Campaña en Guatemala: la creatividad se impone al dinero

Faltan pocos días para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en  Guatemala, y los dos candidatos queman sus últimos cartuchos para convencer a los 5,5 millones de electores del país centroamericano. La batalla se perfila dura, ya que la sorpresiva irrupción del candidato anticorrupción Bernardo Arévalo en la segunda vuelta ha sacudido los cimientos de un sistema político construido alrededor de la corrupción y la impunidad, para asegurar los privilegios de unos pocos. Siendo la mayor economía de Centroamérica, tiene altos niveles de pobreza y de desnutrición infantil, lo cual afecta, sobre todo, a la población indígena y rural.

Es temprano todavía en San Marcos, una ciudad agrícola de clima fresco, rodeada de cerros verdes en el occidente del país. Los ayudantes locales de la candidata Sandra Torres ya están preparando la plaza principal para su acto de campaña.

Un grupo de mariachis trata de animar a las pocas personas que acudieron a la hora pautada para el evento del «cerrojazo», el cierre de las campañas electorales. Animadores tiran bolsas de tela y botellas de plástico de color verde del partido de Torres desde la tarima, y abajo, la gente estira las manos para conseguir algún regalo.

Poco a poco llegan los buses de los pueblos aledaños, fletados por el partido. Bajan campesinos, maestros e indígenas y se ubican en la plaza, instruidos por los cuadros locales del partido de Sandra Torres, Unidad Nacional de la Esperanza (UNE). «Ella va a apoyar a los niños y ancianos, como lo hizo cuando era primera dama”, dice a DW José Orozco, acomodando su sombrero de paja.

La candidata presidencial guatemalteca Sandra Torres, del partido Unidad Nacional de la Esperanza.
La candidata presidencial guatemalteca Sandra Torres, del partido Unidad Nacional de la Esperanza (UNE). (Archivo).Imagen: Johan Ordonez/AFP/Getty Images

Sandra Torres vuela hacia la campaña

Torres, exesposa del difunto Álvaro Colom, fue primera dama desde 2008 hasta 2012, y se hizo cargo de los programas sociales que, en su época, fueron una novedad que muchos recuerdan con nostalgia.

Dos horas después, un helicóptero que transporta a la candidata sobrevuela la plaza. La gente grita entusiasmada, aplaude, enarbolan los carteles que fueron repartidos por los organizadores. Llega Sandra: pantalón y chaqueta de mezclilla, blusa blanca. Irradia juventud a pesar de sus 67 años de edad. Se agacha y aprieta las manos que se alzan.

El animador invita a las personas que buscaron sombra debajo de los árboles y portones a acercarse a la tarima. Las fotografías son importantes, ya que esta campaña también se pelea en redes, donde hay una campaña negra en contra de Bernardo Arévalo. Él es la novedad de la contienda, el candidato anti-sistema. Fue diputado los últimos cuatro años, luchando contra los pactos de corrupción, característicos de la política transaccional de la cultura política guatemalteca.

El evento empieza con un rezo, ya que la otrora socialdemócrata Torres, en su camino hacia el poder, ha hecho alianzas con muchas fuerzas de facto, entre ellas, las poderosas y muy conservadoras iglesias evangélicas. Su candidato a vicepresidente es un pastor influyente.

Luego sube una señora que presentan como una «persona importante”, que le agradece a Sandra haber recibido lentes de su fundación cuando ella era una niña, gracias a los cuales pudo estudiar y salir adelante. Suena música melosa, hay abrazos y emoción. Luego siguen diferentes oradores, enfocando sus críticas en Arévalo.

Cuestiona que su rival, hijo del expresidente Juan José Arévalo, haya nacido en el extranjero (nació en Uruguay luego de que su padre fuera forzado al exilio después de un golpe militar). Y el hecho de que su partido haya presentado una ley para la educación sexual, se ve como un ataque a la fe cristiana.

La candidata recuerda sus programas sociales y juega la carta de los derechos de género. Su público escucha, aplaude cuando hay que aplaudir, como en una obra bien ensayada. El único momento de risas y aplausos espontáneos surge cuando la candidata empieza a bailar un son. Así es como siempre se ha hecho política en Guatemala.

A ras de tierra, el Movimiento Semilla

A diez cuadras, hay una fiesta bien diferente. Jóvenes, adultos y abuelitos, con caras sonrientes. Hay abrazos espontáneos, hasta lágrimas de emoción y esperanza. Es un cambio notable de atmósfera en un país que hace apenas un mes parecía atrapado en una profunda depresión, por una contienda de la cual la élite excluyó a tres de los favoritos, dejando aparentemente todo preparado para que siguiera mandando una figura afín a sus intereses.

