El jueves 23 de noviembre Daniel Noboa finalmente asumirá la Presidencial de la República. Los 18 meses que gobernará serán decisivos para su futuro político, en un país afectado por la inseguridad y la falta de oportunidades, se juega su reelección en 2025.
Si le va bien, es probable que su mandato se extienda cuatro años más; pero si fracasa, y no es reelegido, lo sustituirá un nuevo mandatario, como es lógico.
Si sucede lo último, ocurriría algo inusual, producto de la inestabilidad política del país, en el transcurso de 24 meses Ecuador tendría tres presidentes de la República: Guillermo Lasso, Daniel Noboa y quien lo reemplace.
Serían 24 meses contando desde el 17 de mayo de 2023, cuando Guillermo Lasso activó el mecanismo constitucional de muerte cruzada, para disolver a la Asamblea Nacional que lo juzgaba en un juicio político, y se convocó a elecciones presidenciales y legislativas anticipadas.
El presidente saliente terminará su administración al cabo de dos años y medio. Daniel Noboa completará el periodo para el que Lasso fue elegido inicialmente (2021-2025).
La última vez que hubo una transición de varios jefes de Estado, en un corto tiempo, fue durante la crisis política y social de finales de 1990 e inicios de 2000.
En diez años, entre 1997 y 2007, siete presidentes desfilaron por Carondelet: Abdalá Bucaram (1996 – 1997), Rosalía Arteaga (del 9 al 11 de febrero de 1997), Fabián Alarcón (1997 – 1998), Jamil Mahuad (1998 – 2000), Gustavo Noboa (2000 – 2003), Lucio Gutiérrez (2003 – 2005) y Alfredo Palacios (2005 – 2007).
Bucaram, Mahuad y Gutiérrez, elegidos en las urnas, fueron derrocados en levantamientos populares empujados por fuerzas políticas e incluso con participación militar.
En el caso de Rosalía Arteaga, vicepresidenta de Abdalá, los diputados del Congreso le arrebataron el mandato que le correspondía y en su lugar pusieron como presidente interino a Fabián Alarcón, quien entonces era presidente del Congreso.
Gustavo Noboa y Alfredo Palacio, vicepresidentes de Mahuad y de Gutiérrez, respectivamente, completaron los periodos de los mandatarios derrocados.La diferencia con aquella década convulsa es que en 2023, si bien hay una crisis de gobernabilidad, la presidencia de Guillermo Lasso concluirá antes de tiempo por decisión del propio gobernante, quien no goza de buena aceptación. Se anticipó a que posiblemente la Asamblea lo destituyera bajo acusaciones de presuntos actos de corrupción. Un año atrás enfrentó un violento paro nacional que duró 18 días, en junio de 2022.
El gobierno de transición de Daniel Noboa es consecuencia de la vorágine política de Ecuador, marcada por encarnizados enfrentamientos entre las organizaciones políticas que pugnan por tener el poder en sus manos.
Se suma el miedo sembrado por el crimen organizado y la delincuencia común, que trastoca a la economía y rompe el tejido social.
El economista y consultor político Juan Rivadeneira comentó que luego de los diez años que gobernó Rafael Correa (2007 -2017), el mandato de Lenín Moreno (2017 – 2021) y la reducida gestión de Lasso, se demuestra, otra vez, que “Ecuador no se ha caracterizado por ser un país políticamente estable”.
Señaló que el eventual escenario de tener tres mandatos en dos años lleva a reflexionar sobre “la estabilidad en el poder, la fragilidad de las instituciones, la debilidad del sistema político, pero más grande que todo esto, la incapacidad que tenemos los ecuatorianos, no solo los políticos, de ponernos de acuerdo en ciertos temas”.
Justamente, el mayor reto es lograr consensos para superar los problemas, anotó el experto. Si bien hay muchos factores que inciden en la polarización política, a criterio de Rivadeneira, lo de fondo es la “escasa profesionalización de los políticos”, que a su vez refleja lo endeble que son los partidos y movimientos, que deriva en la falta de confianza de la ciudadanía.
“La política no es un hobby, no es para pasar un tiempo de la vida. No es para tener otro tipo de fines, incluso de beneficio personal, sino para entender lo que significa el real servicio público, del interés público y del bien común”, observó Rivadeneira.
Ana Changuín Vélez, exviceministra de Gobernabilidad y analista política, comentó que es fundamental que el presidente electo, Daniel Noboa, con liderazgo y responsabilidad pueda comprender el momento político que se está viviendo en el país.
“La tarea del nuevo Gobierno no solamente va a ser de administrar, sino de servir, de inaugurar una escucha activa con el pueblo. Este periodo muy corto de gestión no necesariamente tiene que verse como una desventaja, sino como una oportunidad para demostrar con transparencia qué se puede y qué no se puede hacer, y hacer un ejercicio interesante de priorización de agenda pública”, analizó Vélez.
Dado que la Asamblea Nacional nuevamente estará fragmentada, existe la necesidad de “desmitificar la palabra negociación, de lo contrario el país no va a avanzar”. Negociar sobre la mesa intereses colectivos, no individuales, esa será la gran diferencia.
“No se trata de tener una Asamblea cómplice u obsecuente, sino de lograr un trabajo coordinado”, apuntó Changuín y remarcó que todos los actores políticos y autoridades tienen la misión de recuperar la confianza de sus mandantes. “La confianza es ese pegamento, la legitimidad que necesitan todos los gobernantes para poder continuar sirviendo al país”, puntualizó la exviceministra.
Teniendo en cuenta que Ecuador experimenta momentos de desesperanza, “cualquier acción que haga Daniel Noboa en torno a la seguridad, el empleo y salud pública será bien vista”, comentó Ignacio Loor, consultor político. Sus decisiones determinarán la continuidad de su gobierno.
“También tendría que él, discursivamente, ir sobre la marcha avisándole al país que en un año no puede resolver problemas, que tardaría mucho más tiempo en solucionarlos. Vamos a ver cómo se mueve la parte discursiva, eso será clave, cómo empieza a dosificar la expectativa”, observó el consultor.
La gran oportunidad que tiene el presidente electo es “representar la unidad, de una vez por todas”, indicó Loor, considerando que, por ejemplo, al menos en palabras el movimiento Revolución Ciudadana (RC) -que tendrá 51 curules en la Asamblea- ha expresado voluntad por dialogar. Si ya en la práctica la RC no consuma su oferta, ellos podrían poner en riesgo sus propias aspiraciones de cara al 2025.
Sin duda habrá oposición, críticas y reparos de algunos sectores políticos, sociales y de opinión sobre los acercamientos que se den durante el periodo de transición.
Frente a ello, Ignacio Loor precisó que “Noboa tiene que hacer un gobierno pragmático, tiene que sumar con quien quiera sumarse, porque al fin y al cabo a la ciudadanía lo que le preocupa es que le resuelvan los problemas, le importa muy poco con quién esté gobernando Noboa en la Asamblea. Lo que no le va a perdonar es que se vuelva a excusar por el tema de la Asamblea (como lo hizo Lasso) y podría poner en riesgo su reelección”.
La conclusión de los tres analistas consultados es que los consensos en temas urgentes son la prioridad. Hay desconfianza y hartazgo en la gente, que espera autoridades y líderes con decisión y voluntad por hallar soluciones, no ahondar en los conflictos que dividen al país. (I)
Fuente: El Universo