El palacio de Buckingham cerrará sus puertas a visitas de Estado el próximo 4 de diciembre durante los próximos tres años mientras el histórico hogar del monarca británico se somete a una exhaustiva remodelación, de un coste de unos 440 millones de euros. El emir de Qatar, Tamim bin Hamad Al Thani, y su esposa, la jequesa Jawaher bin Hamad Al Thani, serán los últimos en estar alojados en el palacio cuando lo visiten el próximo mes, pero a partir de esa visita se realizarán en el castillo de Windsor hasta el 2027.
Las renovaciones comenzaron en el 2017 para reemplazar el cableado y las tuberías, que no se habían actualizado desde la década de 1950, y corrían el riesgo de causar problemas en el histórico edificio. El amianto que se escondía en “las superficies internas” de varias habitaciones del ala este también fue sustituido mediante una “limpieza abrasiva de ladrillos”.
Por el momento no se ha anunciado si las reformas afectarán al cambio de guardia. Entre los cambios que se han conocido, se sabe que el nuevo despacho de Carlos III cambiará de ubicación dentro del palacio. Al parecer, su espacio de trabajo privado se traslada al salón Orleans, la misma sala en la que nació el rey el 14 de noviembre de 1948.
En julio los visitantes pudieron acceder por primera vez a zonas tradicionalmente cerradas al público en el ala este, incluido el famoso balcón real desde donde los Windsor saludan en los días especiales. Se agotaron la friolera de 6.000 entradas en cuestión de horas cuando salieron a la venta a principios de este año. Las obras se pausarán temporalmente para permitir la entrada de turistas a algunos de los salones del palacio durante los meses de verano.
Al otro lado de Hyde Park, el complejo del palacio de Kensington también se compone de una parte abierta al público todo el año, las denominadas estancias de Estado, y otra, que son apartamentos privados para la familia real que han sido reformados con los años según las necesidades, y ahora también está en los planes de Carlos III renovar dos de esas residencias.
Fuente: La Vanguardia