Jaime Bayly: Creo que este país no merece rendirle un homenaje a Rafael Correa, le ha dejado un legado malo a Ecuador

El “niño terrible” Jaime Bayly vuelve a Ecuador a los 20 años de su última visita para participar en la Feria del Libro de Guayaquil. Este 23 de septiembre, a las 18:00, el periodista y escritor peruano, que reside en Miami, Estados Unidos, presentará su más reciente novela, Los genios, que es un relato, entre real y ficticio, sobre el puñetazo que le dio Mario Vargas Llosa a Gabriel García Márquez, dos personajes imprescindibles de la literatura latinoamericana, y que terminó con la entrañable amistad que ambos tuvieron por una década. Ocurrió en México, en 1976, y ninguno de los dos quiso contar jamás qué había pasado. En esta entrevista con EL UNIVERSO habla del proceso creativo de esta novela (que considera que ha sido la más difícil de escribir), de su vida personal y hasta de la política ecuatoriana.

¿Cómo surgió la idea de este libro?

A principios de los ochenta, hace unos 40 años, yo conocí a Vargas Llosa. Yo era reportero de un diario conservador de Lima, La Prensa, y por eso lo conocí. En el periódico también conocí al hijo mayor, Álvaro, y nos hicimos muy amigos. Cuando conocí a los Vargas Llosa ocurrió algo que me llamó poderosamente la atención. Mario lo echó de la casa a Álvaro porque no quería ir a la Universidad de Princeton, en Nueva Jersey. Y me cuenta que su papá lo había citado en un parque de Miraflores. Él fue y regresó con un ojo morado. Mario le había dado un puñetazo. En ese momento yo pensé: ‘Caramba, qué personaje tremendo es Mario, hace pocos años le dio un puñetazo a Gabo y ahora a su hijo mayor. Este es un hombre que va por la vida dando puñetazos’. Me parece que esa fue la primera vez que pensé que quizás algún día podría escribir una novela del porqué Mario le pegó a Gabo. Y ahí empecé a preguntar a Mario, a sus hijos, qué pasó. Luego lo conocí a Gabo e hice lo mismo con él y sus amigos.

¿Cuándo conoció a Gabo?

Lo conocí en Washington DC, a través de César Gaviria, que era secretario de la OEA, que propició un encuentro. Gabo había leído No se lo digas a nadie y le había gustado, yo había leído toda su obra. Cuando le pregunté por qué Mario se había peleado con él, Gabo soltó una carcajada, y me dijo “yo no me peleé con él, él se peleó conmigo” y añadió “habla con mis amigos”. Y así fue. Desde el punto de vista de Gabo y sus amigos, lo que había hecho Mario era sucumbir a un ataque de celos, que pensó que habían ocurrido algunas cosas entre Gabo y Patricia (Llosa, la esposa de Mario) que probablemente no ocurrieron.
¿Cuánto es verdad, cuánto ficción?

El libro trata de reconstruir la historia fielmente, eso significa que todo lo que he contado ocurrió exactamente así, porque no estuve ahí, no lo vi. Pero sí ocurrió que Mario dejó a Patricia, se fue con otra mujer que conoció en un barco. Sí ocurrió que Patricia, herida, se refugió en la compañía de los García Márquez, Gabriel y su esposa Mercedes, sus íntimos amigos. Y sí ocurrió que una noche el Barcelona, Carmen Balcells (la editora de Mario y Gabo) organizó una fiesta y luego de ella García Márquez llevó a Patricia al aeropuerto y que se perdió. Nunca sabremos si fue a propósito o accidentalmente… Ocurrió que no llegaron al aeropuerto, llegaron a un hotel cercano y estuvieron a solas. ¿Qué pasó ahí? Eso solo lo sabían los dos, y ya no está Gabo para contarlo y aún si estuviera no lo haría. De manera que lo que yo cuento sobre lo que pasó en la suite de ese hotel lo cuento con la autoridad que me da hablar hablado con los mejores amigos de ambas parejas.

