Muchos factores pueden influir en que un paciente viva o muera. La calidad de los medicamentos que recibe, por ejemplo, el rigor con que se controlan sus síntomas o, lo que es más sorprendente, el sexo del médico que le atiende. Según datos de diversos países, los pacientes atendidos por médicas parecen tener mejor evolución que los atendidos por médicos. El porqué, sin embargo, sigue siendo un misterio.
Uno de los primeros estudios en examinar la cuestión fue publicado en 2017 en la revista JAMA Internal Medicine por Yusuke Tsugawa, de la Facultad de Medicina de Harvard, y sus colegas con sede en Boston. Los autores analizaron las historias clínicas de alrededor de 1,5 millones de adultos mayores que habían sido hospitalizados en Estados Unidos entre 2011 y 2014. Descubrieron que los pacientes cuyo tratamiento primario había sido realizado por una doctora tenían aproximadamente un 4% menos de probabilidades de morir, y un 4% menos de probabilidades de ser readmitidos en el hospital en los 30 días siguientes, que aquellos cuyo médico de cabecera era un hombre. El efecto beneficioso sobre la mortalidad es comparable al de ser hospitalizado en 2013 en lugar de en 2003, con todas las mejoras en tratamientos y tecnología que ello conlleva.
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