Dentro de unos días, el 23 de abril, celebraremos en todo el mundo al libro, en palabras de la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura), como “una de las invenciones más bellas para compartir ideas y que encarna un instrumento eficaz para luchar contra la pobreza y construir una paz sostenible.”
En efecto, los libros nos permiten viajar en el tiempo y el espacio, conocer a personajes reales o ficticios de cualquier época. Nos permiten adquirir conocimientos, pero también reflexionar y soñar.
Pero la importancia del libro y la lectura va mucho más allá. Circulan en redes sociales mensajes diversos que enumeran los beneficios de la lectura, entre otros: “Te hace más culto.” “Mejora tu ortografía.” “Amplía tu vocabulario.”
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Todo lo anterior es cierto, pero se debe a un hecho que pasa casi siempre desapercibido o no se conoce. Está científicamente comprobado que el cerebro es capaz de desarrollar más conexiones neuronales, más amplias y complejas, en personas que leen, en comparación con quien no lo hace.
En un artículo que tuve el privilegio de escribir hace unos meses en coautoría con la Dra. Esmeralda Matute, eminente investigadora del Instituto de Neurociencias de la Universidad de Guadalajara, ella explica que:
“De hecho, diversos estudios sobre la cognición de las personas analfabetas realizados en diversas partes del mundo, incluyendo México, muestran que varios dominios cognitivos difieren de los de las personas lectoras competentes; entre ellos destacan el propio lenguaje, la memoria, las habilidades visoespaciales y sobre todo las habilidades metalingüísticas. El lenguaje escrito es, por naturaleza, una actividad metalingüística que nos abre las puertas al espacio del pensamiento abstracto.”