Jannik Sinner era consciente de que esto podía pasar cinco días después de que consiguiera su primer triunfo sobre Novak Djokovic, tres jornadas más tarde de que tuviera en sus manos el futuro del serbio en el torneo, y decidiera competir contra Holger Rune, a quien batió aun estando clasificado.
Con una derrota apartaba de la lucha al enemigo más temido del torneo. Djokovic también sabía que una final no tiene nada que ver con una cita en la fase de grupos. Que batirle a él dos veces una misma semana se antoja una misión imposible en el momento de forma en el que se encuentra. Ni siquiera está al alcance del héroe local, apoyado por 13.000 ruidosos aficionados que llenaron el Pala Alpitour de Turín. ‘Nole’, 36 años, fue el de las finales, el que tiene un extra que explica su condición de leyenda.
Sinner pagó la novatada. Crecido hasta la resolución, el primer italiano en una final de las ATP Finals acusó la presión, que se acrecentó por la exigencia impuesta por su rival desde el punto inicial. Que la conservó hasta que cerró otro triunfo de mucha trascendencia. Djokovic revalidó corona, se convirtió en el mayor campeón de la Copa de Maestros con su séptimo título, dejando definitivamente atrás los seis del suizo Roger Federer.
Número uno mundial por octava temporada en su carrera, este lunes será líder de la clasificación por 400ª semana. Una bestia competitiva que destruyó inmisericorde a su salvador en la fase de grupos. Se tomó la revancha deportiva con una obra maestra de una hora y 43 minutos: 6-3 y 6-3. Un trofeo, unas ganancias de 4.11.500 dólares, tras el extra de dos kilos por ganar la final, y 1.200 puntos de ranking, dejando a Carlos Alcaraz a más de 2.000 de distancia.
El nivel desplegado por Djokovic asusta como que vaya por la corona 98 en su carrera, acercándose a las 103 de Federer y las 109 de Jimmy Connnors. No hay imposibles para él. No hay una sola gesta del tenis que no haya coleccionado todavía que no corra peligro. Nunca tiene bastante.
Salió a la final con la alegría de su primer éxito, en 2008. Pero con una experiencia que marcó la primera diferencia con un Sinner asustado por la perfección del oponente y la importancia del partido. Djokovic, consciente del factor emocional que podía jugar en contra del italiano, de que debía aplacar enfriar a la grada, comenzó al ciento por ciento.
No guardó nada. Y amedrantó al nervioso Sinner, que no se pareció al de jornadas previas. Ha madurado, ha crecido deportivamente, le falta asumir vivencias como ésta. Djokovic las tiene por la mano. En 38′ cazó el set inicial. Un diez en actitud, concentración y, especialmente, saque.
Tomado de Mundo Deportivo