nosotros, ¿quién nos va a subir? Nos van a seguir pagando 42”, lamenta el dirigente.
Esta dinámica explica por qué las protestas del campo tienen un componente de desesperación económica más allá de la simple oposición al alza del diésel. Los manifestantes, en su mayoría productores rurales, saben que con dos o tres días sin poder vender leche pierden la ganancia de todo el mes, pero aun así salen a protestar porque “su economía no da más”, según Abad.
Geografía de la producción: Pichincha y las provincias lecheras
Los datos de la ESPAC 2024 muestran que la producción láctea ecuatoriana está altamente concentrada en la Sierra, que aporta el 77,6% del total nacional con 4,1 millones de litros diarios. Pichincha lidera con 709.653 litros diarios (13,4% del total nacional), seguida de Chimborazo con 633.722 litros (11,9%) y Cotopaxi con 611.063 litros (11,5%). Estas tres provincias aportan más de un tercio de la producción nacional (Gráfico 3).
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Paradójicamente, Imbabura, que se ha convertido en el epicentro de las paralizaciones y los conflictos más graves, no es una de las principales provincias productoras de leche del país. Según los datos de la ESPAC 2024, Imbabura aporta apenas 126.675 litros diarios, lo que representa solo el 2,4% de la producción nacional. Sin embargo, su ubicación estratégica en el corredor vial que conecta las principales zonas lecheras del norte con los centros de procesamiento ha convertido a zonas como Otavalo, El Cajas y la vía Cayambe-Otavalo en puntos críticos de bloqueo.
Esta geografía explica por qué, según Abad, el impacto de las paralizaciones ha sido desigual. Provincias como Chimborazo, Tungurahua y Cotopaxi, que juntas aportan 1,7 millones de litros diarios (un tercio del nacional), han logrado mantener la circulación de su producción con relativa normalidad. “Hemos tenido reportes de los compañeros de Chimborazo, Tungurahua, Cotopaxi, Cayambe, y nos han indicado que no hay ningún problema. La leche del Carchi también estaba circulando. El problema es Imbabura”, señala Abad.
Un sector en la encrucijada: entre el mercado y la supervivencia
La crisis actual del sector lácteo ecuatoriano trasciende las paralizaciones y el alza del diésel. Es la manifestación de problemas estructurales profundos: la extrema concentración de las ganancias en los eslabones de procesamiento y comercialización, la ausencia de mecanismos efectivos para garantizar precios justos a los productores, y la falta de políticas públicas que protejan a un sector donde más del 60% vive en pobreza.
Las pérdidas económicas por el paro superan a las de octubre de 2019
La Cámara de Industrias y Producción (CIP) calculó que hasta el 4 de octubre las pérdidas totales por el paro ascendían a USD 70 millones, incluyendo todos los sectores. Sin embargo, para los pequeños productores lácteos, las pérdidas no se miden solo en dólares sino en la supervivencia de sus familias y la viabilidad futura de su actividad.
El reclamo de fondo es por precios mínimos de sustentación efectivos, una figura constitucional establecida en el artículo 335 de la Constitución ecuatoriana pero que según los productores no se aplica. “Si no hay precios mínimos de sustentación, van a desaparecer el campo”, advierte Abad. La posición de Fe por la Leche no es necesariamente favorable a las paralizaciones, pero sí comprensiva con la desesperación que las origina.
La encrucijada del sector lácteo ecuatoriano plantea preguntas fundamentales sobre el modelo de desarrollo rural del país: ¿Es sostenible un sector donde los productores sobreviven con centavos mientras la industria mueve cientos de millones? ¿Puede Ecuador garantizar su seguridad alimentaria si continúa la migración de jóvenes del campo a las ciudades? ¿Es posible construir un sector lácteo competitivo sin políticas públicas que equilibren la distribución del valor en la cadena productiva?
Las respuestas a estas preguntas determinarán no solo el futuro inmediato del conflicto actual, sino la viabilidad a largo plazo de un sector que alimenta a millones de ecuatorianos pero que paradójicamente mantiene en la pobreza a quienes lo sostienen.
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