Reuniones, intercambio de regalos y diversas tradiciones se asocian en la actualidad con esta fiesta de origen cristiano que trascendió su sentido religioso para convertirse en una celebración familiar. Las distintas aristas de esta fecha particular han sido reflejadas por artistas de todas las épocas.
Jesús de Nazareth fue un predicador y líder religioso judío que vivió a comienzos del siglo I en las regiones de Galilea y Judea. Su existencia está documentada en fuentes históricas no cristianas, y aunque está presente en varias religiones, es la figura central del cristianismo, que conmemora con un afecto especial su nacimiento.
La festividad de la Navidad quedó firmemente establecida, a partir del siglo IV, el 25 de diciembre según el calendario gregoriano. A pesar de su origen religioso, desde principios del siglo XX la Navidad se convirtió también en una fiesta familiar, celebrada tanto por cristianos como por no cristianos como una fecha dedicada a reunirse con los más allegados. De esta manera, fue quedando ligada a distintas tradiciones populares, como el personaje de Papá Noel, los villancicos, la cena de Nochebuena y el armado de un pesebre o del árbol de Navidad.
A lo largo de la historia, muchos artistas han reflejado la llegada de Jesús al mundo. Las creaciones artísticas representan la escena de adoración al recién nacido, pero también el eco popular que ha tenido el tema de la Navidad, plasmado fundamentalmente en los belenes o pesebres de figuras de madera o de barro cocido.
Si bien las manifestaciones iniciales datan de los inicios de la cristiandad, la costumbre de la representación del pesebre se debe a la figura de San Francisco, que en 1223 colocó en el convento de Greccio la escena del nacimiento con el buey y la mula. Más adelante, entre los siglos XIV y XVIII, el nacimiento de Jesús fue representado en diferentes estilos, texturas y técnicas. Los artistas plásticos se han servido para recrear esa escena de fuentes diversas como los Evangelios de San Mateo y San Lucas, o los Evangelios Apócrifos, más ricos en información, además de otros textos y de los romances y cantos populares.
A continuación, un recorrido por diez obras de arte de distintas épocas y procedencias inspiradas en la Navidad, como motivo religioso, histórico o de celebración familiar.
1. La adoración de los Reyes Magos, de Giotto di Bondone (1305)
El artista pintó esta escena directamente sobre el revoque en las paredes de la Capilla Scrovegni (Padua, Italia), cuando todavía estaban húmedas. La obra (de 200 cm ×185 cm) pertenece a un conjunto de frescos que narran la vida de la Virgen y Jesús y decoran las paredes de la también conocida como Capilla de la Arena.
La imagen representa la visita de los Reyes Magos al recién nacido. En el cielo, encima del techo del pesebre, puede observarse la Estrella de Belén, que en la iconografía católica representa la guía divina que condujo a los Magos hasta el sitio donde se hallaba Jesús. La estrella pintada por Giotto tiene una cola llameante; es probable que el pintor se haya inspirado en el cometa Halley, que fue visible desde la Tierra en 1301, tres años antes de que comenzara a trabajar en esta obra.
En 1986, cuando se esperaba nuevamente la aparición del cometa Halley (que tiene un ciclo de 76 años), la Agencia Espacial Europea, en su primera misión al espacio profundo, envió una sonda para explorar el núcleo del cometa. La sonda fue nombrada Giotto, precisamente en referencia a esta pintura.
2. Tríptico de la Epifanía, de El Bosco (1485-1500)
Este tríptico, un óleo sobre madera de 138 x 72 cm para la tabla central, y de 138 x 33 para las tablas laterales, se conserva con su marco original en el Museo del Prado. Aunque no encontraremos aquí los habituales mundos fantásticos y delirantes que pintaba El Bosco, podremos advertir su sello en unos cuantos detalles que convierten en algo mucho más bizarro la tierna escena de la adoración del niño.
En el ala izquierda se ve en segundo plano un hombre sentado sobre una cesta que seca unas prendas al fuego. Se presume que se trata de San José –ausente de la escena principal, en el panel del centro– intentando secar los pañales de su hijo. En el fondo, unos personajes hacen cosas extrañas.
En la tabla central tenemos una cabaña derruida frente a la cual la virgen María, con el niño sobre su regazo, recibe a los tres astrólogos venidos de tierras lejanas. Los magos ofrecen sus regalos: Melchor, el asiático, le da una escultura de oro que representa el sacrificio de Isaac, con la que aplasta unas cuantas ranas (que simbolizan el pecado o la herejía). Gaspar, que representa a Europa (vestido con una capa con motivos del Antiguo Testamento), le regala incienso en un plato a medio tapar. Baltasar, el africano, trae como regalo la famosa mirra.