O sea que ahí salió su faceta de periodista.

Exacto. El libro es consecuencia de mi curiosidad y mi investigación periodística.

Algunas críticos han dicho que usted ha sido más generoso con Vargas Llosa que con García Márquez cuando los retrata. ¿Pesó su cercanía, su afecto hacia su coterráneo?

Sí, puede ser. Pero más bien yo he registrado lo contrario, hay críticos que me han dicho que la novela es más amable con los Gabos que con los Vargas Llosa. Pero cada cual tiene su lectura, su interpretación. En la vida real, el que dio el golpe fue Mario. Y ese puñetazo fue un error. Aún si García Márquez quiso acostarse con Patricia, aun si llegó a consumar ese acto erótico, aun si Patricia consintió ese encuentro, eso no justificaba que Mario le pegase. Ese puñetazo, a mi modo de ver, fue un exabrupto machista, un acto de intolerancia…

E hipócrita, porque él dejó primero a Patricia…

De acuerdo. Él se había ido con otra mujer. Me parece que él debió decirle a Gabo “oye, vamos a tomarnos unas copas, me han contado que pasó esto, cuéntame tú qué pasó”. Pero al pegarle y no hablarle nunca más, me parece que Mario, quien venía de casarse con la prima y antes con la tía, no debía erigirse en una suerte de mojigato, de santurrón, que no es capaz de comprender la complejidad del deseo erótico.

La mayoría de sus novelas tienen tintes autobiográficos. Usted ha dicho que esta no los tiene, pero cuando describe al padre de Vargas Llosa, Ernesto, como un tipo agresivo, golpeador, insensible, miserable, se percibe un aire a su propio papá.

Sí, es un bueno punto. Ernesto Vargas le pegaba a Mario, como mi padre me pegó a mí, Ernesto Vargas era abusivo con la mamá de Mario, Dorita, como mi padre lo fue con mi mamá. Mario fue reportero en su juventud, en el diario La Crónica, yo fui reportero en La Prensa. Mario tuvo peor suerte que yo porque lo metieron en el colegio militar, a mí me amenazaron, pero no ocurrió. Sí, en ambos casos, el padre es una figura sombría, represiva y quizás, en el caso de Vargas Llosa y el mío hay algunas novelas que son una contestación, un acto de rebeldía contra el padre.

¿Cuál cree que es su mejor obra?

Esta última. Es la que más me ha costado, ¿sabes? Porque yo no vi todo esto, yo era un niño. Ellos se conocen en 1967, en el aeropuerto de Maiquetía, en Caracas, yo tenía 2 años, y la trompada fue en 1976, yo tenía 11. Es más difícil investigar las vidas de unos genios y luego hacerlos hablar, hacerlos pensar, hacerlos pelear y que todo eso a tus ojos de lectora sea creíble.

¿Y la más polémica?

La más polémica fue la primera, No se lo digas a nadie.

¿Se arrepiente de haber publicado No se lo digas a nadie? Porque en ella usted digamos que “sacó del clóset” sin su consentimiento a Diego Bertie (actor peruano que se suicidó el año pasado)?

