“Este objetivo no es lo que esperábamos conseguir. Después de años de discusiones, no es ambicioso para nosotros”, dijo Evans Njewa, diplomático de Malaui y jefe del bloque de Países Menos Desarrollados.

La contribución acordada “es un insulto a la demanda de los países en desarrollo”, sostuvo Diego Pacheco, negociador jefe de Bolivia. “El pago de la deuda climática es un derecho de los países del Sur global”, defendió, despertando una gran ovación en la sala donde se celebraba la sesión plenaria.

El keniano Ali Mohamed, al frente del grupo de países africanos, se dijo“extremadamente decepcionado” con un acuerdo “demasiado pequeño, demasiado tardío”. Y la representante india, Chandni Raina, arremetió contra “una suma miserable”.

“Esto no será suficiente”, advirtió a la AFP el negociador jefe de Panamá, Juan Carlos Monterrey.

Una nueva era

Las naciones en desarrollo calculan que, con la inflación, el esfuerzo financiero real de los países que aportan esa ayuda (los europeos, Estados Unidos, Canadá, Japón, Australia, Nueva Zelanda) sería mucho menor, más aún con los esfuerzos ya previstos por los bancos multilaterales de desarrollo.

Ningún país consiguió todo lo que quería, y nos vamos de Bakú con una montaña de trabajo aún por hacer. Así que no es el momento de dar vueltas de honor”, afirmó el jefe del organismo de la ONU para el Clima, Simon Stiell, en un comunicado.

En cambio, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, elogió el pacto como un“paso significativo” para combatir el calentamiento global y el comisario para el Clima de la Unión Europea, Wopke Hoekstra, aseguró que era “el inicio de una nueva era para las finanzas climáticas”.

El acuerdo fija separadamente el ambicioso objetivo de obtener un total de 1,3 billones de dólares al año para 2035, destinados a los países en desarrollo, en el que se contaría la contribución de los países ricos y de otras fuentes de financiación, como fondos privados o nuevas tasas.

La decisión llegó más de un día después de que la conferencia terminase oficialmente y al cabo de unas “dolorosas” discusiones, según las palabras de la ministra brasileña de Medio Ambiente, Marina Silva, quien achacó el bloqueo continuado a una falta de “liderazgo central”.

El acuerdo no incluye ninguna referencia directa a la transición hacia la salida de las energías fósiles, que recogía el acuerdo alcanzado el año pasado en la COP28 de Dubái. En cambio, los “combustibles de transición”, término que la industria del gas utiliza para el gas natural, sí que son mencionados explícitamente.

El año próximo, la ciudad brasileña de Belém acogerá la COP30. (I)