La escena es observada –y espiada con maliciosa curiosidad– por personajes extravagantes. Probablemente sean todos ellos símbolos de la maldad que rodea la bondad que representa el pesebre de Belén. Se destaca un hombre semicubierto con un manto rojo que asoma desde la puerta de la cabaña, con una herida en una pierna. Se cree que representa a Herodes o al Anticristo. Al fondo, dos ejércitos están a punto de enfrentarse, quebrando la serenidad y la supuesta paz del momento.
Por último, en el panel derecho del tríptico vemos a santa Inés con la donante Agnese Bosshuysse, y más atrás podemos observar cómo un oso y un lobo atacan a los caminantes.
3. La adoración de los Reyes Magos, de Ángel Zárraga (1911)
He aquí la misma escena de la visita de los Reyes Magos a Jesús recién nacido, pero en la versión del pintor mexicano Ángel Zárraga. Es una pintura de 1,60 m por 1,40 m y está exhibida en el Museo Nacional de Arte de México desde 2015.
Esta obra cercana al muralismo, que fusiona las culturas indígenas americanas con la tradición oriental, presenta una interpretación diferente de las convenciones de la iconografía cristiana sobre la adoración. Se aprecia la influencia de los movimientos europeos de fin de siglo, como el simbolismo y el orientalismo (sobre todo en la composición triangular que se ve en primer plano con cuerpos escultóricos semidesnudos), debido a que Zárraga, oriundo de Durango, cursó la mayor parte de su carrera en Europa. El estilo de dibujo académico se aprecia también en el trazo anatómico de cada uno de los personajes.
En segundo plano, en vez del tradicional pesebre, hay una construcción de arquitectura neoclásica con columnas, y más atrás el cortejo con animales. Los recipientes en los que los Magos entregan su ofrenda tienen diseños artesanales de la cerámica michoacana.
4. El pesebre (Navidad 1929), de Alfredo Gramajo Gutiérrez (1932)
Este tríptico del artista argentino Alfredo Gramajo Gutiérrez se encuentra en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires, aunque no está expuesto al público. Es una obra de grandes dimensiones que se compone de tres partes.
Se trata de la tradicional representación navideña del pesebre, pero situado en el Norte argentino. En los paneles externos se encuentran las personas que se acercan al recién nacido mientras que en el central las figuras de la Sagrada Familia están ubicadas al fondo, enmarcadas por plantas por delante y cerros por detrás. Los paisanos son los verdaderos protagonistas de la obra, quienes a pesar de su aspecto respetuoso y reverente muestran una profunda emotividad.
5. La llegada a Belén (no hay sitio en la posada), Anónimo (siglo XVI)
Una nueva norma del Imperio romano exigía a los ciudadanos empadronarse en sus localidades de origen. José y María debieron trasladarse entonces a Belén, de donde era él. Ella estaba a punto de dar a luz, así que buscaron alojamiento para poder descansar. Preguntaron en varios establecimientos, pero no consiguieron un lugar donde parar.
Este cuadro anónimo de la Escuela de Cuzco muestra ese momento. José le explica al posadero que vienen de viaje y que su mujer está embarazada, pero el propietario los invita a marcharse: no hay sitio en la posada. De todos modos, la pareja cuenta con la compañía de un ángel que los guiará hasta el pesebre.
La Escuela cuzqueña de arte fue la más importante de la América colonial. Surgió en Cuzco (Perú) en el siglo XVI y combinaba la tradición artística europea con elementos propios de la cultura local, ya que los artistas eran mestizos e indígenas.
6. Canción de Navidad, de Dante Gabriel Rossetti (1867)
El motivo del cuadro, mujeres con instrumentos musicales, es un clásico de este pintor prerrafaelita. La modelo de este óleo de 45,5 por 38 cm fue una lavandera llamada Ellen Smith, aquí representada como una intérprete de música que está cantando un villancico.
El marco de la pintura también fue diseñado por Rossetti, e incluye una cita de un viejo villancico inglés con algo de latín: Here a maid, well apparelled, shall sing a song of Christ’s birth with the tune of Bululalow: / Jesus Christus hodie Natus est de Virgine. (Aquí una doncella, bien vestida, cantará una canción del nacimiento de Cristo con la melodía de Bululalow: / Jesús nació de una virgen.) Winchester Mysteries
El cuadro, un óleo de 45,5 cm × 38 cm, fue vendido por Sotheby’s a un coleccionista en diciembre de 2013.
