Se acabó la fiesta de la economía china y llega la resaca

En la década de 2000, el ex Presidente de Venezuela Hugo Chávez apostó el futuro económico de su país a una China en ascenso, asegurándose decenas de miles de millones de dólares en inversiones y acuerdos de préstamos a cambio de petróleo. Al principio dio sus frutos. China consumió vorazmente petróleo venezolano y financió proyectos de infraestructuras, desde un ferrocarril de alta velocidad hasta centrales eléctricas.

La década de 2010 trajo un ajuste de cuentas. Los precios del petróleo cayeron y el crecimiento de la demanda china se ralentizó junto con su economía. Los ingresos por exportación de petróleo de Venezuela cayeron en picada, de más de 73.000 millones de dólares en 2011 a 22.000 millones en 2016. El desgobierno de Chávez y de su sucesor, Nicolás Maduro, y una miríada de otros problemas internos ya tenían a Venezuela al borde del abismo; la apuesta por China contribuyó a empujarla al precipicio. En 2014, la economía venezolana se hundió. La gente buscaba comida en los vertederos, los hospitales carecían de medicamentos esenciales y la delincuencia se disparó. Desde entonces, casi ocho millones de personas han huido del país. China cortó en gran medida el acceso de Venezuela a nuevos créditos y préstamos, dejando tras de sí un montón de proyectos inacabados.

La excesiva dependencia de Venezuela de China fue una advertencia temprana que el mundo ignoró. Docenas de otros países que se subieron al tren del ascenso chino corren ahora un grave riesgo de sufrir dificultades financieras y de impago de la deuda a medida que la economía china se estanca. Sin embargo, China se niega a ofrecer un alivio significativo de la deuda externa y está redoblando en su país sus prácticas comerciales proteccionistas cuando debería emprender reformas para liberar y reactivar su economía, la segunda mayor del mundo y un motor crucial del crecimiento mundial.

Infobae

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