Martha Roldós: Cuando se dan este tipo de magnicidios o muertes en situaciones no explicadas, es el inicio del horror, de la manipulación, de la gente que quiere treparse al cadáver de tus padres…

La activista Martha Roldós Bucaram conoció al exlegislador y excandidato presidencial Fernando Villavicencio Valencia “de vista” cuando ella era legisladora en el Congreso Nacional del 2007, el que fue cesado por Rafael Correa para instalar la Asamblea Constituyente.

“Él iba llevando unas denuncias o algo así, pero ahí no tuvimos mucha cercanía. Quien me lo presentó formalmente fue Henry Llanes (exdirigente sindical petrolero) cuando yo ya estaba en la Constituyente de Montecristi. Recuerdo que por esa misma época conocí a Diego Cano (también dirigente de los trabajadores petroleros) que me dijo: “Oye, ¿tú sabes que Correa tiene bloqueado el paso de Fernando a la Asamblea?”. Ah, no sabía, si quieres los hago pasar. Entonces como yo era vocal (de la mesa directiva) los metí en mi carro y pasaron. Me acuerdo de que ellos querían hablar con Alberto Acosta (presidente de la Constituyente) sobre un tema petrolero. Y entonces ahí empezamos a tener relación de amistad que se profundizó más después cuando salimos de la Constituyente, porque nos unimos con ellos, que en ese entonces militaban en el Polo Democrático, para promover el nulo en el referéndum de la Constitución”, cuenta ella.

Luego, cuando ella fue parte del llamado ‘Congresillo’, o sea, la Función Legislativa de transición, Villavicencio se convirtió en una especie de asesor, no enrolado porque no quiso que lo nombrara, en cuestiones petroleras.

Aprovechando la condición de legisladora, Roldós y Villavicencio hicieron pedidos de información a varias instituciones para poder realizar actividad de fiscalización e investigaciones periodísticas.

“Siempre hacíamos la broma de que al final tú y yo hicimos las rutas inversas cada uno. Nos conocimos estando cada uno en la otra orilla, política y periodismo, y luego cambiamos. Yo entré al periodismo por Fernando y viceversa”.

En el 2009, Roldós fue candidata presidencial por la alianza RED-Polo Democrático y Villavicencio encabezó la lista de Pichincha. No ganaron, pero dice ella que hicieron una “linda campaña” que les costó solo $ 30.000. El jingle de esa campaña lo cantaba una de las hijas de Villavicencio, Amanda, y fue reeditado para la campaña presidencial de las elecciones anticipadas de este año.

“Decidimos que esta era más que una candidatura presidencial, era la oportunidad de tener una posibilidad de decirle cosas al país, de empezar a tener un espacio público para empezar a denunciar lo que estaba pasando: corrupción petrolera, violaciones de derechos, etcétera”, relata Roldós.

Y después ella se metió de lleno a la investigación periodística con Villavicencio; crearon el portal Mil Hojas y otros más porque en el gobierno de Correa se los “bajaban” todo el tiempo. Entonces tenían listos unos y colaboraban con otros. “Era como una guerra de guerrillas”, recuerda.

Pero Roldós no se involucró mucho en la última campaña de Villavicencio porque ella no quería que esto afectara el trabajo periodístico. “Y Fernando lo entendió y lo respetaba, pero a veces hablábamos para saber cómo estaban las cosas, cómo iba el trabajo”, señala.

La tarde del 9 de agosto pasado, Roldós se enteró por las redes sociales de que había ocurrido un “incidente” a la salida de un mitin de Villavicencio. “Me asusté mucho y llamé a una amiga que estaba trabajando en la parte de la publicidad de Fernando pensando que estaba con él en Quito, pero estaba en Guayaquil. Entonces ella me dijo que no, que hubo varios heridos, que los llevaron al hospital, pero que Fernando estaba bien. Me preocupé por el resto de gente y empecé a llamar desesperadamente a Christian (Zurita), a César (Gonzaga). Después de un rato César me llama llorando… Yo no lo podía creer, y ya no sé qué pasó, no sé qué hice. Creo que algo grité porque mi sobrina vino corriendo a verme…”.