Eso es discutible. Si la novela hubiese mencionado el nombre que tú has mencionado, entonces se podría afirmar lo que tú has afirmado. Pero la novela habla del encuentro de un periodista, mi alter ego, Joaquín Gavino, y un actor que se llama Gonzalo Guzmán, no se llama Diego Bertie. Yo he conocido no a pocos actores que simulaban ser heterosexuales en sus vidas privadas y eran gays. De manera que no se puede afirmar con la ligereza que tú lo has hecho que yo lo saqué del clóset. Yo escribí una novela, y una novela es una suma de mentiras, en la que un periodista de televisión se enamora de un actor, ese actor podía ser o no ser él. Bastaba con que él dijera ese actor no soy yo. Jaime debe haber pensado en otro. Y ese personaje literario gay, en el clóset, no le pertenecía a Diego, le pertenecía a la imaginación del escritor. Y cuando la novela salió, la prensa maliciosa, ligera decía que era ese actor u otro, porque mencionaban otros. Ahora bien, la pregunta de ese entonces era si yo, como escritor, no puedo fabular el encuentro amoroso de un periodista de televisión y un actor gay en el clóset por temor a los gays en el clóset, ¿entonces quién gana?, ¿la libertad o la represión? En mi caso, ganó la libertad artística. Y en el caso de él, lamentablemente, ganó la represión. Yo no me voy a reprimir artísticamente porque otras personas se reprimen. Si me parece que un futbolista es un personaje erótico, si a mí me parece que un tío es un personaje erótico, tengo que describirlos, retratarlos con libertad.

¿Pero es o no es él?

No, no es él. Se llama Gonzalo Guzmán, él se llama Diego Bertie. Además, yo no soy responsable de que las personas se atormenten porque no tienen la valentía de aceptar quiénes son.

El tema de su bisexualidad sigue dando de qué hablar a pesar de que está casado con Sylvia Núñez del Arco ya muchos años. ¿Cómo es su vida con ella?

Es una vida muy feliz. Ella es escritora, yo también. Ella entiende mi sensibilidad de escritor, ella entiende que un artista, un pintor, un cineasta, crean arte desde el dolor, desde la herida, desde lo que pudo salir bien, pero salió mal, desde los amores contrariados, torcidos, corrompidos. Tenemos un entendimiento literario y artístico que es muy feliz para los dos.

¿Cuál cree que es el mejor escritor vivo de América Latina?

Hay muchos mejores, pero en la categoría de gran maestro, de clásico en vida, inmortal, está Vargas Llosa. Ya han ido muriendo todos los del boom latinoamericano.

‘Creo que ahora mismo Alan García estaría libre’

Usted vive ya hace muchos años en Miami. ¿Tiene intenciones de regresar a Perú?

No me imagino eso en el corto plazo. Y luego, a largo plazo, eso es una ficción.

¿Ya desistió de su idea de ser presidente de la República?

Sí, porque nunca fue una idea, fue una curiosidad. Yo he hecho grandes esfuerzos por ser un escritor, no quisiera desmayar en esa vocación, en ese aliento. No es posible ser escritor y político profesional. Si entras en política y quieres llegar al poder, tienes que dejar su carrera artística. Y un artista que se mete en política se suicida artísticamente. No pienso cometer ese suicidio. Además, creo que el escritor tiene un poder distinto al del político. Un poder superior.

¿Por qué?

Porque el político tiene un poder acotado. ¿Cuánto dura el mandato presidencial? Cuatro años, pero ya tu ves que (Guillermo) Lasso renunció al segundo año. La misma gente que votó por él ya no lo quiere, se acabó su poder. El escritor no, el escritor no tiene un periodo, un mandato. Si el escritor sabe llegar al alma de sus lectores, tiene un gran poder.

Uno de los que lo alentaba a correr para presidente era Alan García (dos veces mandatario de Perú). Usted escribió en una ocasión que en una cena en su casa García lo animó a ser candidato y usted le contestó que el sueldo de presidente no le alcanzaría para sostener a su familia. “Alan soltó una risotada y sentenció la frase de la noche: ‘No seas cojudo (tonto), la plata llega sola’”. ¿Cómo lo recuerda?

Con cariño…

¿A pesar de que lo hizo botar del canal de televisión en el que usted trabajaba?

Sí, a pesar de. Él era muy joven cuando fue presidente la primera vez, tenía 35 años, casi como este muchacho Daniel Noboa, y no estaba en condiciones de gobernar con sabiduría, como quedó demostrado, fue muy mal presidente. Pero en su segunda vez, su mandato fue bastante bueno. Lo recuerdo como un hombre inteligente, culto, que leía, los políticos rara vez leen, solo leen el periódico, y para ver si salieron en él. Alan no debió matarse, no debió pegarse un tiro. Creo que debió dejarse apresar y luego defenderse con vigor. Y si era inocente, demostrarlo. Me parece que se precipitó.

