Cómo hacer rentable la noria de Guayaquil cuando pase a manos de la ciudad

Desde la pandemia, la noria La Perla no ha pasado por un buen momento en sus ingresos. Los ingresos anuales cayeron y el concesionario incluso ha tenido atrasos en los pagos que debe hacer al Municipio.

El 2026 se cumplirán 10 años de las operaciones de la noria. Al año 25 de la concesión, el aparato debe pasar a manos del cabildo.

Al momento, Reprolimit, el concesionario, y el Municipio están en una mediación por la deuda pendiente. Ocurre en momentos que los ingresos anuales del concesionario no superan ni el millón de dólares por año.

Este Diario consultó con expertos para entender desde lo comercial, lo urbano y lo turístico cómo revitalizar esta atracción inaugurada en octubre de 2016 y buscar que sea rentable antes de que pase a la ciudad.

Los especialistas, aunque provienen de áreas diversas, coinciden en algo: la noria es un elemento representativo por el cual vale trabajar.

La noria está sobre el ala norte del Malecón 2000, un punto privilegiado por su vista al río y por ende, brisa inmediata.

Carla Ricaurte, profesora e investigadora de la carrera de Turismo de la Espol, dijo que hay que ver esto como algo macro.

El tamaño que tiene la noria, equiparable a un edificio de 18 pisos, ha hecho que durante estos casi nueve años “se convierta en parte del paisaje urbano de la ciudad”, señaló.

Por esa razón, Ricaurte sugiere que se trata de “un ícono que puede identificar a Guayaquil y desde el punto de vista turístico, como ícono, se puede aprovechar para añadirlo a la identidad local que ya tiene la ciudad”, indicó.

“Cuando veo la noria es algo representativo, uno ve la noria y dice: ¡Ah, ya estoy en Guayaquil!”, comenta la experta de la Espol. Algo que también pasa con espacios como el edificio La Previsora.

Para Verónica Baquerizo Álava, exsubsecretaria de Turismo de la zonal 8, investigadora y especialista en turismo y comunicación, hay una parte clave en esta recuperación de La Perla: “Hay que redescubrir la noria como parte del patrimonio turístico y por supuesto, recomendarla”, aseveró.

Ese redescubrimiento del que Baquerizo habla es un “reconceptualizar el atractivo”. Con esto se refiere a que se debe salir de la idea obsoleta de que “solo es un juego mecánico”, comentó.

El giro está en la perspectiva de quien lo ve, por lo tanto y de acuerdo con Baquerizo, lo esencial está en la narrativa que se integre a este ícono altísimo de la ciudad.

“Hacer un storytelling alrededor de esto creando experiencias que mezclen entretenimiento, historia, gastronomía; quizás ciertas fechas temáticas que incluyan a la noria; por otro lado, generar eventos y actividades”, explicó Baquerizo.

Las actividades que a la especialista se le ocurren son diversas, pero cada una cobra sentido alrededor de esta rueda: festivales, noches temáticas, iluminación para que la visita nocturna se convierta en algo único e incluir en las campañas de promoción la parte digital.

“El tema digital es un ‘de ley’, hay que utilizarlo, aplicarlo con campañas digitales, turísticas que posicionen a la noria”, explicó.

Lo que Baquerizo propone va de la mano con el pensamiento de Ricaurte, académica de la Espol. Para esta docente en turismo, la solución a los problemas de este elemento está en su propio vecindario, en el Malecón 2000 de Guayaquil.

“Una buena manera de revitalizar la noria sería unirla de cierta forma con el MAAC (Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo), porque el MAAC es cultural y la noria es entretenimiento”, señaló.

Ricaurte hace énfasis en que si se desea que la ciudadanía regrese a ver a este ícono, hay que esforzarse en desarrollar un enfoque puntual: “El enfoque de la noria tiene que ser de río y de paisaje urbano”, agregó.

Teniendo ese mapa urbano local claro, hay que atender una necesidad urgente para que este engranaje funcione.

“Tiene que intervenir la gestión público-privada, es decir, alianzas entre el Municipio, empresa privada y operadores de turismo que permitan inversión en mantenimiento, modernización, tecnología y también seguridad”, sostuvo Baquerizo.

En ese sentido, hay un componente más que no se puede omitir: la gastronomía ecuatoriana, algo que suma a la identidad que se propone construir a partir de los otros detalles ya mencionados.

Holbach Muñeton, como presidente de la Federación Nacional de Cámaras Provinciales de Turismo del Ecuador, ve la solución inmediata en algo que él engloba en la frase comercial para todo negocio: ganar-ganar.

Es decir, en este emblema que significa La Perla, que tenga una oportunidad de crecimiento la empresa privada y que los motiven a invertir.

“De repente hay que sacrificar algo de utilidad y pensar en que el sector público, que en este momento es la fundación (Malecón 2000), baje costos y la empresa privada ponga agencias de publicidad o escuelas culinarias”, describe Muñeton.

¿Por qué escuelas de cocina? La idea de este representante del gremio turístico es práctica: “Que en cada cubículo -de La Perla- la gente pruebe la comida; tiene que ser algo innovador y que sea un imán para la gente y un imán para la gente, es la gastronomía”, finaliza.

La suma de esfuerzos puede hacer la gran diferencia entre dejar que La Perla ‘se oxide’ o se ensayen soluciones a corto y largo plazo para que una inversión de $ 4,3 millones ($ 3,3 millones por la rueda y $ 1 millón en obras complementarias) no se extinga ni se pierda.

Desde su montaje y hasta la actualidad, la empresa Reprolimit es quien tiene la concesión de la noria.

Esa concesión dura 25 años; pasado ese tiempo, la noria debería pasar a manos de la ciudad.

Al estar cursando su noveno año de existencia, hay que rescatarla para que luego el rédito económico beneficie directamente a Guayaquil. Todavía hay opciones para que así sea.

Fuente: El Universo

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