El presidente de Rumania, Klaus Iohannis, retira su candidatura a secretario general de la OTAN y despeja el camino para que el primer ministro saliente de Países Bajos, Mark Rutte, sea el nuevo líder de la alianza político-militar.
Iohannis retiró su aspiración de sustituir a Jens Stoltenberg en el cargo poco después de que los miembros del Consejo Supremo de Defensa de Rumania se pronunciara a favor de apoyar la candidatura de Rutte.
La alianza político-militar toma decisiones por consenso, por lo que cualquier candidato necesita el apoyo de los 32 aliados.
Rutte ya contaba con el respaldo de 31 naciones miembros de la organización y solo faltaba el apoyo de Rumania.
La OTAN aún no ha confirmado el nombre de su nuevo secretario general, pero tras los últimos movimientos, solo sería cuestión de formalizar la decisión.
El respaldo de Rumania a Rutte llega después de que Hungría y Eslovaquia avalaran su candidatura el pasado 18 de junio.
Además, Rumania donará a Ucrania uno de sus dos sistemas de misiles Patriot operativos, con la condición de que los aliados lo reemplacen por un sistema de defensa aérea similar, confirmó el Consejo Supremo de Defensa de Bucarest (CSAT) presidido por Iohannis.
Ucrania, en el centro de los desafíos del próximo secretario general de la OTAN
Quien reemplace a Jens Stoltenberg se enfrentará al desafío de mantener el apoyo de los aliados a Ucrania contra la invasión rusa, al tiempo que se protege contra cualquier escalada que pueda llevar a la alianza militar directamente a una guerra con Moscú.
Y es que el nuevo nombramiento tendrá lugar en momentos en que las tropas de Moscú presionan en el frente nororiental de la nación atacada, donde espera acaparar más territorios.
Durante meses, Kiev ha solicitado a los socios de la alianza, liderada por Estados Unidos, aumentar su respaldo en equipos militares y entrenamientos a sus tropas, especialmente en defensa aérea, campo en el que se ve en mayor desventaja frente a Rusia, con uno de los ejércitos más poderosos del mundo.
A más de dos años del inicio de la mayor invasión en suelo europeo desde la Segunda Guerra Mundial, el Ejército ucraniano encara serios retos. Para frenar el avance de las tropas del Kremlin es clave que el país atacado gane superioridad aérea, amplíe su eficiencia en la lucha contra la artillería rusa y aumente capacidades de guerra electrónica.
Entre las necesidades se destacan Las aeronaves F-16, en las que Kiev confía para equiparar la guerra en los cielos, tienen la capacidad de disparar misiles modernos aire-aire, como los AIM-120, que pueden impactar objetivos sin que el lanzador esté en la línea de visión del atacado. Los F-16, además, son más intuitivos para los pilotos, con controles y pantallas más claras, lo que constituye una ventaja importante frente a los aviones rusos.
Todo parece indicar que los aliados comienzan a desbloquear los obstáculos para entregar ese tipo de aeronaves. Justamente, este jueves, el general Arnoud Stallmann, un comandante de la Fuerza Aérea neerlandesa, señaló que “todo se está alineando” para que Ucrania comience a utilizar aviones F-16 este verano.
Bélgica, Dinamarca, Países Bajos y Noruega se han comprometido a proporcionar a Ucrania alrededor de 80 aviones de combate F-16 fabricados en Estados Unidos, equipo que la fuerza aérea ucraniana ha estado solicitando durante más de un año. Sin embargo, el programa para poner los aviones en el aire se ha visto afectado por demoras en la entrega y el entrenamiento.
Pero Kiev, además, tiene un problema, que ni Occidente puede solventar, a menos de que entrara directamente al terreno, algo que reiteradamente ha descartado: el número de tropas.
Mientras, los aliados occidentales evitan entrar directamente en el conflicto y respaldan con armas a la nación atacada, el presidente ruso, Vladimir Putin, también aumenta sus amenazas contra Occidente.
Putin ha elevado sus advertencias después de que el pasado 31 de mayo, el presidente Joe Biden dio luz verde a Ucrania para que utilice armas de fabricación estadounidense dentro de territorio ruso, una iniciativa a la que se unieron Francia y Alemania en respuesta a los retrocesos de las tropas ucranianas en el conflicto al que intenta resistir contra Moscú.
Las aspiraciones durante años de Kiev de convertirse en miembro de la OTAN estuvieron precisamente en el centro de las justificaciones de Putin para ordenar la guerra contra su vecino país, el 24 de febrero de 2022, al considerar una amenaza que la organización se extienda hacia sus fronteras.
Una aspiración reforzada por el Gobierno ucraniano desde que inició el conflicto en curso, pero que Putin mantiene bajo la lupa.
Así pudo ratificarse el pasado 14 de junio, cuando el líder del Kremlin presentó sus condiciones para acabar con las hostilidades en territorio ucraniano. Putin pide a Kiev el retiro de su Ejército de todos los territorios ucranianos que Moscú se ha anexado en la guerra en curso: Donetsk y Lugansk, en el este, y Jersón y Zaporizhia, en el sur, por lo que exige al país atacado que reconozca la “soberanía” rusa sobre esas regiones.
Además, reclama que la nación dirigida por Volodímir Zelenski desista del proceso para adherir esa república a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).