Si existe una edad dorada de la espectacularización de la violencia, sería sin duda los años 1990, década en que la cobertura periodística de crímenes reales se convirtió en una fuente de entretenimiento.
Juicios de casos como los de Jeffrey Dahmer, los hermanos Lyle y Erik Menéndez, pero especialmente, O.J. Simpson, fueron insumos del sensacionalismo que alimentaron el morbo de la audiencia. A la par, películas como Caracortada, Taxi Driver y El silencio de los inocentes allanaron el camino para dar la bienvenida al auge del true crimen.
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