Hace 42 años…

Todo esto hizo que a la mente de Roldós volvieran los recuerdos, algunos borrosos y confusos, del día en que su padre, el expresidente Jaime Roldós Aguilera, y su madre, la primera dama Martha Bucaram, fallecieran junto con su comitiva en un accidente de aviación del cual su familia tiene todavía muchas interrogantes. Fue el 24 de mayo de 1981.

“Yo tenía 17 años. Estaba en Washington porque había ido a estudiar inglés. Ese día estaba en la Embajada. Recuerdo que estaba conversando con unos chicos y salió la esposa del embajador. La vi totalmente descompuesta. No recuerdo qué me dijeron en ese momento, sé que no me dijeron que mis padres habían muerto, creo que me dijeron que el avión había desaparecido. Me llamó desde Ecuador un tío de mi papá, yo pensé que toda mi familia había desaparecido y no lo podía creer. Me dieron algo, alguna pastilla, una amiga me hizo la maleta, me acompañó al aeropuerto… Yo estaba como un zombi”.

“El vuelo hizo escala en Miami; ahí se subió Mechita, una amiga de mi mamá. Me acuerdo que pensaba que esto era una broma… porque uno siempre se aferra a la esperanza y está en negación. Recuerdo la voz de Mechita diciéndome que estaban muertos, pero solo supe que era cierto cuando se abrió la puerta del avión en Ecuador (el 25 de mayo) y vi al pie de la escalinata la cara de dolor de mi tío León”.

Roldós Aguilera participó ese 24 de mayo en una ceremonia en el Estadio Olímpico Atahualpa, en Quito, donde se condecoró a los combatientes de la guerra de Paquisha. Luego abordó el avión presidencial, el Beechcraft Super King 200, para viajar a Macará (Loja).

Restos del avión Beechcraft Super King 200. Foto: Archivo

Allí debía tomar un helicóptero para viajar a Zapotillo, donde se realizaría otra ceremonia antes de volver a Quito ese mismo día. Pero la nave se estrelló contra el cerro de Huayrapungo (Loja), a pocos minutos de aterrizar. Todas las personas que estaban en el avión perecieron.

Martha solo conoció esos detalles días después porque dice que estaba tan impactada que solo quería llegar a Carondelet, empacar sus cosas y llevarse a sus hermanos, Diana y Santiago. “Yo ni siquiera podía llorar. Era como que el mundo se hubiera acabado, estaba devastada, estaba como ida, no podía pensar bien, no podía reaccionar, me decían qué hacer, era como una autómata”.

Los restos de Jaime Roldós y Martha Bucaram fueron velados en Quito, el 25 de mayo, y en Guayaquil, el 26. El entierro fue el 27.

“Algunos pueden pensar que aquí termina todo, pero no. Cuando se dan este tipo de magnicidios o muertes en situaciones no explicadas, es cuando el horror recién empieza. Es el inicio de la manipulación, de la gente que quiere sacar provecho, de treparse al cadáver de tus padres… Es como un sismo con enormes réplicas que no terminan de parar, todo el tiempo pasa algo… Aparecen los buitres, los encubridores, los que quieren negar, los que lanzan versiones…”.

Martha ha conversado con las hijas de Villavicencio, Amanda y Tamia, sobre esto para prepararlas. “El muerto no es solo tuyo. Cuando alguien muere así, las personas se acercan y quieren que tú los consueles en su dolor por la pérdida de ese ser querido, aunque tú mismo estés devastado. Por un lado te reconforta que la gente los reconozca y los recuerde, hay momentos que hasta te sanan porque te dicen cosas muy hermosas o te comparten recuerdos hermosos, pero también hay una sensación de estar abrumado… Y de alguna manera te quedan varios retos y obligaciones que, en el caso nuestro (ella y sus hermanos), tardamos en asumirlos porque no entendíamos nada, éramos demasiado jóvenes”.