Ni sus seguidores, ni las encuestas, ni el propio Arévalo previeron que podían pasar a segunda vuelta.

Pero parte del 40 por ciento de indecisos e insatisfechos que arrojaban las encuestas volcaron en el último minuto su apoyo masivo al Movimiento Semilla, según la explicación de la politóloga Gabriela Carrera, de la Universidad Rafael Landívar, consultada por DW: «Fue un voto de rechazo a los partidos tradicionales”, dice. De repente, apareció una rendija por donde se coló el anhelo de cambiar un sistema político desgastado. Esa ilusión ha traído a mucha gente a un parque arbolado en las afueras de San Marcos.

Bernardo Arévalo, candidato guatemalteco del Movimiento Semilla.
Bernardo Arévalo, candidato guatemalteco a la presidencia por el Movimiento Semilla. (Archivo).Imagen: Moises Castillo/AP Photo/picture alliance

La gente de Arévalo llegó con pancartas dibujadas a mano, caminando, en transporte público o en pequeños automóviles. El movimiento Semilla, que surgió en 2017, resultado de las protestas ciudadanos contra la corrupción, apenas tuvo cinco diputados en el Congreso anterior, entre ellos, el propio candidato, y tiene poco dinero para la campaña. «Nuestro costo en la primera vuelta fue el menor en la historia del país, alrededor de siete quetzales (0,80 euros) por voto», dice a DW Mario Jacobs, uno de los fundadores de Semilla. «Otros candidatos gastaron hasta 500 quetzales por votante, y no quedaron en segunda vuelta.»

Los miembros del partido mandaron a hacer botones, camisetas y gorras, y los venden para generar fondos para la campaña. La familia del candidato contribuyó para comprar el chaleco antibalas del dirigente, luego de las primeras amenazas. La contribución más grande, unos 100.00 dólares, vino del creador de la aplicación para idiomas Duolingo, el guatemalteco residente en Estados Unidos Luis van Ahn.

Semilla debe mucho de su éxito a los jóvenes, quienes, hartos de los liderazgos caudillistas y populistas, abrazaron el partido como opción de cambio hacia una democracia real e incluyente. «Semilla es el relevo generacional, la oportunidad para nuevos ideales, nuevos cuadros, un nuevo país”, argumenta Cesar Morales, un seguidor de 29 años. «Sobrina de Tío Bernie”, dice una pancarta de una joven indígena. «Mi voto puede cambiar el destino del país, esto me emociona”, cuenta a DW Suzeli Ventura, una estudiante de 20 años.

El cartel hace alusión al apodo que los jóvenes le pusieron a Bernardo Arévalo en las redes sociales, en alusión al izquierdista estadounidense Bernie Sanders. Ambos son candidatos antisistema, pero Arévalo, de 1,80 de estatura, 64 años y con barba canosa y cuerpo macizo, no tiene los aires de socialista de salón de Sanders. El tono y la forma de ser de Arévalo son más bien los de un demócrata cristiano.

El discurso del sociólogo y exdiplomático gira alrededor de la lucha contra la corrupción, de la inclusión, del rescate de las instituciones, de recuperar la dignidad de un pueblo menospreciado por las élites.

Comparte la tarima con cuadros de su partido: un migrante retornado y convertido en empresario, una mujer indígena mayor, hablando en su idioma y recordando que, según el calendario maya, ahora es tiempo de renovación. Aunque Arévalo da el discurso principal y es el más buscado por los que se quieren sacar una selfie, dan la imagen de un equipo. También tiene fans su candidata a vicepresidenta, Karin Herrra, una académica, y su mujer, Lucrecia, una médica reconocida en Guatemala.

«Semilla es la única opción para recuperar un Estado secuestrado por las élites corruptas”, afirma la maestra Delia Mazariegos, mostrando a DW orgullosa un libro de Arévalo con una flamante dedicatoria.  Al lado del estrado, unos cuadros del partido empadronan voluntarios para actuar como fiscales en las mesas de votación el domingo. Ante rumores de fraude, el partido intenta asegurar una fiscalización lo más amplia posible del voto.

Aunque las encuestas vaticinan una victoria holgada por encima del 60 por ciento para Semilla, nadie se confía, en un país donde en los últimos 70 años casi todas las oportunidades de democratización fueron abortadas de manera violenta.

Fuente: DW

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