El régimen clerical islámico de Irán está dividido en su respuesta a meses de protestas sin precedentes, vacilando entre la represión y lo que considera gestos conciliadores para intentar aplacar el descontento, según los analistas.
“Los mensajes contradictorios que estamos recibiendo del régimen iraní sugieren un debate interno sobre cómo hacer frente a las protestas en curso”, dijo Nader Hashemi, director del Centro de Estudios de Oriente Medio de la Universidad de Denver.
“En la mayoría de los regímenes autoritarios, hay halcones y palomas” que discrepan sobre el grado de represión que debe ejercer el Estado durante las crisis, añadió.
La concesión de nuevos juicios a varios condenados a muerte y la puesta en libertad de destacados disidentes son señales de que algunos pretenden adoptar un enfoque más suave.
Sin embargo, la línea dura se puso de manifiesto el sábado, cuando Irán ejecutó a dos hombres acusados de matar a un paramilitar durante los disturbios relacionados con las protestas.
Las manifestaciones comenzaron tras la muerte bajo custodia, el 16 de septiembre, de la kurdo-iraní Mahsa Amini, de 22 años. Había sido detenida por la policía de la moralidad, que aplica un estricto código de vestimenta que obliga a las mujeres a cubrirse el pelo y el cuello con un pañuelo.
Las protestas se han intensificado y exigen el fin del régimen islámico,lo que supone el mayor desafío para los clérigos desde que la revolución de 1979 depuso al sha.
Las autoridades han respondido con una violencia mortífera que ha dejado cientos de muertos.
Miles de personas han sido detenidas y 14 condenadas a la horca, muchas de ellas por matar o atacar a miembros de las fuerzas de seguridad, según la judicatura.
Experimentación
El Tribunal Supremo ha confirmado algunas de las condenas a muerte y ya se ha ejecutado a un total de cuatro hombres. El poder judicial también ha anunciado nuevos juicios para seis de los catorce.
Esto refleja un “cálculo político”, según Mehrzad Boroujerdi, experto en Irán residente en Estados Unidos y coautor de “Post-Revolutionary Iran: A Political Handbook”.
“Saben que las ejecuciones masivas sacarán a más gente a la calle y la agitarán aún más. Por otro lado, quieren enviar una señal de que no son reticentes a ejecutar manifestantes para que la gente se sienta intimidada.”
En lo que los analistas consideran otro intento de calmar la situación, dos destacados disidentes detenidos al principio de las protestas, Majid Tavakoli y Hossein Ronaghi, fueron puestos en libertad semanas después. Ronaghi había estado en huelga de hambre.
El régimen está utilizando “de todo, desde válvulas de escape a presión hasta largas penas de prisión y ejecuciones. Están experimentando con ellas mientras luchan por formular una política más claramente articulada”, afirmó Boroujerdi.
Anoush Ehteshami, director del Instituto de Estudios Islámicos y de Oriente Medio de la Universidad británica de Durham, afirmó que los nuevos juicios reflejan en parte la creciente presión nacional y extranjera.
“Pero también dentro del régimen hay división sobre cómo manejar esto”, dijo Ehteshami, con los partidarios de la línea dura de un lado y otros que ven las ejecuciones como un estímulo más para la resistencia.
Los nuevos juicios y la puesta en libertad de disidentes son “medidas de apaciguamiento… para intentar arrojar un hueso” a los manifestantes, añadió.
Aunque tales medidas puedan parecer insignificantes, desde la perspectiva de un “régimen asediado y securitizado… piensan que están siendo magnánimos y respondiendo a la presión pública”.
Supervivencia
Los famosos también han sido detenidos, pero a menudo por periodos mucho más cortos. La actriz Taraneh Alidoosti fue puesta en libertad bajo fianza el último miércoles tras permanecer detenida casi tres semanas por su apoyo a las protestas, según declaró su abogado.
Algunos analistas consideran que esta estrategia de retención y puesta en libertad es intimidatoria, pero también, según Hashemi, forma parte del régimen “que tantea el terreno, para ver cuál es la reacción”.
Según Afshin Shahi, profesor asociado de estudios sobre Oriente Próximo en la Universidad británica de Keele, la “indulgencia” de la que a veces hacen gala las autoridades “es un intento de evitar un mayor faccionalismo en el seno de la seguridad”, ya que algunos de sus miembros están alienados por el derramamiento de sangre. El régimen “no parece tener una estrategia clara” para responder a la ira pública, añadió.
A pesar de algunas excarcelaciones, otras figuras destacadas han pasado meses en prisión. Entre ellas se encuentran el activista Arash Sadeghi y los dos periodistas iraníes que ayudaron a destapar el caso de Amini.
A principios de diciembre, el fiscal general, Mohammad Jafar Montazeri, declaró que la policía de la moralidad “había sido abolida”. Pero nadie más lo ha confirmado.
El anuncio refleja el debate interno y demuestra que “al menos un sector del régimen gobernante” está a favor de una forma menos brutal de hacer cumplir el código de vestimenta femenina, afirmó Hashemi.
Según Ehteshami, algunas autoridades “están empezando a hablar de un compromiso”, aunque es demasiado pronto para saber en qué consistiría.
Pero “a grandes rasgos, no creo que tengan lo que quiere el pueblo”, que es un cambio total, cuyos detalles no se han definido, dijo.
Sin embargo, el régimen ha demostrado históricamente su capacidad para “hacer concesiones cuando es necesario”, según Hashemi.
“La gente olvida que este régimen ha sobrevivido durante 44 años porque puede ser muy inteligente, muy astuto, muy maquiavélico en cuanto a lo que tiene que hacer para sobrevivir”, afirmó.
Fuente: Infobae