Había pasado una semana desde el asesinato. Pese al profundo dolor por la pérdida, Amanda y Tamia tenían el carácter templado y se alistaban para salir al escenario a cantar en memoria de su padre, Fernando Villavicencio, ante cientos de personas que acudieron a la tribuna de los Shyris, en Quito. Iban a rendirle homenaje al periodista y político que prometió combatir a las mafias al llegar a la Presidencia de la República, pero cuya vida fue segada por sicarios la tarde del 9 de agosto, al salir de un mitin político en la capital.
Era el jueves 17 de agosto. En una carpa blanca detrás del escenario, Amanda, de 33 años, y Tamia, de 27, repasaban el repertorio de canciones que compartirían con el público tras una ceremonia religiosa en honor a su progenitor y también como parte del cierre de campaña del binomio presidencial del movimiento Construye (lista 25), formado por Christian Zurita, en reemplazo de Villavicencio, y Andrea González.
Las hermanas lucían unas gorras negras de cuero, de maquinistas de tren, recuerdo de un obsequio que su padre recibió de un simpatizante en Alausí, lugar donde Fernando nació. Vestían atuendos blancos, al igual que todo el equipo, amigos y familiares de Fernando. Escogieron ese color como símbolo de la paz que espera un país acosado por la violencia y el crimen organizado.
En medio del ajetreo, Tamia y Amanda hicieron una pausa para hablar unos minutos con EL UNIVERSO sobre cómo fue Fernando Villavicencio como padre y el legado que dejó en ellas y en el país. Sonreían al recordarlo, pero a ratos se les quebraba la voz y sus ojos se humedecían con lágrimas.
Llevaban consigo un póster con la fotografía del candidato, que tenía el eslogan que lo distinguió en la campaña electoral: “Presidente valiente”.
¿Cómo han sido estos días para ustedes?
Amanda: Ha sido ponernos a prueba de todo lo que nos enseñó papi desde hace muchos años. Ver todo el cariño de la gente y el deseo de cambiar el Ecuador es lo que nos motiva a que esto (el crimen) no sea solo dolor y solo un infierno, sino a levantarnos y decir: “¡Hasta cuándo, Ecuador! ¡Hasta cuándo te cabreas y te levantas!”. Y vamos a destruir estas mafias que nos mataron a nuestro padre. Fue el único que los enfrentó, que desde el periodismo de investigación hizo trinchera en contra de las mafias.
Tamia: Ha sido de infinita tristeza, pero también una infinita y prometedora nueva realidad y nuevo mundo. Mi papi nos ha liberado; ha puesto en cada uno de nosotros la responsabilidad de este país y de su vida. Ahora, Fernando Villavicencio está en cada uno de nuestros corazones. ¿Hasta cuándo vamos a esperar que alguien venga a solucionarnos la vida? Es hora de destetarnos de este Estado y empezar a construir nuestro propio país, nuestra propia nación con buenos valores y principios.
Conocimos a un Fernando frontal, con voz firme. ¿Cómo era con ustedes? ¿Cómo desean que la gente lo recuerde?
Amanda: Fue un padre artista, poeta, un padre dulce…, de dar besos dentro de las orejas, de hacer cosquillas hasta ponernos moradas. Muchísimo amor, diversión y locura. Ella (Tamia) y yo hemos sido la roca en la que ese gran titán podía apoyarse para fortalecerse, porque ¿qué creen?, ¿que el peso de combatir la corrupción del país era poquito? Él era el único que iba como Sherlock Holmes, con su Watson, Christian Zurita, detrás de la corrupción.
Tamia: Era tan amoroso, tan cariñoso y también chistoso. Recuerdo que nos amarraba las medias para que nos paremos y nos caigamos. Era muy chistoso, la verdad. Siempre hubo todo este arte. Él siempre nos soñó libres. Nosotras le decíamos: “Papi, ¿cómo te ayudamos?”. Él nos protegía, y lo que nos dijo fue: “Lo único que quiero es que ustedes canten, que hagan música, así me van hacer feliz a mí”. Y era ese mensaje, de que desde nuestras trincheras cada uno se empodere.
