La vida en Moscú parece seguir su rumbo, con un alto consumo y marcas que reemplazaron a las trasnacionales que salieron del país. Pero a largo plazo, la economía rusa enfrenta un “desgaste lento” bajo la presión de las medidas económicas y el gasto militar de Putin
La oscilación del valor del rublo ruso ha expuesto una grieta en la economía amurallada de Vladimir Putin, una vulnerabilidad que el equipo económico del Kremlin remendó rápidamente y con ello le permitió a la moneda recuperar su equilibrio, al menos por ahora.
No obstante, el parche —un aumento de emergencia de la tasa de interés— no puede ocultar el dilema en el corazón de la economía rusa: cómo financiar a las fuerzas armadas sin socavar la moneda nacional ni sobrecalentar la economía con una inflación corrosiva y políticamente embarazosa.
La vida en Moscú presenta una fachada de normalidad a pesar de las extensas sanciones vinculadas a la guerra en Ucrania y la salida de cientos de empresas occidentales de renombre.
Las mesas al aire libre en restaurantes y bares de la popular calle Bolshaya Nikitskaya estaban llenas en una noche reciente de residentes bien vestidos que disfrutaban del agradable clima de agosto. La música a todo volumen de los DJ retumbaba desde el patio de un restaurante cercano. A primera vista, los centros comerciales no han cambiado, pero donde alguna vez estuvieron las cadenas Zara y H&M ahora los compradores encuentran las nuevas marcas de ropa Maag y Vilet.
Y la tienda de donas Krunchy Dream podría ser confundida fácilmente con la de Krispy Kreme, que alguna vez estuvo en su lugar en el centro comercial Evropeisky; incluso la tipografía de su marca es similar. A falta de Apple Pay, los bancos proporcionan calcomanías con un chip que permite el pago con el celular.
Los indicadores económicos clave también se encuentran en rangos normales. El desempleo es bajo, el crecimiento económico es mejor de lo que muchos esperaban, y la inflación es moderada para los estándares rusos —4% en julio—, aunque dura para quienes tienen ingresos limitados.
Las personas en Moscú —donde las críticas a los militares pueden acarrear penas de prisión, por lo que algunos sólo proporcionaron sus nombres de pila— expresaron una mezcla de inquietud y resignación.
Vladimir Cheremesyev, un jubilado de 68 años, recordó que los problemas tras la desintegración de la Unión Soviética en 1991 no se reflejaron sino hasta varios años después. “Creo que, aunque soy jubilado y no tengo muchos ingresos, todavía no lo percibo mucho”, dijo Cheremesyev, “pero hay ansiedad: a veces mi presión arterial se eleva”.
Otros señalaron que los precios cambian constantemente.
Yuliana, una empresaria de 38 años, estaba más preocupada: “Nuestra situación se ha deteriorado mucho, no es buena… No terminará hoy ni mañana, ni tampoco pasado mañana. Creo que más de una generación pagará por esta historia”.
Las empresas que necesitan suministros recurren a alternativas.
Andrei Lavrov, propietario de la clínica dental Smile Atelier, dijo que tuvo que conseguir suturas y silicona de Asia porque utiliza “bastantes” materiales importados. “Pero, por cierto, no ocurrió ningún desastre”, anunció. “Si algo ya no se suministra, se reemplaza fácilmente a través de canales paralelos”. Algunas suturas de fabricación rusa son de “materiales de muy alta calidad”, dijo, a medida que la industria local asume el relevo. “Se está produciendo una cierta sustitución”.
De todas formas, las importaciones a Rusia se están recuperando, al llegar los productos a través de países cercanos como Kazajistán y Armenia, con lo cual se evitan las sanciones. El gasto gubernamental en las fuerzas armadas y en programas sociales distribuye efectivo entre personas y empresas, que utilizan parte del mismo en adquirir productos importados.
La escasez de mano de obra, derivada de la salida de personas del país, le da fortaleza a los salarios, mientras que las hipotecas subsidiadas por el gobierno ayudan a mantener la actividad inmobiliaria.
Algunos golpes a la economía son evidentes, particularmente a la industria automotriz, luego de que los fabricantes occidentales abandonaran sus negocios rusos. Pero las importaciones de vehículos chinos están creciendo.
Los viajes al extranjero son extremadamente caros y están limitados por las prohibiciones de ciertos países a suministrarles visas a los rusos, y de algunas aerolíneas a prestarles servicio, aunque los ricos se las arreglan como siempre, y aquellos con ingresos modestos de todos modos no podían pagarlos.