Los hermanos Roldós vivieron muchos años fuera del país. Diana se fue a estudiar a México en 1986 y se radicó allá. Martha y Santiago también se marcharon al mismo país en 1988, vivieron y estudiaron allá, pero ellos sí regresaron. “Creímos que para entender y aceptar todo esto debíamos tomar distancia”.

Martha vivió también en Inglaterra y Panamá, y volvió de manera definitiva al país en el 2005.

Investigaciones del accidente

Sobre el accidente aéreo del expresidente Roldós y su comitiva se desarrollaron varias investigaciones a lo largo de los años. La investigación de la Junta Investigadora de Accidentes (JIA) de la Fuerza Aérea Ecuatoriana se realizó a los pocos días del accidente, en 1981; ese mismo año hubo otra de la Fuerza Aérea de Estados Unidos (USAF); dos más del desaparecido Congreso Nacional, en 1982 y 1991; y en el 2013 se abrió otra por parte de la Fiscalía General del Estado.

La de la JIA fue muy cuestionada por la familia, pues concluyó que fue una falla humana, “pero fue de una manera muy rápida, estuvieron dos días en el sitio, se llevaron todo mal envuelto, no permitieron que las autoridades civiles estén presentes, hubo versiones contradictorias del desvío de las rutas, un casete de la torre de control que desapareció y apareció…”.

La de la USAF se basó en el informe de la JIAF, por lo que Martha considera que estaba “contaminada”. Concluyeron que lo que el documento decía era “plausible.

La primera comisión legislativa estaba presidida por Otto Arosemena Gómez. Y coincidencialmente, uno de sus integrantes era el diputado Jaime Hurtado González, quien también fue asesinado más de quince años después.

“Hurtado es uno de los que más exigían. Él decía: ‘No es que se ha muerto un cualquiera, se ha muerto el presidente de la República’”, recuerda ella.

Jaime Roldós y Martha Bucaram con sus hijos, Martha, Diana y Santiago. Foto de Archivo

Este grupo pidió a la Policía de Zúrich (Suiza) que realizara un peritaje a una de las turbinas del avión, el cual determinó que aquella estaba apagada al momento de la colisión. Entonces, los diputados concluyeron que la nave se desplomó porque perdió fuerza cuando sus turbinas se paralizaron, pero no pudieron determinar las causas de este hecho.

La FAE también encargó un reporte a la empresa fabricante de la nave, que dijo que todo estaba bien.

Martha Roldós señala que el trabajo de este grupo fue bloqueado. Mucha de la información que recopilaron y que reposaba en los archivos del Congreso desapareció en el incendio del 2002.

La segunda investigación del Congreso se abrió luego de la publicación de un artículo de la revista Life en la que se decía que los asesinatos de Omar Torrijos (presidente de Panamá) y Jaime Roldós habían sido ordenados por el general Manuel Antonio Noriega (que luego gobernó Panamá).

Esta comisión la dirigió el diputado Víctor Granda; la hija de Jaime Roldós cuenta que también se encontró con muchas puertas cerradas y que surgió información confusa.

Y en ese entonces concluyó que la tesis del accidente como hecho fortuito era “poco creíble” y planteó que, si bien no había pruebas, la muerte de Roldós pudo ser consecuencia de un atentado en el que confluyeron intereses internos y externos.

Luego, cuando Martha fue diputada, en el 2007, todos los días enviaba a un asistente de su despacho a sacar copias de documentos en el archivo del Parlamento. Con todo eso, cuenta, empezó a armar cronologías, algo que luego le sirvió en el trabajo periodístico.

“Con Santiago pensamos hacer algo con esto, pero él dijo que no teníamos la suficiente distancia para hacerlo. Entonces hablamos con Manolo Sarmiento para hacer el documental”.

El cineasta se demoró unos seis años en hacerlo. Aquí se le da más sustento a la tesis del atentado generado por intereses externos e internos.

Roldós había sido muy crítico de las dictaduras del Cono Sur y había promovido la llamada Carta de Conducta de Riobamba, según la cual la defensa de los derechos humanos era un deber de los Estados y que, por tanto, la acción conjunta de estos para su protección no violaba el principio de no intervención; y, además, estaba tomando una serie de medidas para mejorar las condiciones de los trabajadores del país.