¿Qué heredaron de él en sus personalidades?
Tamia: La fuerza. Me acuerdo de que el último día que le vi a mi papi yo venía de hacer una lucha increíble, porque hacemos jiu-jitsu, y por primera vez me enfrenté a un hombre grande y le vencí. Yo llegaba y mi papi nos dijo que lo que él había aprendido en este camino es que él es más de lo que pensaba. Y así me deja mi padre, con toda una fuerza que yo recién empiezo a descubrir. Mi ñaña, para mí, siempre había sido la fuerte, y ahora él me deja con este legado a mí de ser más fuerte.
Amanda: Yo siempre fui la fuerte, y ahora siento que él me dejó su ternura, su dulzura. Me deja la ternura de saber que en mi corazón hay un gran poder de compasión que a veces no lo entiendo. A veces me digo: “(Papá), ¿cómo entregas tu vida? ¿Y ahora yo?”. Su compasión por este país fue tan infinita que él amó la patria más que a todo, más que a su propia vida. Y por eso, esa canción tan hermosa que hicimos para él: “Esta tierra es mi casa, mi patria; es mi familia. Crecen sueños y semillas en el jardín del sol”.
Por lo visto, el arte fue una característica de la familia. ¿Eso también les heredó?
Amanda: Totalmente. Además, la unión maravillosa entre mi papi y mi mami hicieron estas dos mujeres artistas y guerreras, imparables. Y no nos vamos a detener. Vamos, a través del arte, la educación y el jiu-jitsu, que es lo que nosotras hacemos, a cambiar este país. Vamos a llegar a esos lugares donde los niños sueñan con ser sicarios; ahí vamos a llegar a meter este grano de amor para que crezcan estos árboles inmensos de compasión y de libertad en nuestro país.
¿Qué lección debe dejar al país la muerte de su padre?
Tamia: Para mí, la rabia es una piedra preciosa que se puede pulir y labrar para hacer arte, para cambiar, para movernos. Yo misma le decía a mi papi: “Me has liberado”. Yo estaba en una letargia, viendo cómo él hacía, orgullosa siempre y diciendo: “¡Qué valiente que es!”, pero sin entender. Recién estoy entendiendo lo que es ser valiente como él. Y eso les digo a todos: que esa rabia, esa indignación nos mueva los pies, nos saque y destierre esa corrupción de nuestros corazones, porque solo desde la casa podemos transformar este país.
Amanda: Algo más que me gustaría recalcar es que estos gorritos, que tenemos las dos, le regalaron a papi en Alausí, de donde él era, del barrio en el que nació. Y hoy nos dijeron algo muy lindo: “Ahora ustedes dos son las maquinistas de la locomotora Villavicencio”. Eso me sanó.
Cuando les contó que se lanzaba a la Presidencia, ¿qué sintieron?
Tamia: Le dijimos que no pensábamos que era la mejor idea, pero luego yo pensaba que mi papi me apoyó en todo. Yo quería ser trompetista; me compró una trompeta. Era el único que en realidad confiaba en cualquier sueño loco que tengamos. Luego yo decía: “¿Cómo no le voy a apoyar en su sueño loco?”. Entonces, le dijimos que sí, que le apoyábamos, pero con la condición de que nos escuche, y él nos dijo que siempre nos iba a escuchar, y así fue.
Amanda: Hoy día, Andrea González (compañera de fórmula de Fernando) me dijo: “Tu papá, cada vez que tenía que tomar una decisión, pensaba en ustedes dos”. Y eso enorgullece. Yo le decía a Andrea: “Siento que el padre enseñó a sus hijas cosas que sus hijas luego devolvieron al padre, en la misma vida”. ¡Qué orgullo haber servido a su lado! (I)
Fuente: El Universo