Además de ver a 16 candidatos en un set de televisión disputándose por llegar a la Presidencia de la República, será el posdebate el que dilucidará si surgirá un candidato ‘tercero confiable’ o cuáles serán las frases que se convertirían en titulares para atraer al electorado.
A las 19:00 de este domingo, 19 de enero, arrancará la transmisión en cadena nacional de radio y televisión del debate obligatorio rumbo a las votaciones del 9 de febrero de 2025 que prepara el Consejo Nacional Electoral (CNE) y que tendrá como moderadores a los comunicadores Fabricio Vela y Denisse Molina.
En un escenario circular en las instalaciones del canal gubernamental Ecuador TV participarán los 16 aspirantes a dirigir el país, luego de un periodo de inestabilidad política derivada de la disolución de la Asamblea Nacional que sacó del poder de forma anticipada a Guillermo Lasso.
Por mandato del Código de la Democracia, los presidenciables deben participar de esta deliberación pública que se hace tres semanas antes del día del sufragio y en la mitad del periodo de campaña electoral.
Cuando faltan 21 días para que 13,9 millones de ecuatorianos acudan a las urnas, las siguientes tres horas podrían ser una oportunidad para que los candidatos se den a conocer y ratifiquen el apoyo ciudadano o, al contrario, los decepcionen.

Lo que sí es posible es que en esos 21 días se den acontecimientos que vayan marcando tendencias que no estarán relacionadas con el debate, opinan los especialistas.
Desde el 2021 se han hecho cuatro debates: dos en las elecciones nacionales del 2021, para primera y segunda vuelta; y dos en las elecciones anticipadas de 2023, también para primera y segunda vuelta.
El que se verá este domingo será el quinto y su presentación es similar a la del 2021 por una razón: hay 16 candidatos, equivalente al número de organizaciones políticas de ámbito nacional que los auspician.

Tomando en cuenta que los movimientos Revolución Ciudadana (RC) y Renovación Total (RETO) confluyeron en una alianza para postular a Luisa González; de lo contrario, la papeleta electoral tendría 17 binomios.
Por ese número de aspirantes, el CNE replicó la metodología que usó en el 2021, que es la de dividir en dos franjas el debate para que en los primeros 90 minutos (de 19:00 a 20:30) aparezcan ocho personas y en los siguientes 90 minutos, los restantes ocho (de 20:35 a 22:00).
La novedad será la “interpelación” entre dos contendientes, que se producirá cuando se haya completado la primera fase de responder preguntas sobre tres ejes de la realidad nacional, como seguridad, economía y generación de empleo.
Durante la transmisión, los candidatos recibirían un sobre cerrado con tarjetas de colores. De ahí sacarán una de estas tarjetas y los que tengan los mismos colores interactuarán.
Una diferencia en comparación con el 2023 es que en la primera vuelta hubo una sola jornada, porque se inscribieron ocho listas, ya que por la premura del proceso los partidos y movimientos se vieron obligados a hacer alianzas.
Estos mecanismos, si bien son importantes y obligatorios, se organizan con un formato que restaría el interés ciudadano, por ejemplo, no se verá compartir escenario al candidato- presidente Daniel Noboa, auspiciado por su movimiento, Acción Democrática Nacional (ADN), y a Luisa González, de la RC.
“Esta separación de Noboa y González hace que el debate pierda atractivo y la gente comience a desconectarse de la televisión a la segunda hora, porque Noboa no estará en ese horario. Hay que considerar que la política tiene mucha relación con la construcción de corrientes de opinión y, por ahora, esa corriente muestra una elección polarizada”, comentó el consultor político Juan Rivadeneira.
Si bien este y otros factores podrían restar el interés ciudadano, será el posdebate, con las principales frases u ocurrencias del momento, lo que podría llegar a los indecisos.
Un sondeo difundido por Cedatos Gallup en agosto del 2024 mostró que el 75,1 % de 2.800 entrevistados en el país no decidía por quién votar y el 24,9 % ya tenía un candidato.
Tiempo después, al 27 de diciembre de 2024, el 61,4 % de los consultados no decidía por quién votar y el 38,6 % ya había decidido.
A criterio de la consultora en comunicación política Carolina Jaramillo, la indecisión no se zanjará con el debate, sino con el posdebate, “que es el que nos va a mantener en conversaciones virales que logren colarse, sobre todo, en la audiencia que no presenció el debate y que va a consumir rápidamente estos productos para enterarse de lo que pasó. Eso es el real potencial del debate: el después”.
Jaramillo esboza que el elector ecuatoriano es altamente indeciso y, de haber temas sensibles que sucedan en las siguientes semanas, podrían hacer que el voto se defina al momento de rayar las papeletas en las urnas.
“En esta elección hay una enorme carga del voto vergüenza. Hay gente que no quiere admitir por quién votaría porque estamos entre los antis y los pros; pero, ahora mismo, considero que no están votando en pro de alguien, sino en contra de alguien”, añadió.
Juan Rivadeneira no descarta que en este espacio las críticas e indirectas se dirijan hacia Daniel Noboa y a la vez los 16 participantes dirán que son “ganadores”. Pero lo cierto es que “lo que va a primar es quién tendrá las mejores frases cortas para poder utilizar de mejor manera el poco tiempo que se asignará para cada respuesta. Creo que asistiremos a una suerte de concurso de titulares. El que ponga el mejor titular será el que va a llamar la atención y eso puede derivar en, al menos, la comunicación de las campañas de la próxima semana”.
El analista recordó que en el 2023, el debate redujo la indecisión en la primera vuelta por la coyuntura que vivió el país tras el asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio.
Justamente, luego del domingo, quedarán unos 20 días de campaña que pueden afectar el curso normal del proceso
Pablo Escandón, docente e integrante del Comité Nacional de Debates conformado por el CNE, reflexiona que aunque estos mecanismos no han sido perfectos, han tenido una buena sintonía, llegando a ser vistos por el 75 % de la población.
Así también sirve para la comunicación política y lo aprovechan para, por ejemplo, intentar que el nuevo presidente se elija en una segunda vuelta y ‘apostar’ para obtener una fuerza en la Asamblea Nacional, pues hay “quienes saben que no cuentan ni con el 1 % de intención de voto, pero sí están trabajando por “representatividad y fuerza en la Asamblea”, agregó el académico.
Fuente: El Universo
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