Hablando del suicidio de Alan García, su caso es similar al del exvicepresidente ecuatoriano Jorge Glas, sentenciado por el caso Odebrecht, que salió libre poniendo algunas figuras legales y ahora un juez del Tribunal Supremo de Brasil ha dicho que todas las pruebas presentadas por la empresa brasileña son nulas. ¿Cree que él habría tenido la misma suerte?

No tengo ninguna duda de que ahora mismo estaría libre. A Lula (da Silva) lo metieron a la cárcel, estuvo preso año y medio y ahora es presidente de Brasil. A (Jorge) Barata (exejecutivo de Odebrecht) lo metieron preso y ahora está libre. Al propio señor (Marcelo) Odebrecht lo metieron a la cárcel, ahora está libre. Entiendo que para Alan habría sido una humillación que lo arrojaran a la cárcel. Yo, en sus zapatos, no me hubiese pegado un tiro. Solo hubiese dicho una sola condición: que me pongan Netflix en la cárcel. Con eso sobrevives.

‘Correa fue inmensamente abusivo con Villavicencio’

La última vez que estuvo en Ecuador fue en el 2003. ¿Cómo ve al país veinte años después?

Han pasado 20 años. Algunas cosas se han hecho bien. Al presidente (Lenín) Moreno, quien no es mi amigo y tampoco quiero serlo, hay que reconocerle que al menos tuvo la lucidez de romper con su padrino, con Rafael Correa, e interrumpir esos diez años de gobierno autoritario y corrupto, y de enderezar el rumbo. No digo que haya sido un gran presidente, pero al menos no fue un paje, un mayordomo de Correa. Ahora espero, que no lo conozco pero creo que ha salido más inteligente que el padre, que Daniel Noboa sea elegido presidente. Creo que este país no merece rendirle un homenaje a Correa. Correa ha dejado un legado malo para el Ecuador y es bueno que surjan políticos jóvenes como Noboa, y estos otros muchachos, Jan Topic, Otto Sonnenholzner… Eso es saludable para el país.

Usted me decía que García era muy joven cuando asumió la Presidencia de Perú por primera vez. ¿No sería el mismo caso que Daniel Noboa, que también tiene 35 años?

Es una edad muy temprana para ser presidente. Pero cuando lo escucho, cuando lo veo, me parece que tiene una cierta madurez que quizás podamos atribuirla a que él ha visto la carrera política de su padre desde muy niño, que ha sido candidato presidencial cinco veces. Eso tiene que haber sido una educación para Daniel, que no se adquiere en una universidad. Veo que tiene cierta madurez, aplomo, equilibrio. Alan, a los 35 años, estaba completamente en las nubes, era un gran orador, un mago con las palabras.

¿Y qué opina de Luisa González?

No la veo con hostilidad, pero si ella cree que el correísmo fue bueno para este país y que hay que restaurarlo, está profundamente equivocada. El problema es que ella y su compañero de fórmula desean ardientemente llegar al poder y para llegar al poder a veces están dispuestos a pactar con el diablo.

¿Qué cree que le pasó a Guillermo Lasso?

Lasso es una gran decepción. Yo lo apoyé porque, en ese momento, me parecía el menos malo de los que estaban en la carrera. Pero Lasso no ha sido un buen presidente.

¿Qué le ha faltado?

Liderazgo, energía, visión de futuro. Yo veo en Lasso -y lo vi desde el primer día de su gobierno- a un hombre fatigado, exhausto, que le cuesta trabajo caminar, hablar. Me parece que ha llegado al poder sin estar en la plenitud de sus condiciones.

