En cuarto puesto está la salud pública, que en la pandemia se convirtió en un tema prioritario. “En varios estudios sociales he comprobado que las familias se enfrentan al dilema del peso de gastos entre salud, educación, transporte y otros, llevando a la gente a optar por estrategias de dejar de lado aspectos importantes pero que no pueden solventar”, refiere Pérez.

Después está la educación. “La percepción sobre la calidad de la educación también ha cambiado. Este era uno de los puntales del apoyo popular del gobierno de Rafael Correa: las familias sentían que la gratuidad, el desayuno escolar, los útiles y uniformes gratuitos tenían un impacto en su economía”, expresa.

En sexto lugar, la desigualdad y pobreza. “A medida que la crisis económica se agudiza, la percepción de desigualdad y pobreza toma mayor relevancia, especialmente entre los sectores vulnerables. Las estadísticas de organismos internacionales muestran el impacto cada vez menor de programas como el Bono de Desarrollo Humano. Yo sostengo que esto está relacionado directamente con el incremento de la delincuencia y la vinculación de jóvenes a bandas criminales”, indica Pérez.

Finalmente, asegura que en años recientes ha habido un aumento en la conciencia sobre problemas ambientales, aunque siguen siendo menos prioritarios en comparación con otros inmediatos, como la seguridad y la economía. “Pero cada vez más es un agente movilizador de jóvenes, organizaciones sociales y pobladores de áreas de explotación y fragilidad ambienta”, sostiene.

Las raíces de los problemas

Para el politólogo Fernando León, académico de la Universidad Internacional del Ecuador (UIDE), el origen de todos estos problemas es la pobreza, que —según cifras del Banco Mundial (BM)— alcanza a uno de cada cuatro ecuatorianos, y la pobreza extrema, a uno de cada diez.

Según León, múltiples factores inciden directa o indirectamente en que la pobreza sea una constante en la vida de los ecuatorianos: falta de políticas públicas eficientes que se mantengan en el tiempo, libres de sesgos políticos y con resultados sostenibles; falta de planificación a largo plazo; la corrupción, que campea en todos los niveles de la sociedad ecuatoriana; la desigualdad y exclusión, que se viven en especial en sectores rurales y comunidades indígenas que no cuentan con acceso a servicios básicos ni a oportunidades…

Esto, a su vez, constituye el escenario perfecto para la criminalidad, pues muchos de los niños y jóvenes ven en estos grupos delictivos una salida a sus problemas familiares y económicos, subraya.

“Si queremos cambiar la problemática actual del Ecuador es imprescindible atacar de raíz todos estos factores que nos mantienen en el marasmo y no nos permiten crecer como sociedad. Para ello se requiere sobre todo de voluntad política, sin componendas ni repartos, donde el ciudadano y sus necesidades sean elemento central, con una ciudadanía activa que sea parte de estas soluciones y que no se muestre apática; con instituciones fuertes que combatan la corrupción, fortaleciendo la educación y visión del país a largo plazo”, menciona el analista.

Romero señala, en tanto, que “el país nunca ha tenido una estabilidad, los últimos años han sido muy duros”.

Y culpa de esto a los políticos, que no han sabido administrarlo. “Es inconcebible que un país que tiene petróleo, oro, recursos marinos, productos agrícolas viva siempre de crisis en crisis”, lamenta.

Por ello, la expectativa de los ciudadanos en Noboa es grande: “Esperan que el presidente cumpla sus promesas de campaña, ese nuevo Ecuador donde haya reactivación económica y empleo, acceso a la educación y medicinas, que se combata la inseguridad y que se venza a corrupción… Y que sea en los primeros meses, porque la gente le ha dado un voto de confianza, le ha perdonado todo: apagones, incremento del IVA, de las gasolinas… Por eso van a exigirle. Que demuestre que sí hay políticos que pueden marcar la diferencia”.

Fuente: El Universo

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