Es miércoles y el personal de las fincas bananeras en Los Ríos —que ya sabe de un foco de Fusarium en El Oro— se triplica para ese día de embarque en la hacienda Marina Inés, en la parroquia Zapotal del cantón Ventanas. Unos 60 hombres y mujeres empiezan a las 06:00 a cargar el contenedor que irá al puerto de Guayaquil y de ahí zarpa a Chile.
Los racimos llegan en convoyes de 20 a 25 unidades a través de carruchas por un camino que atraviesa la plantación, uno tras otro son desflorados, revisados, saneados, fumigados, pesados, etiquetados y embalados. Entre el vaivén del trabajo manual se conversa de fútbol, novelas y otras aficiones:
− ¿Sí viste las noticias, que ya hay Fusarium?
− Si eso se riega nos jodimos
−¿Cuánto se demorará en llegar acá?
Son los comentarios de ese día no solo esa finca de 40 hectáreas, sino en otras aledañas.
El ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca, Danilo Palacios, confirmó el lunes 22 de septiembre de 2025 el primer foco de Fusarium raza 4 tropical (R4T) detectado en Ecuador después de seis años desde que la enfermedad llegó a países de la región.
El Gobierno espera que transcurran 30 días desde la detección del primer foco para —si no hay otro— declarar que el Fusarium está contenido.
Pero como dicen en el campo: el que espera desespera y de todas maneras existe preocupación, confirma Franklin Torres, propietario de la finca y miembro de la Asociación de Bananeros de Los Ríos (Asoban) y de la Federación Nacional de Bananeros del Ecuador (Fenabe). Mientras supervisa las labores en la finca, el dirigente productor califica la situación de “muy complicada” y asegura que no exagera.
“No estuvimos preparados para el moko —Ralstonia solanacearum— y tampoco estuvimos preparados para el Fusarium, menos. En la realidad son dos enfermedades muy parecidas, de transmisión muy parecidas, de síntomas muy parecidos, con la única diferencia que en el moko tenemos alguna oportunidad, dos años, tres años y podemos volver a sembrar; con el Fusarium no, se acabó el banano”, sentencia.
Cambiar a variedades tolerantes costaría hasta $ 15.000 por hectárea
Y a pesar de que en el país desde el 2022 existen variedades tolerantes que están en observación, Torres cree que será muy costoso para un productor pequeño o mediano cubrir la inversión para el cambio de su matriz: de la variedad Cavendish a otras como el Formosana o el Gal de Rahan Meristem.
Como fincas pequeñas están catalogadas las de menos de 15 hectáreas, y como grandes las que tienen más de 100 hectáreas. Sin un censo que facilite cifras oficiales, Torres calcula que en Ecuador existen alrededor de 6.000 productores de banano. Según la Encuesta de Superficie y Producción Agropecuaria Continua (Espac) de 2023, el Ecuador tenía 184.034 hectáreas plantadas de banano a nivel nacional. Los Ríos concentra el 42,6 %. Desde esa fecha no ha habido una actualización de cifras.
De acuerdo con el productor, las cepas tolerantes que han llegado al país tienen una durabilidad de entre 4 a 5 años, por lo que al cabo de ese tiempo se debe renovar nuevamente la finca, lo que tiene un costo que bordea entre $ 10.000 a $ 15.000 por hectárea, lo que prácticamente dejaría fuera del mercado a los productores.
“Filipinas lo está haciendo, pero lo han hecho las transnacionales, obviamente con el costo de producción elevado que significa eso, trabajando con grandes poblaciones, de manera que esta forma de sembrar sea un poco más extensiva, pero no siempre se puede dar en todos los casos este tipo de siembras”, advierte.
A Torres le preocupa la temporada de lluvias que se acerca en noviembre y diciembre, pues asegura que las inundaciones son aprovechadas por este tipo de patógenos para ingresar a las fincas y “ahí no importa que se mantengan limpias las herramientas, las botas o cualquier otra medida de bioseguridad que se implementen en las fincas”. Todas estas medidas le representan al productor $ 0,25 por caja de banano producida, según Torres.
“El problema es si se inunda esa finca (donde está el foco del Fusarium en El Oro) y esas aguas llegan a otras haciendas, el patógeno va a viajar y no hay forma de contenerlo, es muy posible, así tengan todas las medidas de contención”, advierte.
Lo afirma por experiencia. Él y otros dueños de fincas vecinas han perdido un porcentaje de su producción por el moko que llegó a esas plantaciones, creen a través del agua del río que captaban para sus procesos.
En la hacienda San Paúl 1 y 2, también en el área de Zapotal, Juan Torres tiene el 5 % de sus 30 hectáreas afectado por la plaga. Al igual que su hermana Alexandra, 5 % de sus 25 hectáreas.
Se colocó plástico sobre el material vegetativo para acelerar su desintegración, además el área se cercó para no permitir el paso de personas y animales, se utilizó ceniza de cáscara de arroz que produce cilicio, aparte de sulfato de cobre, para el resto del área fuera del perímetro.
Como medida preventiva para evitar más casos de moko en sus plantaciones optó por invertir en un pozo, que le cuesta entre $ 70.000 y $ 80.000 y que ese miércoles estaban terminando de excavar. “Hacer el pozo cuesta $ 25.000, la instalación eléctrica cuesta otros $ 15.000, la bomba cuesta $ 10.000 y el resto se va en otras obras relacionadas”.
En la hacienda Marina Inés también una gran maquinaria excava el orificio para un pozo. “Si llega el Fusarium nada de esto servirá, por 30 años mínimo usted no va a poder ocupar la tierra, así sea con variedades tolerantes, en el caso del moko uno puede esperar un tiempo, lo puede manejar”, dice Juan.
Por su parte, Franklin Torres cree que mucho de lo hecho por los productores ha servido para que el país dure tanto sin el Fusarium en sus cultivos, pero así mismo reconoció que es innegable que debe existir un mayor compromiso por parte de algunos, pero endosa la mayor responsabilidad en el Gobierno y los seccionales que ofrecieron hacer rodaluvios, pediluvios en todas las provincias y no se ha hecho nada.
“Usted ha llegado acá y no ha encontrado un solo rodaluvio, nadie lo desinfectó. Como productores no tenemos la capacidad para instalar un rodaluvio a la entrada de la provincia, eso es programa agropecuario en el que tiene que avanzar el Gobierno en los próximos meses, porque de lo contrario vamos a tener el Fusarium en todo el país”, señala.
Por lo pronto, indica que los productores tienen que cerrar completamente las fincas con cercas vivas y establecer entradas únicas. Sobre todo plantaciones que están al borde de la carretera sin ninguna barrera que evite el paso de personas, animales o vehículos que puedan llevar plagas. Esto se constató en muchas fincas que tienen sus plantaciones al pie de la carretera, por ejemplo en San Juan, Puebloviejo y Ventanas.
Fuente: El Universo
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