Uno de los políticos que usted entrevistó fue el fallecido candidato presidencial Fernando Villavicencio. ¿Cómo fue su encuentro?

Lo recuerdo con cariño y lo respeto. Lo recuerdo como un hombre valiente. Yo no creo que era un político, era un periodista. Y era un periodista del género más arriesgado, de investigación, que investigaba lo que raramente investigan los políticos, por ejemplo, cómo Correa robó con los chinos. Y hacía un buen trabajo, sus libros eran serios, rigurosos. Y estaba dispuesto a correr riesgos que le costaron la vida. Y recuerdo que Correa fue inmensamente abusivo con Fernando porque usaba su poder para mandar a la Policía a su casa para intimidarlo a él, a su familia, confiscar sus computadoras, sus celulares, obligarlo a irse al exilio. Por eso es que yo detesto a Correa y al correísmo, porque es una fuerza que cuando estuvo en el poder no fue democrática.

Sobre la prensa de estos días

¿Cómo ve su futuro en la televisión estadounidense? Se dijo hace unos meses que MegaTV, el canal en el que tiene su programa, había cambiado de dueños.

Eso parecía a principios de año, en febrero se anunció que un grupo mediático basado en Dallas iba a comprar MegaTV. Pero creo que finalmente eso no va a ocurrir.

¿No está en riesgo la continuidad de su programa?

Siempre está en riesgo, la televisión es un negocio altamente riesgoso. Nunca sabes si vas a llegar a fin de año. Es un negocio muy democrático, te somete a un plebiscito todas las noches, que es el rating. Si la gente no vota por ti te despiden. No es que hay elecciones cada cuatro años, sino todas las noches. Pero no es un problema que me atañe a mí en particular, sino al modelo de negocios que es la televisión abierta y de cable, que está en extinción. La gente, en especial los jóvenes, ya no encienden la televisión. De hecho, mis hijas mayores que viven en Nueva York no tienen televisión en casa. La televisión y de cable tienen menos espectadores y por tanto menos ingresos derivados de la publicidad. Lo que hay que hacer es migrar a las redes...

Usted y Sylvia abrieron un canal de YouTube recientemente.

Y nos ha ido muy bien, recién lo abrimos hace dos meses y medio y tenemos 180.000 suscriptores ya. Y es un modelo que permite llegar a un país mediante un canal si no a todo el mundo, podemos llegar a todos los rincones del planeta, y cuando esa persona elija verte. Es verdad que en nuestros países latinoamericanos la televisión abierta todavía tiene un poder, tal vez porque la gente no está tan conectada. Pero tarde o temprano se seguirá encogiendo y muchos canales van a desparecer. Eso es inevitable.

¿Cómo ve el periodismo en medio del reino del TikTok? Pareciera que ahora es más importante el like que los trabajos en profundidad.

Es una pregunta difícil. No ha cambiado la curiosidad de la gente por estar informada, lo que ha cambiado es cómo se informa. Cuando yo era joven ibas al quiosco y comprabas el periódico, el papel. Cuando yo era joven tú encendías el televisivo y ponías el informativo, el telediario. Ahora la gente se informa, y quizás más, leyendo las noticias en su teléfono celular. Entonces yo creo que es un error decir que por culpa de la tecnología los jóvenes de ahora son más ignorantes de lo que éramos nosotros. Eso no es verdad. Los jóvenes de ahora son más curiosos, más listos, más inteligentes.

Pero no necesariamente están mejor informados porque hay muchas noticias falsas circulando en las redes sociales.

Noticias falsas circulando ha habido siempre. Cuando yo era reportero hace 40 años también las había. Yo soy optimista. Creo que la tecnología permite que la gente esté mejor informado. Ya depende del individuo si se informa bien o no, si lees el New York Times o El País, o compras un tabloide sensacionalistas en la esquina de tu casa. Es cómo ejercitas tu libertad. (I)
Fuente: El Universo

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