Martha cuenta a EL UNIVERSO que sobre lo primero tiene un recuerdo un poco difuso que no suele compartir porque no tiene una fecha exacta.

“Yo tenía 16 años. No recuerdo la fecha exacta, porque pasaron creo que de (Roberto) Viola a (Jorge) Videla en ese tiempo. Le pasaron a mi papá una llamada desde Argentina a la residencia que estaba al fondo del Palacio de Carondelet. Él estaba muy disgustado discutiendo con alguien, y luego se lo comentó a mi mamá que era uno de esos dictadores, no sé quién”, evoca.

Videla y Viola fueron parte de la Junta Militar argentina; el primero fue mandatario de ese país entre el 29 de marzo de 1976 y el 29 de marzo de 1981; y el segundo, del 29 de marzo de 1981 al 21 de noviembre de ese mismo año. Roldós murió en mayo de 1981.

A raíz del documental, la Fiscalía General del Estado abrió una investigación previa por supuesta ejecución extrajudicial relacionada con el Plan Cóndor. Martha Roldós afirma que no sabe en qué ha quedado, aunque tampoco es que le tenía mucha fe al fiscal de ese entonces, Galo Chiriboga.

Chiriboga incluso viajó a Brasil para encargarles a técnicos de ese país la revisión de los informes existentes sobre el caso. “O sea, les era más fácil irse a Brasil, a todos lados, que mirar los archivos de la FAE. Eso es lo que nunca entendí”, cuestiona ella.

Habría sido más lógico que buscaran los restos del avión en Ecuador para volver a realizar las pericias necesarias, agrega. Pero nunca se supo qué pasó con esas partes, especialmente de las turbinas.

En el 2019 se develaron las esculturas de bronce del expresidente Jaime Roldós y su esposa, Martha Bucaram, en el sector de Sauces 2. Foto de Archivo Foto: FRANCISCO VERNI

“Usted sabe que en el sector público de todo tiene que haber un camino documental. Y por último, si las convirtieron en trofeo para el vóley o las chatarrizaron, en alguna parte tiene que decirse eso. Alguien decidió qué se hizo con todos esos huesos, esos restos materiales, el avión. Alguien decidió que ya no tenía sentido guardarlo…”, pregunta la activista.

Recuerda que la exministra de Defensa María Fernanda Espinosa la invitó a un restaurante para contarle que habían hallado en una de las bodegas de la institución el altímetro del avión, algo que les habría servido para determinar la altura a la que volaba la nave en el momento de la colisión.

Pero luego, el sucesor de Espinosa, Fernando Cordero, aseguró que no había nada.

En los últimos tiempos, dice Martha, su familia no ha vuelto a insistir en ninguna acción legal para descubrir lo que hubo detrás del accidente del expresidente. Eso no quiere decir que hayan renunciado a su derecho a la verdad. Pero han preferido rescatar su legado desde sus propias luchas.

Desde el arte, Santiago ha hecho montajes y exhibiciones teatrales; desde la academia, Diana se ha enfocado en el estudio de la economía y de los derechos sociales; mientras que Martha sigue con el activismo político, la investigación periodística y ha hecho ediciones de la Carta de Conducta de su padre.

“Hemos tratado de que no solo los recuerden como muertos porque esa era, para mí, también otra forma de matarlos. ¿Por qué eran importantes ellos? ¿Cómo fue su vida? Por eso es que siento que mi compromiso es pelear por todos estos temas, incluso con los casos que no me son tan cercanos, como el de Fernando. Yo quiero que no le hagan a otras gentes lo que nos hicieron a nosotros. Yo sé lo intolerable que es. Yo no quisiera que Amanda y Tamia, y Martín (el hijo más pequeño) en unos años estén en la misma posición (que los Roldós)… Yo confío en que la Fiscalía haga un trabajo exhaustivo en el caso de Fernando”. (I)

Fuente: El Universo

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