En cuanto a la presión sobre el rublo, Rusia, uno de los mayores proveedores de petróleo del mundo, gana menos por la venta de su crudo debido a las sanciones occidentales. Eso está reduciendo el superávit comercial del país con el resto del planeta porque los ciudadanos y las empresas rusas están comprando más productos del extranjero.
Ganar más con las exportaciones que lo que se gasta en las importaciones suele respaldar al rublo. Si bien la reducción del superávit comercial ha llevado a la moneda a perder terreno constantemente, Moscú se ha beneficiado porque un tipo de cambio más débil en realidad ayuda al gobierno a pagar sus facturas.
Esto se debe a que los dólares obtenidos por el petróleo se pueden cambiar por una cantidad mayor de rublos para gastar en agencias gubernamentales y en los salarios y pensiones de los trabajadores.
Pero la moneda rusa cayó demasiado para el gusto del Kremlin, por debajo de 100 rublos por dólar el 14 de agosto, un nivel psicológicamente importante. Eso impulsó al banco central a realizar un aumento significativo de emergencia de 3,5 puntos porcentuales en la tasa de interés, con el objetivo de enfriar la demanda local de importaciones. La moneda subió a 92 rublos por dólar en los días posteriores al aumento de la tasa, pero desde entonces ha bajado constantemente; el miércoles se cotizaba a 96 por dólar.
Si bien es más débil que los niveles del año pasado de alrededor de 60 rublos por dólar, este tipo de cambio más bajo todavía no es una crisis, si es que se puede evitar una caída libre.
El Kremlin ha trabajado para proteger la economía de las sanciones tras anexarse la península ucraniana de Crimea en 2014. También transfirió la producción de alimentos a empresas locales al prohibir las importaciones de la Unión Europea, y presionó a los fabricantes para que se abastecieran localmente.
Gracias a los ingresos del petróleo, el gobierno tiene una deuda insignificante y reservas robustas, aunque aproximadamente la mitad de esas reservas han sido congeladas debido a las sanciones.
No obstante, a más largo plazo la economía rusa enfrenta un “desgaste lento” bajo la presión de las sanciones y el gasto de Putin en la guerra, dijo Robin Brooks, economista en jefe del Instituto de Finanzas Internacionales, una asociación global del sector financiero.
“El dilema es, por un lado, que tiene que gastar mucho dinero: librar una guerra es extremadamente caro”, explicó Brooks. “¿Cómo tratas de lograr lo imposible entre la necesidad de efectivo y el aumento de las tasas de interés para evitar que el panorama se salga de control? En mi opinión, no existe una solución adecuada”.
El petróleo ruso enfrenta prohibiciones occidentales y un tope de precios que las democracias del Grupo de los Siete impusieron a las ventas a otras naciones. El G7 podría “hacer que esta disyuntiva sea mucho más difícil para Putin” al bajar el precio máximo de 60 dólares a 50 dólares, lo cual reduciría las ganancias petroleras de Rusia, agregó Brooks.
Eso “ejercería aún más presión sobre el rublo, pondría más presión sobre el banco central de Rusia para que aumente las tasas de interés, y haría que esa disyuntiva fuera mucho más difícil”, concluyó.
En el corto plazo, la caída del rublo “no es una señal de que Rusia esté a punto de sufrir una crisis financiera de gran magnitud”, dice Chris Weafer, director general y analista de la economía rusa de la consultora Macro Advisory Partners.
Sin inversión extranjera en la moneda, el Kremlin puede influir en el tipo de cambio simplemente diciéndoles a los exportadores controlados por el Estado cuándo vender moneda extranjera a cambio de rublos, explicó Weafer. Además de eso, los precios del petróleo ruso han aumentado recientemente, lo que ha reducido los descuentos que podía ofrecer a sus clientes en India y China.
Aumentar las tasas de interés para impulsar al rublo “estrangula la economía privada —o la parte de la economía que no está relacionada con la guerra y las industrias de defensa—, de forma que queden suficientes recursos para que la guerra continúe”, dijo Janis Kluge, experto en economía rusa del Instituto Alemán de Asuntos Internacionales y de Seguridad, en Berlín.
“Es claro que el gobierno le está dando prioridad a la guerra por encima del bienestar de los hogares”, puntualizó.
A más largo plazo, las decisiones de Putin erosionarán el crecimiento económico y pondrán más presión prolongada sobre el rublo, agregó Kluge. Sin la inversión extranjera necesaria para fabricar bienes complejos, Rusia producirá por sí sola menos de lo que necesita e importará más.
“Y esto significará que, en el futuro, los ciudadanos rusos no podrán permitirse el mismo nivel, el mismo estilo de vida que en años anteriores”, dijo Kluge.
Fuente: Infobae