Ecuador ha perdido a uno de los más grandes exponentes de su música nacional: Eduardo Miño Naranjo, quien, junto a su hermano Danilo, formó un dúo inolvidable que llevó con orgullo el nombre de nuestro país a los escenarios más exigentes del mundo. Desde Rusia hasta España, donde fueron galardonados con importantes reconocimientos, los hermanos Miño Naranjo dejaron en alto la bandera tricolor, difundiendo con pasión y autenticidad los sonidos del alma ecuatoriana.
El legado de Eduardo Miño Naranjo es inmenso y perdurable. Su voz, profunda y conmovedora, dio vida a piezas fundamentales del repertorio nacional, entre ellas: Pasillos: Al oído, Angustia eterna, Despedida, El beso, Honda pena, Luz de luna, Pañuelo blanco, Tatuaje. Albazos: Pajarillo, Te quiero, El salinero. Yaraví: Veneno de amor.
Cada una de estas interpretaciones no solo rescató y preservó los géneros tradicionales del país como el pasillo, el albazo y el yaraví, sino que también tocó el corazón del pueblo, convirtiéndose en parte esencial de nuestra identidad cultural.
Su partida deja un vacío profundo en la música ecuatoriana, pero su voz seguirá viva en cada nota que suene, en cada corazón que aún se estremece al escuchar un pasillo bien interpretado.
Desde aquí, nuestro homenaje eterno al maestro Eduardo Miño Naranjo. Gracias por tanto. Que descanse en paz.
