El 11 de febrero de 1858, en una humilde aldea llamada Lourdes, en el suroeste de Francia, la joven Bernadette Soubirous, de 14 años, experimentó una visión que cambiaría su vida y la historia de la cristiandad. Según su relato, mientras recogía leña cerca de la gruta de Massabielle, se le apareció una figura celestial, vestida de blanco con un cinturón azul y una rosa amarilla en cada pie.
Esa aparición, que más tarde Bernadette describiría como “Aqueró” es decir “Aquello” porque todos los diálogos eran en Patois ( la lengua de la región de los Pirineos Franceses), solicitó que rezara el rosario y regresara al lugar durante quince días consecutivos.
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