7. La fiesta de San Nicolás, de Jan Havicksz Steen (1663-66)
Un gran protagonista de las fiestas navideñas es Papá Noel, Santa Claus o San Nicolás. Todos ellos se basan en el obispo cristiano San Nicolás de Bari, quien, en su Turquía natal, ayudaba a los niños, en especial a los más pobres.
Esta pintura nos traslada al interior de una casa holandesa del siglo XVII. Es la mañana del día de San Nicolás (Sinterklaas, 6 de diciembre) y los niños de la familia van a ver los regalos que hay en sus zapatos. La más chica recibió un muñeco y una cesta llena de golosinas. A su derecha, su hermano mayor llora porque no recibió ningún regalo mientras otro niño del clan lo señala burlándose de él. Pero todavía hay una esperanza para el jovencito: escondida al fondo, casi oculta por las cortinas, su abuela le hace señas sonriente; quizás haya preparado un regalo para él.
A la derecha de la imagen, otro de los hermanos, con el más pequeño en brazos, señala la chimenea explicándole cómo ha bajado San Nicolás por ella con los regalos.
Otro ejemplo de las antiguas tradiciones populares para esta fiesta aparece en la mesa de la derecha: la manzana con la moneda clavada es una referencia a la costumbre de regalar a los amigos monedas escondidas en manzanas.
8. Navidad en el burdel, de Edvard Munch (1904)
La de 1904 había sido una Navidad difícil para el artista. Sobrellevaba la frustración por el encargo del retrato de un senador, que finalmente no se concretó debido a varios desacuerdos con el funcionario. Munch padecía ataques de ansiedad que buscaba aplacar mediante el consumo de alcohol y visitas a un local de prostitución en Lübeck.
Es este precisamente el trasfondo de Navidad en el burdel, un cuadro melancólico donde se ve a las empleadas del lugar esperando a los clientes en un ambiente relajado frente a un árbol de Navidad decorado. A la izquierda hay un hombre durmiendo sobre una mesa, vencido por la ebriedad (¿el propio Munch?), y en primer plano a la derecha una mujer madura y maquillada fuma un cigarrillo mientras lee un libro. Este óleo de 60 cm x 88 cm se conserva en el Museo Munch de Oslo.
9. Tríptico de Navidad, de Leonora Carrington (1989)
El vínculo entre Leonora Carrington y la religión no comenzó en muy buenos términos. Se crió en una familia muy católica que la envió a varias escuelas de monjas de las que fue sistemáticamente expulsada por su actitud rebelde.
Más adelante, cuando huyó de Francia en 1940 para refugiarse en España, sufrió la violencia de facciones militares ultra católicas y fue recluida en un hospital psiquiátrico a cargo de un médico amigo de Josef Mengele. Afortunadamente, logró escapar a México. Gracias al acogimiento que le brindó el país americano, fue recuperando su salud y llegó a desarrollar una gran carrera como pintora y escritora. Y hasta podría decirse que se reconcilió un poco con la religión, tan presente en la cultura mexicana.
En los últimos años de su vida pintó este tríptico sobre el nacimiento de Jesús, expresado mediante su propio lenguaje visual lleno de personajes oníricos. Aquí vemos una serie de figuras animalizadas que adoran al mesías como si fueran humanos. Un pesebre surrealista heredero de los trípticos medievales o renacentistas al estilo de El Bosco, impregnado de sus propias vivencias relacionadas con las instituciones católicas. La obra, de 60,6 cm x 137,8 cm, se encuentra en el museo MCA de Chicago.
10. Navidad en casa, de Anna Mary Robertson Moses (1946)
En esta obra de 1946, vemos representadas, en la calidez de un interior hogareño, unas cuantas de las tradiciones afianzadas en el siglo XX en torno de la Navidad: el protagonismo de un gran árbol decorado con globos y guirnaldas; la mesa llena de dulces; varias personas ofreciendo bandejas con comida; los niños jugando con juguetes nuevos; la corona de muérdago en la pared; la figura de Papá Noel junto al árbol rodeado de regalos…
Su autora, la artista estadounidense Anna Mary Robertson Moses, estuvo estrechamente asociada con la Navidad, en parte porque durante muchos años Hallmark publicó una línea de tarjetas navideñas ilustradas por ella –que fueron un éxito de ventas–, y en parte porque esa festividad reflejaba muchas de sus tradiciones favoritas. En su autobiografía recordó: “La mañana de Navidad salté de la cama… ¡Oh! qué bien olía la casa. La sala y el salón estaban decorados con árboles de hoja perenne alrededor de las puertas y ventanas…”.
Fuente: Infobae