Quito es una ciudad bulliciosa. Concejales capitalinos hablan sobre sus propuestas para disminuir esta contaminación.
La contaminación acústica es un problema ambiental grave que afecta a la salud de las personas, y Quito no es la excepción. Las ciudades, donde la mayoría de la población pasa su tiempo, enfrentan niveles de ruido que superan los límites recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que establece 65 decibelios como el umbral máximo tolerable.
Sin embargo, en muchas urbes, estos límites son frecuentemente superados, especialmente debido al tráfico vehicular y las actividades nocturnas.
En Quito, cuatro sectores se encuentran entre los más ruidosos, con niveles que pueden exceder los 70 decibelios, afectando seriamente la calidad de vida de sus habitantes. Las consecuencias del exceso de ruido no son menores: estrés, trastornos del sueño, bajo rendimiento, e incluso enfermedades cardiovasculares son algunos de los impactos en la salud.
Secretaría de Ambiente cree que se puede “aspirar” al silencio
La directora Metropolitana de Regulación y Control Ambiental de la Secretaría de Ambiente, Rosa Fonseca, ha destacado el esfuerzo continuo que realiza su equipo en el control del exceso de ruido en Quito. A través de inspecciones y operativos en puntos críticos de la ciudad, responden a denuncias y llevan a cabo investigaciones para identificar lugares que exceden los límites de ruido permitidos.
«La Paz, La Mariscal, Cumbayá y el Teleférico son algunos de los sectores más ruidosos de Quito», señaló la Directora, destacando que en estos puntos es donde se enfocan las acciones de control. Utilizando sonómetros, los técnicos miden los niveles de ruido y verifican su cumplimiento con los límites establecidos, que varían según el uso de suelo y el horario.
En áreas residenciales, el límite es de 55 decibeles durante el día y 45 decibeles por la noche, en zonas comerciales sería un máximo de 60 decibeles, el agrícola residencial 65, el industrial 65 y el industrial es de 70 decibeles, según la norma establecida.
Esto, a pesar de que la Organización Mundial de la Salud recomienda que no sobrepase los 65 decibeles, ya que se vuelve dañino si supera los 75 y doloroso a partir de los 120.
Aunque la Directora considera que Quito podría aspirar a ser una ciudad más silenciosa y tranquila, reconoce que la naturaleza dinámica de la ciudad, con su variedad de actividades, hace difícil alcanzar un silencio total.
«La capital tiene múltiples actividades, no solo por bares y discotecas, sino también por el tráfico mismo», explicó.
La normativa vigente establece límites de ruido diferenciados según el tipo de zona, como residencial, comercial, agrícola o industrial. Sin embargo, la prioridad es siempre proteger los puntos críticos de afectación, como escuelas, hospitales y viviendas.
El alto volumen en locales es un problema para la convivencia
La concejala Analía Ledesma explica que en Quito, la contaminación auditiva es elevada para los niveles establecidos por la OMS, por lo que, es un tema fundamental para la convivencia de la ciudad.
Asegura que en la zona de la Universidad Central, los locales que “sí” tienen permisos de restaurantes, suben el volumen de manera descontrolada y la AMC sanciona luego de que la Secretaría de Ambiente determine el incumplimiento, por lo que no todos son sancionados. Por estas razones vecinos optan por buscar urbanizaciones alejadas de sectores comerciales o industriales.
Ledesma aclara que por estas razones, desde el 2022, presentó un proyecto de ordenanza para el control del espacio público y la contaminación auditiva basado en el fortalecimiento de las competencias de la AMC, ya que, esta entidad abarca todo el tema sancionador en la ciudad y no se abastece para controlar de manera adecuada.
Hay reglas que no se cumplen para el silencio urbano
Según el concejal Michael Aulestia, existe una Ordenanza Metropolitana que tiene que ver con los sonidos en las partes urbanas del Distrito Metropolitano de Quito y se prohíbe la emisión de ruidos que produzcan dispositivos sonoros, bocinas, timbres, sirenas, aparatos instalados en vehículos, que es el caso de los expendedores de gas.
Pero asegura que la preocupación debe ser mayor, ya que en determinados establecimientos comerciales se colocan bocinas a la puerta de los establecimientos afectando a peatones y vecinos.
Aulestia asegura que la Agencia Metropolitana de Control no puede estar detrás de cada ciudadano que contravenga con alguna disposición municipal, por lo que asegura que hacen falta campañas educomunicacionales, para que las personas también asuman este rol responsable frente a todos estos problemas.
Explica que con más de 4.000 artículos, el Código Municipal está saturado de regulaciones que, en muchos casos, quedan en letra muerta. El Concejal señala que, en lugar de agregar más normativa, se debe realizar una revisión exhaustiva de los artículos actuales, eliminando aquellos que no se aplican y fortaleciendo la ejecución de las sanciones ya establecidas.
«Hay tantas atribuciones entregadas a los entes de control del municipio, que a veces no se abastecen», mencionó, sugiriendo que la solución no pasa por crear nuevas leyes, sino por garantizar el cumplimiento de las ya existentes.
En cuanto a la posibilidad de que Quito se convierta en una ciudad silenciosa, Aulestia se mostró escéptico.
«Me parece que ese es un objetivo con mucha expectativa, pero no es lo real. Podemos aspirar a una ciudad donde se cumpla con la normativa, pero pensar en una ciudad silenciosa sería posiblemente un imposible», afirmó. (EC)
Multas por causar contaminación auditiva
Multas por sobrepasar los 60 decibelios (dB)
Impacto leve: sanción de $900
Impacto grave: una multa de $1.800
Impacto muy grave: sanción de $3.600
Aunque 65 decibelios es el límite recomendado por la OMS, hay sectores en Quito donde permiten 70 decibeles.
Fuente: La Hora